¿Estamos listos para dejar los pañales?

Por Soledad Llarrull.- El momento es ideal: hace calor y los chicos llevan poca ropa. Pero cada uno tiene su tiempo, y los adultos necesitan paciencia y comprensión. En esta nota con DocSalud.com, especialistas dan claves para el éxito. 

No está nada mal dejar el pañal / sólo hay que pedir, sólo hay que avisar. / Si me arrepiento en el baño, no piensen que fue un engaño. / Solo fue una falsa alarma, quizás tengan que esperar. / Dejemos la causa abierta, mantengamos alerta / y abramos una gran puerta a este triunfo familiar.

Aunque Piñón Fijo le cante a niños y niñas, esta letra lleva también un mensaje para los grandes: les recuerda que son parte fundamental de un proceso que tiene tiempos únicos para cada chico. ¿Se puede entonces aprovechar el verano para incentivarlos, como intentan muchos papis?

“Es frecuente que los padres aprovechen esta época del año para sacar los pañales. Hace calor y, si los chicos no logran contener el pis, no sienten frío. Por otro lado, en este período los adultos pasan más tiempo con sus hijos”, señala a DocSalud.com Raquel Piazza, pediatra de Stamboulian Vacunas. Ana Rozenbaum de Schvartzman, médica psicoanalista y coordinadora del Equipo Interdisciplinario de Prevención del Servicio de Pediatría del Hospital Rivadavia de Buenos Aires, indica que aguardar al verano es una sugerencia tradicional de todo pediatra, y la considera tanto posible como conveniente. “Es muy habitual que los padres esperen. Es más, a veces dilatan la enseñanza del control de esfínteres esperando condiciones climáticas favorables”, agrega.

Pero ambas profesionales remarcan que no conviene adelantar el proceso hasta que la etapa de de desarrollo del niño o de la niña sea la adecuada. “Si los chicos no han alcanzado la edad madurativa biológica y  emocional para el control de esfínteres, no hay que forzarlos, porque no lo lograrán”, explica Piazza. Rozenbaum añade: “A partir de los dos años, los niños ya pueden empezar a controlar. Pero, si lo hacen más adelante, no significa nada patológico desde el punto de vista evolutivo; solo es más trabajo para los padres”.

Es que algunos chicos pueden adquirir el control a los cuatro o cinco años y, como puntualiza Piazza, toda patología que lleve algún grado de retraso madurativo también provocará demoras. Por eso, Josefina Saiz de Finzi, psicoanalista especializada en niños y adolescentes, y miembro titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina, resume: “La estación del año no es determinante. Si coincide con el verano, padres e hijo jugarán y ensayarán”.

Cómo saber si el niño está preparado

Según explica un documento elaborado por Mónica Oliver, médica psiquiatra y psicoanalista infantil, y jefa del Servicio de Salud Mental Pediátrica del Hospital Alemán, alrededor de los dos años de vida convergen varios pasos en el desarrollo de un chico: superó la excitación de caminar y está listo para sentarse; entiende palabras, expresiones y secuencias de acción; reconoce su pelela; se encuentra identificado con los adultos que lo rodean y comienza a guardar sus cosas y a aminorar su negatividad.

“El niño fue experimentando un cambio radical; pasó de ser un bebé dependiente a ser un niño voluntarioso, que anda, habla, juega, piensa y razona. Siempre es conveniente esperar a que tenga noción de qué se espera de él y esté listo para hacerlo”, detalla la especialista en el archivo, obtenido del sitio en Internet de la Sociedad Argentina de Pediatría.

También aclara que el comienzo del jardín de infantes es un importante estímulo, pero que hay que estar atentos a que no haya otras exigencias o situaciones estresantes. Además, es conveniente que el chico ya no use mamadera ni chupete. Piazza enumera otros indicios a tener en cuenta: que el niño o la niña tengan cierto grado de habilidad como para bajarse la ropa interior, que se sientan incómodos con el pañal puesto o que pasen más tiempo sin mojarlo.

Paso a paso

El proceso de sacar los pañales necesita hacerse de manera progresiva, esperando a que el niño atraviese las distintas etapas. Sobre esta evolución, el documento de Oliver dice: “En primer lugar, deben ser capaces de percibir que han hecho pis o caca, y de transmitirlo: ‘me hice pis’. Luego, pueden percibir y transmitir que están por hacerse pis o caca, pero son aún incapaces de retener y controlar: ‘me estoy haciendo pis’. Más adelante, pueden retener y decidir la expulsión, que les da placer, interrumpir y recomenzar: ‘quiero hacer pis’”.

