Comúnmente, al utilizar la palabra “pánico”, se suele referir a una situación en la que alguien ingresa en un estado de gran nerviosismo y temor. La psiquiatría utiliza el término para hacer mención a aquellos casos en que una persona, por motivos inexplicables, desarrolla irracional y súbitamente una sensación de angustia y síntomas parecidos a los de un ataque cardíaco.
Aún no se ha logrado desentrañar por qué se producen los ataques de pánico. Quizás haya un componente genético o ambiental involucrado. Tal vez un despido laboral, una enfermedad grave o otra alteración importante en el esquema de vida, por ejemplo, pueden cobrar un repentino protagonismo en la mente de una persona, quien comienza a manifestar determinados síntomas que pueden confundirse con los de otras enfermedades. Entre las manifestaciones más comunes se encuentran la aceleración de los latidos cardíacos, entumecimiento, temblores en todo el cuerpo, mareos, náuseas y la sensación de falta de aire. Junto a todos estos síntomas, quién padece el ataque de pánico también siente que su muerte es casi un hecho.
Estos episodios de pánico son aislados y suelen durar de tres a diez minutos. Pueden presentarse una o dos veces a lo largo de la vida. De todas formas, la consulta médica es necesaria a fin de descartar otros problemas. Cuando los ataques se tornan frecuentes y hay un miedo constante a sufrir otro ataque de pánico, se vuelve fundamental visitar a un profesional: puede tratarse de un tipo de trastorno de ansiedad conocido como trastorno de pánico.
Suele comenzar entre los adultos jóvenes y es más común en las mujeres que en los hombres. En sí mismos, si son aislados, no constituyen un problema grave, ya que no existe ningún defecto orgánico que sea el responsable. Sin embargo, el conjunto de signos y síntomas que sufre la persona, sumados a la angustia experimentada y su duración pueden resultar perturbadores desde el punto de vista psicológico y repercutir seriamente en la vida laboral y social. Algunas veces comienza cuando una persona se encuentra sometida a mucho estrés. La mayoría de los pacientes mejora con el tratamiento.
¿Qué se puede hacer?
Al margen de los exámenes que el médico decida realizar y de la medicación que sugiera administrar, la terapia psicológica parece ser una de las mejores opciones al momento de tratarlos. La identificación de los disparadores de los ataques de pánico, miedos que parecen emerger del inconsciente para desencadenar una serie de mecanismos bioquímicos, definitivamente, constituirá un pilar fundamental en el tratamiento.
Estos episodios no desaparecen por sí solos, sino que requieren la ayuda de profesionales expertos en la materia. La terapia puede demostrar al paciente cómo identificar y cambiar los patrones de pensamiento antes de que lo conduzcan al pánico.
La falta de un tratamiento puede desembocar en una preocupación y angustia permanentes, que terminan alejando a la persona de sus actividades habituales y de sus seres queridos.