Una alimentación saludable contribuye a la creación de un ambiente laboral moderno. Considerando que un trabajador pasa más de un tercio del día fuera del hogar, consume en su trabajo no menos de dos comidas diarias, además de las colaciones.
En la Argentina, el tema aún no ha logrado tener entidad en la agenda de las empresas y son pocas las que históricamente se han ocupado del tema. No obstante, en los últimos años se verifica una preocupación creciente.
Una dieta balanceada mejora el rendimiento del trabajador y disminuye considerablemente los costos empresariales. Se ha comprobado que fomentando el consumo de frutas y hortalizas, la disminución de grasas y sodio, y la promoción del ejercicio, no sólo mejora la calidad de vida sino que reduce significativamente el ausentismo laboral. Según la OMS, “los programas de actividad física y alimentación saludable en el ámbito del trabajo pueden reducir en el corto plazo el ausentismo de 6 a 32%, los costos de salud entre 20 y 55% e incrementar la productividad entre hasta un 52%”.
Debiera concebirse al ámbito laboral como uno de los sitios donde puede trabajarse el cambio de hábitos alimentarios, aceptando que resulta imposible pretender que un trabajador se alimente adecuada y saludablemente y realice actividad física, sin incorporar dichas rutinas a la jornada laboral. Desde el punto de vista nutricional, el rendimiento intelectual se logra a partir de un aporte de glucosa (el cerebro necesita entre 80 a 100 gr de glucosa por día) Esta debe ser ingerida a lo largo del día, no toda junta ni tener grandes ayunos. También es muy importante la vitamina B, que ayuda a metabolizar la energía, y los complejos antioxidantes: betacaroteno, vitamina E, zinc, selenio, manganeso, hierro presentes en una alimentación rica en frutas y verduras.
Otros factores determinantes en el rendimiento laboral están vinculados a la higiene de los alimentos, el tipo de dieta acostumbrada y las cantidades por comida.
Dietas bajas en calorías reducen la capacidad de rendimiento y pueden perjudicar la salud. La carencia de alimentos básicos a mediano o largo plazo, da lugar a déficits nutritivos con efectos indeseables para el organismo. Por el contrario, el exceso calórico lleva al sobrepeso y a la obesidad, aumentando el riesgo de lesiones en músculos o articulaciones o, lo que es más alarmante, los problemas metabólicos: alteraciones de los niveles de azúcar y grasas en sangre, hipertensión, tan comunes en nuestra población.
Saltearse comidas o realizar sólo dos al día, también influye de forma negativa en el funcionamiento de nuestro organismo. Las raciones frugales o, por el contrario, muy copiosas, pueden producir una disminución en los niveles de de azúcar en sangre (hipoglucemias) o somnolencia y molestias digestivas respectivamente, lo que perjudica el rendimiento tanto físico como intelectual.
Si no se cuida la higiene de los alimentos, aumenta el riesgo de que se produzcan intoxicaciones de origen alimentario tales como la salmonelosis.
El estrés y la alimentación en el trabajo
El estrés es toda demanda física o psicológica fuera de lo habitual y bajo presión, que provoca un estado de ansiedad en el organismo. Si se maneja un ritmo de vida vertiginoso, es importante cuidarse y vigilar la dieta. El estrés no es algo hereditario sino que es causado por los eventos de la vida diaria. Además de situaciones de presión en el trabajo, se puede padecerlo en otros ámbitos como en los estudios, el cierre de una relación amorosa o las preocupaciones familiares, por sólo nombrar algunas causas.
Café: una compañía de la que hay que tomar recaudos
Todo momento de descanso o de cansancio es un buen motivo para un café. De esta manera el consumo de la bebida a lo largo del día se hace reiterado, muchas veces con el fin de sobrellevar el malestar físico provocado por cansancio. Sin embargo si uno sufre de dolor de cabeza, la infusión puede contribuir a empeorar esta dolencia.
La cafeína en el organismo estimula la producción de insulina, hormona que almacena los azúcares o carbohidratos que se encuentran en la sangre en forma de grasa. Cuando abusamos del consumo de este tipo de productos, disminuyen los niveles de azúcar en sangre, lo que provoca deseos de volver a comer. También nos incita al consumo de alimentos ricos en carbohidratos que terminan por almacenarse en forma de grasa.
Estudios preliminares de la Universidad Católica de Nimega (Países Bajos) sugieren que el consumo moderado de café aumenta el riesgo de una sensibilidad disminuida a la insulina, es decir, de la incapacidad de procesar de forma eficiente la glucosa, una situación que se considera precursora de la diabetes. La cafeína puede contribuir, además, al desarrollo de osteoporosis a través de un mecanismo de sustracción excesiva de calcio de los huesos.