Por los Dres. Gabriel Baño y Pablo Elmassian.*-Cada año, la conmemoración del Día Mundial de la meningitis nos ofrece a los médicos una valiosa oportunidad para recordar a la comunidad algunas nociones importantes sobre esta grave enfermedad, que produce una inflamación de la membrana meníngea que rodea al cerebro.
Si bien se trata de una afección relativamente poco frecuente, tiene una alta mortalidad (del 4 al 27%) y puede dejar graves secuelas, como sordera, daño cerebral irreversible o amputaciones. Estas características la convierten en una patología muy relevante.
Aunque puede ocurrir a cualquier edad, los grupos con mayor riesgo de enfermarse son los lactantes, niños y adolescentes.
Las causas
La meningitis puede tener diferentes orígenes. Las más frecuentes son las infecciones producidas por virus y por bacterias, siendo estas últimas las que generan los casos más graves, con mayor mortalidad y ocurrencia de secuelas. Si bien varias bacterias pueden producir la patología, las más habituales son el neumococo, el meningococo y la Haemophilus influenzae. Muchos de estos microorganismos colonizan la vía aérea superior de individuos sanos, que actúan entonces como reservorios de la enfermedad y la contagian a otras personas. La transmisión se produce a través de las secreciones respiratorias, como la saliva o las gotitas expulsadas al estornudar o toser.
Los síntomas
Al principio, el cuadro de meningitis puede confundirse con un resfrío o una gripe. Puede producir fiebre alta, dolores de cabeza y musculares, náuseas y vómitos. Pero estos síntomas tienen algunas características que pueden hacer sospechar una infección de las meninges: la fiebre es alta y no cede con los medicamentos antitérmicos habituales, los dolores de cabeza son muy fuertes, más de lo que alguna vez sintió la persona afectada, y los vómitos son muy intensos (a chorro). Posteriormente, aparecen otras manifestaciones: sensibilidad a la luz (fotofobia), rigidez o dolor de cuello y, en las etapas más avanzadas, erupción en la piel, infección generalizada (sepsis) y coma. En los lactantes y niños más pequeños, la enfermedad puede originar fiebre alta, irritabilidad, rechazo del alimento y marcada tendencia al sueño.
Es importante remarcar que la meningitis evoluciona muy rápido, en el trascurso de horas, lo que demuestra que es de vital importancia conocer los síntomas más tempranos y consultar en forma inmediata al médico, para que inicie el tratamiento lo antes posible. Un paciente con sospecha de la enfermedad debe ser internado. Para tratarlo, se utilizan antibióticos. Si éstos se administran en forma rápida y precoz, mejora la evolución y el pronóstico de la patología. Una vez confirmado el diagnóstico, se debe informar a la escuela, al trabajo o los contactos cercanos del enfermo para que puedan tomar precauciones, que se realizan con antibióticos que varían según el agente infeccioso.
Medidas preventivas y vacunas
El lavado de manos es una herramienta crucial para evitar el contagio que, como se mencionó, se produce a través del intercambio de saliva y otras secreciones respiratorias. Por ello, debe realizarse en forma adecuada y reforzarse como hábito saludable.
Por otra parte, existe una serie de vacunas que protegen contra varios de los agentes infecciosos que más frecuentemente producen meningitis. El Calendario Nacional de Vacunación (CNV) incluye las vacunas contra Haemophilus influenzae, que se aplican a los dos, cuatro, seis y 18 meses.
Las vacunas conjugadas (10- y 13-valente) y polisacáridas (23-valentes) previenen las infecciones que causa el neumococo. Las primeras pueden aplicarse a los lactantes y niños, a partir de los dos meses de vida. La vacuna conjugada 13-valente se incorporó en 2011 al CNV y requiere tres dosis, a los dos, cuatro y 12 meses. Las vacunas polisacáridas están indicadas a partir de los 2 años de vida y pueden recibirlas niños, adolescentes, adultos y adultos mayores. Aunque no es obligatoria, se recomienda la inmunización a las personas con factores de riesgo, como, por ejemplo, las alteraciones de la inmunidad.
También existen diferentes vacunas que protegen contra el meningococo y que, si bien no están incorporadas al CNV, son una herramienta muy importante para prevenir la meningitis. Las vacunas conjugadas contra el meningococo serogrupo C pueden aplicarse a partir de los dos meses de vida. También hay inmunizaciones conjugadas tetravalentes contra los meningococos serogrupos A, C, Y y W135, que pueden aplicarse a partir de los nueve meses o los dos años de vida, según la marca comercial. Todavía no contamos con una vacuna conjugada que proteja contra el serogrupo B, pero sí con una polisacárida contra los serogrupos B y C. Es de origen cubano y puede aplicarse a partir de los cuatro años.
En resumen, conocer los aspectos claves de la meningitis, para poder detectarla y actuar a tiempo, y cumplir con el lavado de manos riguroso y los esquemas de vacunación recomendados son las mejores estrategias que tenemos hoy para combatir esta grave enfermedad.
Los autores son profesionales de Stamboulian Servicios de Salud.