Por Andrés Franco, representante de UNICEF en Argentina.- Los accidentes de tránsito en las provincias de San Luis y Buenos Aires nos conmovieron profundamente y nos recordaron que la vida de cada chico, debe transcurrir en entornos protectores. El hogar, la comunidad, la escuela, un auto, un micro o una autopista son lugares cotidianos para los chicos. Y su derecho a la vida estará protegido cuando nos movilicemos, con un cambio social y de manera colectiva, para asegurarnos que cada uno de estos entornos sea un entorno protector.
Las lesiones por accidentes son un problema de salud pública porque afectan de manera grave el desarrollo social y económico de amplios sectores de la población. Se estima que cada año millones de personas quedan con secuelas transitorias o permanentes de discapacidad que determinan restricciones en las funciones físicas y psicosociales y disminuyen su calidad de vida. Esto se suma al hecho de que en Argentina, los accidentes de tránsito son la primera causa de muerte en la población de 1 a 45 años y la causa de fallecimiento de 3 de cada 4 chicos entre los 15 y los 24 años.
En términos económicos se calcula que las lesiones ocasionadas por el tránsito insumen entre el 1% y 2% del PNB de un país. Los costos anuales pueden llegar a la suma de US$ 517,8 mil millones globalmente y de US$ 64,5 mil millones en los países de ingreso medio y bajo, una cifra que excede el monto que estos países reciben en concepto de asistencia para el desarrollo. En Argentina, el Instituto de Seguridad y Educación Vial (ISEV) estimó que durante el 2010 se gastaron US$ 827 millones para enfrentar las lesiones causadas por el tránsito mientras que la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV) calculó que en el mismo año fallecieron 4.162 personas.
El entorno protector para un chico se ve afectado por el crecimiento no planificado de la urbanización, la ausencia de una adecuada infraestructura y la falta de un correcto marco regulatorio. Aquí la responsabilidad es del Estado.
Pero también los ciudadanos tenemos responsabilidades en la construcción de ese deseado entorno protector. La conducta humana adecuada (usar el cinturón de seguridad, no conducir bajo el influjo de alcohol u otras sustancias tóxicas, etc.) se determina con medidas de prevención que deben aprenderse a edades tempranas y ejercerse toda la vida. Es importante recordar que cuando los niños y niñas viajan en automóvil, deben ir siempre en el asiento trasero y usar una sujeción adecuada para su edad; y cuando viajan en moto deben llevar un casco que se ajuste por debajo del mentón, para que esté firmemente asegurado a la cabeza y cumpla su función de protegerla. Estas medidas de conducta humana requieren ser promovidas y controladas hasta lograr que se cumplan.