Cerca de 35,6 millones de personas en el mundo padecen demencia, una cifra que se estima se duplicará de aquí a 2030 ( y superar&aaaacute; los 65,7 millones) y se triplicará hasta 2050 (115,4 millones) a causa del aumento de la población y del incremento de la longevidad. Así lo confirmaron representantes de organismos internacionales durante la presentación de un nuevo informe.
En la actualidad, entre dos y ocho personas de cada cien mayores de 60 años que hay en el mundo sufren demencia. Los casos se producen en todos los países, pero se dan más en personas que viven en países con ingresos medios o bajos (58%), una proporción que se estima que aumentará en un 25 por ciento debido a la cada vez mayor longevidad en dichas naciones.
«Tenemos que parar esta epidemia porque las consecuencias para los sistemas públicos de salud pueden ser catastróficas. Calculamos que hay un nuevo caso de demencia cada cuatro segundos, lo que significan 7,7 millones cada año, cuando hace una década era uno cada diez segundos», alertó en rueda de prensa Marc Wortmann, director ejecutivo de la entidad Enfermedad de Alzheimer Internacional (ADI).
Este organismo y la Organización Mundial de la Salud (OMS) elaboraron un informe titulado «Demencia: una prioridad de salud pública», en el que se desgrana la evolución y las tendencias de una enfermedad que aumenta de forma exponencial.
Tres causas explican esta progresión: el estricto crecimiento de la población, el aumento general de la longevidad y el incremento de la detección de la enfermedad gracias a mejores métodos de diagnóstico.
La demencia es un síndrome, generalmente crónico, que provoca un deterioro de las funciones cognitivas mayor al causado normalmente por el envejecimiento. Afecta a la memoria, al razonamiento, la orientación, la comprensión, el cálculo, la capacidad de aprendizaje, el lenguaje, el comportamiento y la aptitud de realizar las actividades cotidianas. El mal de Alzheimer es la causa más corriente de demencia y es el origen de casi un 70% de los casos.
ADI y la OMS estiman que tratar de intentar mejorar la calidad de vida de las personas afectadas por la demencia cuesta anualmente 604.000 millones de dólares. Este monto es la suma de los costos de los tratamientos médicos y paliativos y de los ingresos que dejan de percibir tanto los enfermos como las personas que están a cargo de ellos.
Tan sólo ocho países en el mundo tienen un programa nacional de lucha contra la demencia, lo que dificulta la detección precoz, uno de los principales escollos en la lucha contra la enfermedad, según el informe. La ausencia de diagnóstico es un problema mayor, e incluso en los países de altos ingresos la enfermedad sólo se detecta de forma temprana entre un quinto y la mitad de los casos. En general, se percibe cuando está en una etapa avanzada.
«No tenemos una cura para la enfermedad pero un diagnóstico precoz permite empezar tratamientos que pueden alterar el proceso de deterioro y explicar a la familia los extremos de la dolencia», señaló Sheckhar Saxena, director de salud mental de la OMS.
Además de la mejora en la detección, el informe propone una sensibilización general ante la enfermedad para que deje de ser un estigma que contribuye al aislamiento social tanto del enfermo como de su cuidador. De hecho, el texto recuerda que las personas se ocupan de los enfermos de demencia están particularmente expuestas a padecer transtornos mentales, como la depresión o la ansiedad.
Asimismo, los cuidadores, que en su amplia mayoría son cuidadoras, se enfrentan a dificultades económicas porque deben dejar de trabajar o reducir su jornada laboral para poder atender a los enfermos.