Pero, ¿cómo lograrlo? “Todo medio es válido de acuerdo a la singularidad de cada familia”, responde Rozenbaum. Algunas sugerencias de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) son: comprar una pelela –que, al comienzo, es más cómoda y simple de usar que el adaptador para inodoro–, decidir con qué palabras se llamarán las excretas durante el proceso de control y usarlas durante la enseñanza, y colocar al niño ropa suelta y fácil de sacar. Otros recursos a los que se suele apelar son el papel higiénico infantil o la ropa interior divertida.

Para ayudar a que el niño se acostumbre a la pelela, SAP propone empezar por sentarlo vestido y repetir la acción varias veces al día, como parte de un juego. Cuando ya pudo hacer sus necesidades en ella, también puede resultar la sugerencia de Piazza: acompañarlo, sentarlo y quedarse unos minutos con él para crearle el hábito, incluido el del posterior lavado de manos.

Además, hacer que los chicos observen a sus hermanos en el baño y estimular la imitación es otro consejo frecuente. Pero en este sentido, Saiz advierte sobre las comparaciones: “No es un método de ayuda, sino que puede descalificar al niño en sus posibilidades”. Finalmente, los adultos deberían estimular a sus hijos para que avisen cuando quieran usar a la pelela –sin esperar resultados inmediatos–, y estar atentos y responder al pedido. Recién cuando el niño haya logrado el control diurno, conviene comenzar con la enseñanza en las noches y siestas. “A medida que se sienten seguros e incorporan el control de esfínteres, pasan más horas con los pañales nocturnos secos y ahí es el momento de sacarlos de manera definitiva”, indica Piazza.

Sobre el rol de mamá y papá, la pediatra opina: “Es importante recordar que los chicos los imitan. Ambos pueden y deben participar del proceso”. Y les sugiere que lleven a sus hijos al baño, para que los varones aprendan mirando al padre y las nenas a la madre.

En todo momento, es clave que los adultos adopten una actitud positiva y cuidadosa hacia el control de esfínteres. Deben estimular –sin exagerar– a sus hijos y felicitarlos por cada logro, pero no retarlos si ocurren accidentes. Se recomienda, además, evitar las peleas y los recordatorios excesivos. “Cada caso es singular y a los padres les conviene estar alerta y observar los estados de ánimo del niño en estas circunstancias. El logro del control de esfínteres debe ser una fiesta y no una experiencia traumática”, remarca Rozenbaum.

Avances y retrocesos

De acuerdo con SAP, luego de una semana de usar con éxito la pelela, el niño puede usar ropa interior. Si no es capaz de mantenerse seco, se puede recurrir otra vez a los pañales por dos o tres meses. “Son habituales los avances y retrocesos –asegura Piazza y continúa–. El ejemplo más común es el nacimiento de un hermano, en donde se observa que algunos chicos que controlaban esfínteres dejan de hacerlo y vuelven a los pañales. Es una etapa esperable y transitoria.” Saiz coincide y explica: “En el crecimiento mental, retroceder se entiende como un momento necesario para fortalecer el sistema psíquico y luego dar el salto más seguro”. Pero cuando el ni&ntilntilde;o deja de controlar esfínteres de manera sostenida en el tiempo, es recomendable consultar con el pediatra de cabecera, quien evaluará la conducta a seguir.

Piñón Fijo está en lo cierto entonces: los padres deberían recordar siempre que el control de esfínteres es un proceso que requiere que sean pacientes y comprensivos. “Si están atentos y observan el momento en que su hijo les da señales de su propio tiempo singular, pueden no anticiparse con sus propios deseos de verlo ya grande y esperarlo”, puntualiza Saiz. También alerta que al infantilizarlo, pueden confundirlo y no confiar en el momento natural de la separación y posterior duelo que todo cambio conlleva. “Las  consecuencias pueden no ser visibles, pero forman parte de una serie de atribuciones que los padres se toman sin tener en cuenta al niño o la niña. Dejar los pañales es una culminación de factores donde la confianza de los chicos se pone a prueba”, concluye.

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