Cuando la mujer llega a la menopausia natural, la producción de estrógeno disminuye en forma significativa. Aunque otros órganos producen concentraciones bajas de la hormona después del climaterio, estas cantidades solo representan cerca de una décima parte de la que se encuentra en mujeres premenopáusicas. La progesterona está casi ausente en las adultas con el ciclo menstrual interrumpido.
Los médicos pueden recomendar el uso de hormonas menopáusicas para contrarrestar algunos de los problemas asociados generalmente con esta transformación (sofocos de calor, sudores nocturnos, insomnio y sequedad vaginal) o para prevenir algunos efectos a largo plazo que son más comunes entre las mujeres posmenopáusicas, como la osteoporosis.
El suministro de hormonas en esta etapa (a veces llamado terapia de reemplazo hormonal o uso posmenopáusico de hormonas) generalmente comprende el tratamiento con estrógeno solo o una combinación de estrógeno y progesterona o progesterona sintética.
Entre las adultas a las que se le receta esta terapia, quienes se han sometido a histerectomía (cirugía para extraer el útero y, a veces, el cuello del útero o cérvix) reciben solo estrógeno. Las mujeres que no han tenido este procedimiento reciben estrógeno más progesterona, lo cual se sabe tiene menos riesgos de causar cáncer de endometrio (revestimiento del útero).
Las pruebas más contundentes sobre los riesgos y beneficios de estos tratamientos para prevenir enfermedades proceden del Programa Hormonal de la Iniciativa de Salud de la Mujer (WHI), el cual fue patrocinado por el Instituto Nacional del Corazón, Pulmón, y Sangre (NHLBI) y el Instituto Nacional del Cáncer (NCI), que forman parte de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de EEUU. Este esquema de investigación examinó los efectos de las hormonas menopáusicas en la salud de la mujer. El Programa de Hormonas de la WHI comprendió dos estudios: el uso de estrógeno más progesterona sintética para mujeres con útero y el uso de estrógeno solo para mujeres sin útero.
El estudio de estrógeno más progesterona sintética fue interrumpido cuando los investigadores reportaron que los riesgos generales del tratamiento hormonal excedían los beneficios. Descubrieron que el uso de esta medicación aumentaba el peligro de cáncer de mama, enfermedades cardíacas, derrames cerebrales, coágulos de sangre e incontinencia urinaria. Sin embargo, el riesgo de cáncer colorrectal y de fracturas de cadera fue más bajo entre las que tomaron estrógeno más progesterona que en quienes tomaron el placebo. Por otra parte, el estudio de la memoria de la WHI mostró que el estrógeno más progestágeno duplicaban el riesgo de que se presentara demencia en todos sus tipos (incluido el Alzheimer) en las mujeres posmenopáusicas de 65 años y mayores.
La investigación de estrógeno solo de la WHI también fue interrumpido cuando los expertos llegaron a la conclusión de que el estrógeno, tomado solo, aumentaba el riesgo de derrames cerebrales y coágulos de sangre. Al contrario del estudio de estrógeno más progesterona, el riesgo de cáncer de mama disminuyó en quienes eligieron la terapia en comparación con quienes tomaron el placebo.
Un análisis detallado de los datos del estudio de estrógeno más progestágeno de la WHI mostró que, entre las mujeres que tomaron las hormonas, los cánceres de mama eran un poco más grandes y fueron diagnosticados en estadios más avanzados que los cánceres de mama entre las mujeres que tomaron el placebo. Entre las mujeres que tomaron hormonas, el 25,4 % de los cánceres se habían diseminado fuera de la mama a órganos o ganglios linfáticos cercanos, en comparación con el 16,0 % entre las mujeres que no los tomaron.