Hace cinco años atrás no me hubiera imaginado que iba a estar liderando una organización social, exponiendo en congresos, tomando decisiones que involucran a mucha gente, estudiando o escribiendo notas para que miles de personas puedan leerlas. Hace diez años tampoco imaginaba que iba a tener cáncer. No hace falta decir que nada de esto estaba en mis planes. La enfermedad irrumpió el camino que estaba llevando hasta ese momento generando una enorme movilización interna.
Al principio fue la sorpresa, la incertidumbre, el temor, la ansiedad, las palabras que se desconocen, los tiempos de tratamiento que parecen interminables, la angustia. Pero también apareció la energía para afrontarlo, las ganas de vivir, el desafío, los afectos, las personas que sostienen y ayudan a pasarlo mejor. Son muchas las personas que tendieron su mano y lo hicieron de maneras muy diferentes. Ahora que estoy escribiendo me acuerdo de situaciones y gestos que tenía guardados. Recibí muchísimos llamados, visitas, invitaciones para encuentros, “cafecitos” con amigas donde desplegábamos lágrimas y risas. Hubo gente que me contó que otros estaban rezando o meditando por mi recuperación y me llegaban estampitas y regalitos de personas que nunca conocí. Recuerdo cómo me reconfortaban esas expresiones de afecto. Y así fui transitando el proceso de cirugía, quimioterapia, radioterapia y cinco años de terapia hormonal.
Grupos de apoyo, clave para la recuperación
En algún momento conocí a ese grupo de mujeres que ya habían pasado por lo mismo que yo, habían tenido cáncer de mama y estaban recuperadas. Nos juntábamos una vez por semana para contar lo que nos estaba pasando y para escuchar lo que estaban pasando otras. Nos sentíamos acompañadas, entendidas como con ninguna otra persona. Todas sabíamos de qué estábamos hablando. Todas habíamos sentido y pasado más o menos lo mismo. Era el momento de sacarse las pelucas, mostrar las cicatrices, hablar sobre sensaciones físicas, contarnos cuales eran los temores y angustias, llorar, compartir nuestras dudas, reírnos a carcajadas, tomarnos un tecito, hacernos amigas, dar y recibir.
Escuchar a otras personas que están pasando por situaciones similares, calma, contiene y acompaña. Permite darle a la enfermedad el lugar que corresponde sin que paralice la vida.
Cuando participaba del grupo de apoyo emocional como paciente me ocupaba solo de mi recuperación. Ahora me ocupo de cuidarme y controlarme pero también formo parte de un grupo que quiere transmitirles a las mujeres que recibieron un diagnóstico de cáncer de mama o que están en tratamiento que podemos ayudarlas.
MACMA es una Asociación Civil Sin Fines de Lucro constituida por mujeres que tuvieron cáncer de mama acompañadas por un equipo de profesionales que coordinan las diferentes áreas de trabajo. Uno de sus objetivos es orientar, contener y acompañar a quienes padecen cáncer de mama y a sus familias. Desde hace muy poco tiempo la organización decidió extender su apoyo a quienes tienen cáncer ginecológico. Se ofrece la posibilidad de participar en un grupo o de encuentros individuales, en talleres artísticos o de estética, llevarse una peluca o un pañuelo prestados, recibir orientación e información, recibir el acompañamiento que necesiten. El otro objetivo es concientizar a la comunidad en la importancia de la detección temprana del cáncer de mama y del cáncer ginecológico.
La importancia de la detección temprana
El mes de octubre se tiñe de rosa, se habla o se lee mucho sobre el tema pero lo más importante que debe suceder es que las mujeres se realicen los controles pertinentes para detectar el cáncer de mama en una etapa inicial. Esto permite lograr la recuperación total. Puede no suceder lo mismo cuando se encuentra en etapas avanzadas. En Argentina se detectan anualmente alrededor de 18.000 nuevos casos, siendo el país de Latinoamérica con la mayor incidencia. Una de cada ocho mujeres está en riesgo de padecerlo a lo largo de su vida.
Teniendo en cuenta una serie de cuidados y controles se pueden encontrar lesiones muy pequeñas que tienen muy buen pronóstico de recuperación. Es muy importante adquirir el hábito de la consulta periódica con el médico. Visitar al ginecólogo desde la adolescencia, conocer que existen los médicos especialistas en mamas o mastólogos, realizar los estudios que el médico indique y llevarlos para su evaluación. El médico debe realizar el examen ginecológico y el examen clínico de las mamas (palpación) y luego indicar los estudios según la edad de quien consulta.
Controles que no deben faltar
Hay que recordar hacer una mamografía al año a partir de los 40 años. Es un estudio sencillo, no invasivo, que dura unos pocos minutos y detecta lesiones que aún no pueden palparse.
También es aconsejable el autoexamen mamario mensual como una manera de conocer tus senos para descubrir, al tacto o a la vista, cualquier anomalía que pudiera aparecer. La sugerencia es practicarlo desde los 18 o 20 años, diez días antes o después de menstruar. Para quienes no menstrúan se recomienda elegir un día al mes y repetirlo. Hay que observar si hay diferencias de tamaño entre una mama y otra, si aparece algún bultito en la mama o axila, si hay un hundimiento, si cambia de color la piel o aparecen manchas o erupciones, si aparece secreción irregular por el pezón.
Que el temor no paralice. Ante cualquier duda hay que consultar inmediatamente con el médico. Es importante informarse, hablar sobre lo que está sucediendo, buscar ayuda. En nuestro país la cobertura médica, estatal y privada, para quienes padecen cáncer es del 100 %. Cuidémonos y cuidemos a los demás.
María Alejandra Iglesias es Directora Ejecutiva de Movimiento Ayuda Cáncer de Mama
(MACMA) [email protected] www.macma.org.ar