De cada 100 pacientes hospitalizados en países en vías de desarrollo, al menos 10 adquirirán una infección. Así lo indica un reporte publicado en 2011 por la OMS. Al analizar la situación en los países desarrollados, la cifra solo desciende a siete, y pone de manifiesto que se trata de un problema de salud pública global.
Pero la realidad es aún más compleja: estas infecciones también pueden afectar a personas que pasaron por un centro de salud sin requerir una internación. “Es el caso, por ejemplo, de un paciente va a una guardia, donde se le hace un procedimiento invasivo, como colocarle una sonda vesical. Al volver a la casa, puede desarrollar una infección urinaria, secundaria al procedimiento”, relata a DocSalud.com el doctor Rodolfo Quirós, jefe del Servicio de Infectología, Prevención y Control de Infecciones del Hospital Universitario Austral.
Por eso, desde hace una década ya no se habla de infecciones hospitalarias sino de infecciones asociadas al cuidado de la salud (IACS). “Es una extensión del concepto –aclara Quirós–. Inicialmente, la vigilancia de estas enfermedades se concentraba en las instituciones y entonces se las llamó hospitalarias o nosocomiales. Pero se acuñó el nuevo nombre, conforme la vigilancia se fue expandiendo al seguimiento de los pacientes de riesgo fuera del ámbito sanatorial, alcanzando a la atención ambulatoria y a los sitios de cuidado de pacientes crónicos, como centros de rehabilitación o geriátricos.”
“El riesgo de adquirir una infección de este tipo es una probabilidad difícil de medir”, agrega la doctora Lucía Daciuk, coordinadora de la Comisión de Infecciones Asociadas al Cuidado de la Salud y Seguridad del Paciente de la Sociedad Argentina de Infectología. Y explica que depende de diversos factores: la susceptibilidad de la persona (en la que influye su inmunidad y otras enfermedades de base que pueda tener), su edad, el uso de dispositivos invasivos, la hospitalización y el uso prolongado de antibióticos, la realización de procedimientos o intervenciones de alto riesgo, y las características del entorno y del agente patógeno. Además, señala que el personal de la salud también se encuentra expuesto, aunque en menor grado. “Si bien existen medidas de protección, como vacunas y barreras físicas (guantes, camisolines, barbijos y gafas de seguridad), el problema es que no siempre se usan”, acota Quirós.
Aunque las IACS son un problema difícil de erradicar, según remarca el experto, no puede decirse que sean más severas que las infecciones adquiridas en la comunidad, desde el momento que existen infecciones graves tanto en el ámbito hospitalario como fuera de él. “Por ejemplo, las infecciones urinarias adquiridas en el hospital suelen ser de fácil manejo y no representan un riesgo importante para el paciente. Por otro lado, hay infecciones en la comunidad mucho más severas, como la meningitis, que también pueden producir la muerte. En términos generales, diría que las IACS son más complejas, por el impacto en los costos asistenciales y en los días de internación, y por el aumento en la mortalidad que producen con respecto a pacientes no infectados internados en la institución. Además, los gérmenes que las causan pueden ser difíciles de manejar, porque desarrollaron resistencia a los antibióticos”, detalla el especialista.
La importancia de la higiene de manos
Daciuk afirma que es importante que las instituciones cuenten con un programa de prevención, control y vigilancia de estas infecciones, y que las autoridades sanitarias destinen los recursos y la capacitación necesarios a tal fin. En este sentido, Quirós enfatiza: “El Hospital Austral es el único de Argentina que realiza una vigilancia global, es decir, el seguimiento de todas las IACS en la institución. Tenemos un programa exhaustivo y amplio de vigilancia, prevención y control de infecciones, que demanda recursos, esfuerzos y muchas estrategias para poder detectarlas”.
Entre las medidas implementadas, la más importante es la higiene de manos. Se suman las estrategias de aislamiento para evitar la transmisión de gérmenes entre pacientes y al personal de la salud, la limpieza de los ambientes y el uso adecuado de antimicrobianos, la realización de procedimientos médicos seguros y la vacunación del personal.
“Es fundamental respetar y cumplir las normas básicas de higiene y lavado de manos, dentro y fuera del hospital. Es la medida más importante para evitar la transmisión de microorganismos entre los pacientes”, subraya Daciuk y agrega que los profesionales deben higienizarse las manos antes y después de atender a una persona, o de realizarle algún procedimiento, como colocarle un catéter o una sonda vesical. También luego de tocar algún elemento en el entorno del enfermo o de tomar contacto con su sangre, fluidos corporales, secreciones y excreciones, o con equipos y artículos contaminados por ellos, incluso después de quitarse los guantes. Puede utilizarse agua y jabón común, antisépticos o alcohol en gel.
Quirós indica que para lograr que los profesionales de la salud adhieran a la higiene de manos, el Hospital Austral lanzó en 1999 un programa institucional que se refuerza con campañas anuales para estimular este hábito. “Además, ahora estamos trabajando con los pacientes: les transferimos la responsabilidad de recordarle al personal que higienice sus manos. Es algo que parece innecesario, porque los médicos y enfermeros deberían saberlo, pero no está de más hacerles acordar”, acota y remarca que en esa institución hoy el cumplimiento global de la medida llega al 75% y asciende a más del 85% en las áreas más críticas, como las unidades de cuidados intensivos. “Entendemos que tenemos que alcanzar el 100%, pero a veces es muy difícil lograrlo en una única etapa”, admite.
Para reforzar el rol clave del paciente, explica que además de educarlo sobre la importancia de esta medida, se le entrega junto con la comida un sobre con alcohol en gel, para que tenga acceso a este producto mientras está internado. Asimismo, se le informa qué hábitos tiene que exigirle a quienes lo atienden, tanto dentro como fuera de la institución. “Es el paso final en el que estamos embarcados, hacer que el paciente sea parte del equipo de salud. Cuando la persona debe continuar recibiendo atención domiciliaria, que no depende del Hospital, antes del alta le damos un instructivo de cómo debe exigir el cuidado y así evitamos que vuelvan con una infección. El paciente no deja seguir al enfermero si ve algo que no está haciendo bien”, asegura.
También es fundamental que los familiares y las demás personas que acuden a un centro de salud cumplan de manera estricta las indicaciones sobre higiene de manos que debe brindarles el personal. Cuando corresponda, deberán además aprender a usar en forma adecuada los elementos de protección. “Es cierto que es algo que se enseña en un primer momento y que luego es más difícil de controlar cuando los familiares van rotando”, reconoce Quirós.
Sobre las medidas que los familiares deben tomar al volver al hogar, el infectólogo aclara: “Los microorganismos que están dentro del ámbito hospitalario y pueden representar un riesgo para los pacientes son básicamente aquellos que se pueden transmitir por contacto. Habitualmente, no quedan en la ropa. Y si lo hacen, en la casa no suele haber pacientes de riesgo como en el hospital. Es decir, se debe juntar el germen con una persona que esté con bajas defensas como para desarrollar la infección”. Pero advierte: “Eso no quita que se deba higienizar las manos”.