Cómo hablar del cáncer con los hijos

Decir es mejor que ocultar, porque hasta los más chicos perciben cambios de rutina y pueden imaginar un escenario más grave. No es necesario dar toda la información de una sola vez, pero sí la suficiente para que el chico no crea que “es su culpa”.

Hacer frente a un diagnóstico de cáncer no es nada fácil: de repente, aparecen temores, ansiedad y angustia sobre lo que vendrá. Muchas veces, al mismo paciente le resulta difícil encontrar la manera de cómo procesar internamente una noticia de este tipo. Y, mientras se ven trastocados la rutina y el orden de prioridades, surge la pregunta sobre cómo manejar el tema con los hijos.

 

Algunos adultos consideran que los chicos son muy pequeños como para recibir información sobre una enfermedad de este tipo. No quieren generarles preocupación alguna y piensan que sería mejor que siguieran con sus vidas como si nada ocurriese. Otros ven al cáncer como un problema exclusivamente de adultos, que no debe ser hablado con los niños. En cuanto a los más chiquitos, muchos creen que no serían capaces de comprender el alcance de la enfermedad, con lo cual no sería necesario contarles nada.

 

Sin embargo, los chicos, incluso los más pequeños, perciben si hay algún inconveniente en la familia: ven que ha cambiado su rutina, que por ejemplo la madre ya no va a buscarlos al colegio, notan que está más cansada, que se ha modificado su aspecto. En estos casos, no hablar del tema y dejar la situación librada a la imaginación del niño podría llevarlo a pensar escenarios mucho más graves o atemorizantes que la realidad misma. Es más, el chico podría enterarse a través de otras personas o por escuchar una conversación y, luego, construir una imagen distorsionada.

 

Por la mente de un niño pueden pasar muchas cosas, quizás absurdas para un adulto, pero que para aquél permiten explicar una realidad que se les presenta. Así, podrían suponer que como se portaron mal, su madre o su padre contrajeron la enfermedad. También podrían pensar que el cáncer es contagioso y que ellos también lo contraerán. Si se trata de un niño más grande, que ya cuenta con información sobre la enfermedad o que tiene amigos que han atravesado la misma situación, aquél tal vez piense que su familiar morirá, aunque en su caso se trate de una forma de cáncer más benigna que tiene altas probabilidades de cura.

 

Por eso, siempre será mejor hablar con los chicos de manera abierta y sincera, y darles información sobre el cáncer en general y sobre la situación particular del familiar enfermo. Desde luego, cuánta información se proporcionará y cuál será su grado de complejidad dependerá de la edad del niño. En definitiva, lo que es importante es que el chico sepa qué está sucediendo en su casa.

 

No es necesario transmitir toda la información al mismo tiempo ni sobrecargarlos de datos, como tampoco hacer conjeturas. Será mejor dar un panorama general sobre la enfermedad, dónde está localizada, qué efectos provoca y qué tratamiento se seguirá, por ejemplo. No es recomendable contarles sobre procedimientos que se realizarán mucho más adelante, dado que esto puede generar ansiedad en los chicos, sobre todo los más pequeños, que tienen una noción distinta del tiempo. Es preferible ir actualizándoles la información a medida que vaya surgiendo.

También puede resultar muy útil anticiparse a los posibles pensamientos de los chicos y explicarles que ellos no tienen la culpa, que el cáncer no es contagioso, que el hecho de que su padre o madre sufran la enfermedad no significa que ellos vayan a tenerla. Además de responder a sus dudas, los niños deben saber que pueden hablar del tema cuando lo necesiten y con quien se sientan más a gusto (tal vez otro familiar, un psicólogo u otro amigo, por ejemplo, si se trata de un adolescente).

 

Ante todo, hay que brindar un entorno de contención, en el cual el chico entienda por qué se producen cambios en su familia, qué es lo que puede suceder, qué ajustes habrá que hacer en su rutina, que siempre habrá alguien que se ocupe de él, que no se quedará solo. Muchas veces sirve practicar la conversación, anticipar preguntas que el chico podría realizar y pensar qué respondería uno.

 

Es probable que, frente a esta nueva situación, el chico manifieste sus sentimientos a través del habla o que lo haga mientras juega, que presente cambios en su conducta o en sus hábitos alimentarios. Pero haber tenido una charla sobre el cáncer y demostrar que hay espacio para el diálogo, sin duda, le dará al chico la oportunidad de plantear sus preocupaciones y evitará que intente ocultar sus sentimientos. Y si uno cree que no podrá o no sabrá manejar la situación, siempre se puede recurrir al consejo de un experto para acompañar a los chicos en este proceso y darles tranquilidad y afecto.

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