Afirman que traductores en salas emergencia podrían limitar errores médicos

Un estudio realizado en EEUU indicó que los intérpretes profesionales ayudan a evitar malentendidos con consecuencias clínicas, como dosificaciones incorrectas. Para el estudio compararon las tareas de expertos con amateurs, además vislumbrar qué ocurre cuando ellos están ausentes.

El estudio se realizó en dos salas de emergencias pediátricas de EEUU

Un estudio realizado en EEUU determinó que la presencia de traductores profesionales en las salas de emergencia para asistir a los pacientes que no hablan inglés ayudaría a limitar posibles errores de comunicación.

Este trabajo, realizado en dos unidades pediátricas y publicado en Annals of Emergency Medicine, halló que malentendidos que podrían tener «consecuencias clínicas», como dar la dosis de medicación incorrecta, eran hasta dos veces más frecuentes si no había intérpretes o si el traductor era amateur.

Alrededor de 25 millones de residentes estadounidenses tienen un nivel limitado de inglés, lo que significa que hablan el idioma en un nivel por debajo de «muy bien». Por ley, los hospitales del país que reciben fondos federales tienen que ofrecer algún tipo de ayuda de traducción para esos pacientes. Eso puede incluir a un intérprete profesional que trabaje para el hospital o brinde servicios de traducción por teléfono o video.

«Los hallazgos documentan que los errores de interpretación con posibles consecuencias clínicas son mucho más frecuentes cuando hay un traductor improvisado o no hay intérprete, comprado con un profesional», dijo el investigador Glenn Flores, del Centro Médico de la University of Texas, en Dallas.

Estudios hallaron que a los pacientes les gusta tener un traductor disponible, y que eso mejoraría la atención y reduciría los costos, al evitar pruebas innecesarias, por ejemplo.

Pero no estaba claro cuán bien se desempeñaban los intérpretes profesionales comparado con los amateur, o con la ausencia de traductor.

La presente investigación se basó en 57 familias observadas en una de dos salas de emergencia pediátricas de Massachusetts. Todas eran hispanoparlantes de origen. Veinte de ellas habían recibido ayuda de un intérprete profesional, 10 no recibieron ningún tipo de traducción y 27 tuvieron a su disposición a un amateur.

Cuando hubo disponibles intérpretes entrenados, el 12% de los errores de traducción pudieron haber implicado riesgos para la salud de un niño. Pero cuando el intérprete era alguien como un miembro de la familia o algún empleado bilingüe del hospital, entre el 20 y el 22% de sus equivocaciones idiomáticas eran potencialmente riesgosas.

En un ejemplo brindado en el estudio, un intérprete amateur -amigo del entorno del paciente- le dijo al médico que el pequeño no estaba tomando ninguna medicación y que no presentaba alergias a fármacos. Pero el allegado de la familia no había consultado eso realmente a la madre para saber si era verdad.

Aún quedan algunas dudas sobre los intérpretes profesionales, como si es más efectiva la presencia física al momento de la consulta que la asistencia telefónica o por video, y cuáles son las medidas más costo-efectivas, dijo Flores.

Otro tema es el entrenamiento, incluido cuánto es suficiente. Los errores fueron menos comunes cuando los intérpretes tenían 100 horas de entrenamiento o más. En esos casos, sólo el 2% de sus equivocaciones idiomáticas tuvieron el potencial de generar algún daño en los niños.

Pocos programas de entrenamiento para intérpretes médicos brindan al menos 100 horas de entrenamiento, dijo Flores. Incluso cuando los hospitales realizan sus mismos programas, las horas varían ampliamente.

«Estos resultados sugieren que requerir al menos 100 horas de entrenamiento a los intérpretes tendría un impacto importante en la reducción de los errores de interpretación y sus consecuencias sobre la atención médica, además de mejorar la calidad de la asistencia y la seguridad del paciente», escribieron los autores. 

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