Avance argentino para la detección precoz del Parkinson

Se identifico una región del cerebro que, tras evaluara, se llegaría a un diagnóstico temprano. El equipo estableció una relación entre la atrofia temprana de los ganglios basales y los problemas del lenguaje asociados por la enfermedad.

Un equipo de investigadores identificó por primera vez una región del cerebro cuya evaluación ayuda a detectar en forma temprana el desarrollo del Parkinson, ya que a través de un estudio liderado en la Argentina se logró establecer una relación entre la atrofia temprana en los ganglios basales y los problemas en el lenguaje asociados a la enfermedad.

«Lo que descubrimos es que los déficits de lenguaje de acción, o más propiamente, de acoplamiento entre lenguaje de acción y sistema motor, están afectados en las etapas tempranas de la enfermedad, antes de que la patología motora se manifieste acentuadamente y antes de que comiencen los déficits de funciones ejecutivas y el deterioro cognitivo avanzados», explicó a Télam Agustín Ibáñez, líder del estudio y director del Laboratorio de Psicología Experimental y Neurociencias del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco).

Ibáñez, también investigador del Conicet y del Australian Research Council, señaló que el estudio mostró que las redes cerebrales asociadas a los déficits del lenguaje de acción no sólo están afectadas en la enfermedad de Parkinson, sino que responden a mecanismos cerebrales específicos: la atrofia temprana subcortical (de los ganglios de la base) y la afectación de la organización de redes corticales específicas.

«Usamos una tarea llamada Action-sentence compatibility effect (ACE), en la que los participantes tenían que apretar un botón con la mano abierta o la mano cerrada cuando comprendían el significado de frases que incluían acciones como ´aplaudir´ (acciones con mano abierta) o ´tocar la puerta´ (acciones con mano cerrada)», apuntó el investigador.

Y continuó: «El llamado efecto ACE se evidencia porque la compatibilidad entre la oración y la acción motora del participante genera menos tiempo de reacción que las condiciones incompatibles. Acá estudiamos el efecto ACE pero mirando a la estructura y actividad cerebral, combinando volumetría de neuroimagen (que mide el volumen del cerebro), y métodos de conectividad cerebral (que determina el grado de información que se comparte por distintas redes cerebrales).

El trabajo, publicado en Scientific Reports, demostró así la existencia de marcadores cerebrales de los déficits del lenguaje de acción en la enfermedad de Parkinson temprana, que pueden observarse tanto a nivel cortical como sub-cortical, involucrando una amplia red cerebral fronto-temporal y cortico-subcortical.

Las implicaciones clínicas y teóricas del hallazgo, agregó Ibáñez, también podrían ser extrapoladas a otras patologías que implican daños en los ganglios basales, como el Huntington, y a otras enfermedades motoras, como la esclerosis lateral amiotrófica, la ataxia o la degeneración corticobasal.

Acerca de la posibilidad de aplicar los resultados obtenidos a la práctica concreta, el científico aseguró que «podrán ser utilizados muy pronto».

«Ciertamente, en otros trabajos hemos resaltado cómo estos descubrimientos permiten detectar y tratar déficit de lenguaje, que no es tradicionalmente reconocido en la práctica clínica del Parkinson; implementar tratamientos que refuercen los aspectos motores y el lenguaje de acción, y avanzar en la comprensión de las redes cerebrales afectadas y el desarrollo de potenciales nuevos fármacos, que aborden aspectos que tanto cognitiva como anatómicamente vayan más allá de la afectación motora», apuntó.

Del estudio, que forma parte de un amplio proyecto de investigación que Ibáñez inició hace varios años, participaron también investigadores de las universidades Favaloro, Nacional de La Plata, Antioquia (Colombia) y del Centro Australiano de Excelencia en la Cognición y sus Desórdenes.

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