Cada año 250 mil chicos en el mundo reciben un diagnóstico de cáncer. Y, en el país, se detectan entre 1.300 y 1.400 nuevos casos en menores de 15 años. Según el Registro Oncopediátrico Hospitalario Argentino, los tres tipos más comunes en niños son las leucemias, los tumores del sistema nervioso central y los linfomas. Con el diagnóstico y el tratamiento adecuados, un alto porcentaje de los pacientes puede alcanzar la curación. Para esto, resulta clave la detección precoz, que modifica sustancialmente la evolución y el pronóstico, facilita la recuperación y disminuye la mortalidad y las secuelas.
Los signos y síntomas que deben hacer sospechar un tumor son: ganglios aumentados de tamaño, no dolorosos y que no responden al tratamiento con antibióticos; fiebre prolongada de más de una semana de duración sin una causa aparente; cansancio y adelgazamiento; palidez por anemia; hematomas y petequias en la piel; dolor de cabeza y vómitos; dolor en los huesos y masas palpables en el abdomen. Asimismo, a nivel de los ojos, un reflejo blanquecino en la pupila (que se puede ver en una foto o a simple vista) o estrabismo (desviación de un ojo).
En la actualidad, los avances alcanzados en el tratamiento del cáncer permiten que muchos niños se curen y sobrevivan la enfermedad. No obstante, estos pacientes deberán controlarse periódicamente en el futuro para evaluar la aparición de posibles efectos secundarios debido a la toxicidad de la quimioterapia y radioterapia, como trastornos cardiovasculares y pulmonares, alteraciones hormonales, problemas de fertilidad, otras neoplasias, dificultades para el aprendizaje y problemas psicológicos.
El origen de un mal muy temido
A diferencia de lo que ocurre con los adultos, donde los motivos del cáncer están claramente identificados, en los niños se conoce menos acerca de los factores causales. Sin embargo, a raíz de los avances alcanzados en las investigaciones de biología molecular y en los estudios del genoma humano, se pudo determinar algunas alteraciones genéticas predisponentes. En este sentido, la inestabilidad de los genes es una de las principales características. Otros factores son las inmunodeficiencias primarias (como la combinada severa) y las secundarias, debidas al tratamiento con inmunosupresores o a infecciones, como el VIH. Con respecto a los factores medioambientales, sí se pudo demostrar la asociación entre radiación, leucemia y cáncer de tiroides (después de la explosión de las bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki), pero no existe evidencia sólida que confirme una relación con la exposición a campos electromagnéticos.
Los tipos más frecuentes
Las leucemias representan el 37% de los casos en Argentina, con mayor incidencia entre los 3 y 5 años. Afectan la médula ósea, el tejido donde se fabrican las células de la sangre. Entre el 40% y 80% de los niños se curan, dependiendo del tipo de leucemia y del lugar donde se trate. La forma más común es la linfoblástica aguda (80%), aunque también están las mieloblásticas (20%) y las formas crónicas que representan menos del 5% en pediatría.
La enfermedad se manifiesta generalmente con palidez, dolor de huesos y articulaciones, fiebre, sangrado e infecciones severas. Al examen físico, el niño presenta aumento del tamaño del hígado y del bazo, ganglios agrandados en cuello, axilas e ingles, palidez, manchas rojas en la piel (petequias) y taquicardia.
El diagnóstico se hace por punción y aspiración de la médula ósea, y el material debe ser estudiado por un laboratorio con experiencia de citogenética e inmunología. Estos pacientes representan una emergencia. El tratamiento que se utiliza es la quimioterapia, mientras que a algunos pacientes de alto riesgo se les indica el trasplante de médula.
En segundo lugar, los tumores sólidos más frecuentes en los niños son los de cerebro y de la médula espinal, que representan el 19%. Se manifiestan generalmente con dolor de cabeza, vómitos explosivos o en chorro, dificultad para caminar y, en los lactantes, aumento del tamaño de la cabeza. También se pueden presentar con parálisis muscular, debilidad en piernas y brazos, y cambios en la sensibilidad. Otras manifestaciones son la aparición temprana de caracteres sexuales y la diabetes insípida, que se caracteriza por la ingesta exagerada de agua y la eliminación de grandes volúmenes de orina. Existen muchos tipos diferentes: el más común es el meduloblastoma y los tumores de células de la glía como astrocitomas y gliomas son los menos frecuentes. El tratamiento, en general, incluye cirugía, quimioterapia y radioterapia. El pronóstico depende del tipo de cáncer y de su localización.
El tercer tumor en frecuencia (13%) es el linfoma, nombre que recibe porque aparece en el sistema linfático, el tejido que produce y almacena células que combaten las infecciones. Existen dos variedades, llamadas Enfermedad de Hodgkin (40%) y No-Hodgkin (60%). Los síntomas son: aumento en el tamaño de los ganglios de cuello, axila e ingle, cansancio, pérdida de peso, sudoración nocturna, picazón, fiebre prolongada, dolor y distensión abdominal, vómitos y diarrea. Puede diseminarse al sistema nervioso o a la médula ósea. El tratamiento es la quimioterapia. En algunos pacientes con alto riesgo está indicada la radioterapia. Tiene buen pronóstico, entre el 60% y 95% de los niños se curan.
Otros menos comunes
Los tumores de partes blandas (6%) son más frecuentes en los menores de 10 años. El tipo más común es el rabdomiosarcoma y afecta a todas las partes blandas del cuerpo. Se exterioriza como una tumoración con dolor y, dependiendo de su localización, puede presentarse con dificultad para orinar, constipación o protrusión del ojo. El tratamiento comprende quimioterapia, radioterapia y cirugía y el porcentaje de curación es de 40% a 80%.
Por su parte, el neuroblastoma (6%) se observa en mayor medida en menores de 4 años. Afecta los ganglios del sistema nervioso simpático, incluida la glándula suprarrenal en el 75% de los casos. Se observa como una masa en el abdomen o en el tórax. Son frecuentes las metástasis en los huesos (provocan dolores importantes), hígado, médula ósea y piel. Pueden cursar con sudoración, dolor de cabeza, irritabilidad, edema de párpado y protrusión del ojo. El tratamiento consiste en quimioterapia, cirugía y radioterapia; en algunos casos de alto riesgo se realiza un trasplante de médula ósea. Entre el 35% y 90% de los niños se curan.
Los tumores de riñón (5%) se presentan con mayor incidencia en menores de 4 años, siendo el de Wilms el tipo más frecuente (90%). Los padres suelen palpar una masa abdominal; el niño puede presentar dolor y raramente sangre en orina. Con frecuencia, el estado general es muy bueno. El tratamiento incluye quimioterapia, cirugía y radioterapia. Entre el 75% y 90% de los niños se curan.
Los tumores de hueso más comunes son el osteosarcoma y el Sarcoma de Ewing (5%), con una mayor incidencia después de la primera década de la vida. Se manifiestan con dolor, tumoración o inflamación de las partes blandas. Los signos y síntomas pueden ser intermitentes. El tratamiento incluye la quimioterapia y la cirugía (que puede involucrar la amputación del miembro afectado); para el sarcoma de Ewing se agrega la radioterapia. Entre el 50% y 80% de los niños se curan.
Finalmente, otros tumores menos frecuentes son el retinoblastoma (3%), los de células germinales (3%) y los carcinomas.
Asesoramiento médico: Dra. Cynthia Vartalitis – Médica pediatra FUNCEI