En el circuito que se desencadena frente a situaciones estresantes hay una llave muy importante que permite que comience y está en nuestra mente.
Hay, sin embargo, situaciones que se llaman estresores, porque afecta a todos. Las mudanzas, los divorcios, la muerte de un ser querido, perder el trabajo, o que esté en riesgo; empezar trabajo nuevo, casarse, tener obras en casa, malas relaciones de pareja o laborales, la época de exámenes, todas ellas nos colocan en un estado de estrés que puede volverse crónico o más serio, si el organismo no consigue recuperarse.
Síntomas de sobrecarga
Los síntomas de que una persona tiene sobrecarga de estrés son variados. En lo anímico, depresión, ansiedad, irritabilidad, miedo, nerviosismo, confusión, fluctuaciones del estado de ánimo son los más frecuentes. Puede notarse un excesivo temor al fracaso, excesiva autocrítica, olvidos, dificultad para concentrarse y tomar decisiones, pensamientos repetitivos.
Conductas tales como risa nerviosa, trato brusco hacia los demás, incremento del consumo de tabaco, alcohol y otras drogas, aumento o disminución del apetito, llantos, rechinar los dientes o apretar las mandíbulas son signos de estrés. En tanto, signos físicos como tensión muscular, manos frías o sudorosas, insomnio, dolores de cabeza, fatiga, problemas de espalda o cuello, problemas digestivos, respiración agitada, perturbaciones en el sueño, sarpullidos, disfunción sexual deben tenerse en cuenta.
Existen unos parámetros que determinan el nivel de estrés en el que se encuentra una persona:
Nivel cognitivo: la persona presenta inseguridad y tiene problemas para concentrarse; no encuentra solución a sus problemas por pequeños que sean, y tiene la sensación de haber perdido la memoria.
Nivel fisiológico: el estrés se puede presentar mediante síntomas físicos como dolores de cabeza, tensión muscular, alteraciones del sueño, fatiga, enfermedades de la piel. El individuo se siente mal, acude al médico, pero sus resultados son normales.
Nivel motor: la persona tiende a realizar acciones no habituales como llorar, comer compulsivamente, fumar más de lo normal, aparecen tics nerviosos, etc. En definitiva, la persona siente deseos de huir para evitar la situación de estrés.
Cambios para sentirse mejor
Estos son los puntos fundamentales en los que podemos mejorar nuestra perspectiva de estrés, previniendo y disminuyendo la tensión diariamente.
Una dieta sana y equilibrada. Comer rico y sano, sin abusar del alcohol o de sustancias excitantes como la cafeína o las bebidas que las contienen, colabora en la disminución del estrés diario. También es beneficioso a nivel mental que se comparta la comida con amigos o familiares, para no seguir enganchado en los propios pensamientos mientras se come y de paso fomentar relaciones sociales.
Desconectarse es otro ítem fundamental en este plan. Implica dormir ocho horas o siete horas de noche y una hora de siesta, tomar vacaciones por lo menos una vez en el año y organizar el tiempo para que durante varias horas por dia no tengamos que estar pendientes del trabajo, sea cual fuere. Cortar la jornada laboral, ponerse un límite, es una buena medida.
Realizar algún ejercicio físico. Por ejemplo, como bicicleta, caminata, natación, gimnasia, yoga, zumba, pilates, tai chi. Todos ellos liberan hormonas que relajan y dan sensación de bienestar. Debemos encontrar la actividad y el nivel de esfuerzo necesarios, para mantener el entusiasmo y no sentirnos doloridos, lo que estropea la diversión.
Ocho alertas
Si en la lista que sigue ve muchas coincidencias con su estado actual, debés concurrir al médico rápidamente.
1-Cada vez tenés menos paciencia. Te lo marcan tus amigos o tu familia, la irritabilidad de las terminales nerviosas sobrecargadas deriva en impaciencia y reacciones excesivas.
2- No conseguís liberar la mente de los problemas. Horas y horas pensando en las cosas que te agobian terminan por agotarte pero los pensamientos vuelven una y otra vez.
3-Tu peso está descontrolado. O comés demasiado, o a deshora, o mucho de golpe, o no querés comer nada durante días. La balanza sube y baja.
4-Tu humor está pésimo. La falta de serotonina y exceso de cortisol nos colocan en estado de alerta. Literalmente esperamos lo peor.
5-Pérdida de la libido. El estrés causa un efecto anafrodisíaco, es decir, baja el deseo sexual. No es solo cansancio, sino pérdida de interés frente a otras preocupaciones “serias”.
6-Tenés dificultad para dormir. Es común, más que no poder dormirse a la hora de acostarse, el despertarse por la noche, sin explicación. Esto provoca sueño fragmentado que no es reparador.
7– Notás una pérdida excesiva del cabello. Es un síntoma de alto estrés, este incluso puede desencadenar la llamada alopecia areata, que se da por zonas.
8- Tenés molestias cambiantes. Los dolores erráticos son producto de la tensión, que causa descargas eléctricas confusas en los recorridos nerviosos del organismo. Puede molestar el estómago, el intestino, los músculos, los ojos, la mandíbula y/o la vejiga.