Hace más de 2.000 años, varios textos chinos ya describían 46 minerales diferentes de uso medicinal. Las aplicaciones terapéuticas de estas sustancias, y de muchas rocas, también eran conocidas para los antiguos griegos y egipcios. Incluso, los “libros de recetas” de medicinas de estas y otras numerosas culturas trataban en forma extensa sobre los minerales del arsénico, cuyos efectos sobre la salud Hipócrates (460-377 a.C.) describió como “corrosivos y causantes de quemaduras en la piel e intensos dolores”.
Hoy, estas publicaciones y especialistas se enmarcarían en una disciplina reemergente: la geología médica, que estudia el impacto de los materiales y procesos geológicos –ya sean naturales u originados por la acción del hombre– en la salud de los seres humanos, los animales y las plantas.
De carácter claramente interdisciplinario, este nuevo campo acerca a geocientíficos e investigadores de la medicina y de la salud pública, para tratar problemas diversos, como las deficiencias nutricionales de ciertos minerales requeridos para el funcionamiento normal del organismo, los efectos tóxicos de la exposición a cantidades elevadas de elementos esenciales y no esenciales, y a polvos y materiales radioactivos presentes en el ambiente; así como las consecuencias de fenómenos naturales, como las erupciones volcánicas y los terremotos, y de actividades humanas, como la minería.
Con el fin de nuclear a los profesionales en el tema, tomar decisiones críticas para el beneficio de la disciplina y proporcionar una plataforma estable para intercambiar ideas, difundir información y promover investigaciones, en 2006 nació la Asociación Internacional de Geología Médica (IMGA, por sus siglas en inglés), una organización políticamente neutra a la que, cuatro años más tarde, se incorporó la Argentina. El actual presidente del capítulo local es el Dr. Eduardo Santini-Araujo, vicepresidente para Sudamérica de la Academia Internacional de Patología, y profesor de los Departamentos de Patología y de Anatomía Patológica de las Facultades de Medicina y Odontología, respectivamente, de la Universidad de Buenos Aires.
Bajo la nube de cenizas
Por los riesgos para la salud que pueden acarrear, los fenómenos volcánicos –como la erupción del Puyehue, que mantiene en jaque a la Patagonia y a la aviación argentina–, siguen siendo el eje de numerosas investigaciones geomédicas. Hasta el momento, se sabe que la mayoría de las emanaciones producen pocos efectos adversos sobre la salud.
En algunas circunstancias, la exposición prolongada puede producir enfermedades de pulmón serias, incluso en personas sanas. Por ejemplo, esto puede ocurrir cuando las cenizas –cuyo tamaño, color y composición varían según el tipo de volcán y de erupción– son muy finas y contienen sílice cristalina, lo que produce una condición llamada silicosis.
Las cenizas también pueden impactar en la salud mental, creando cuadros de estrés, ansiedad y depresión. Incluso son capaces de producir efectos indirectos, como lesiones en accidentes viales o por hundimiento de techos, o problemas relacionados a deficiencias en los servicios de saneamiento y abastecimiento de agua. Además, estos fenómenos naturales afectan la salud animal y vegetal, aunque a largo plazo, pueden redundar en beneficios para la fertilidad de los suelos.
Lo justo y necesario
Existen ciertos elementos naturales que son esenciales para la salud. El calcio, el fósforo, el magnesio y el flúor son imprescindibles para la estructura de los huesos, los dientes y las membranas celulares; el zinc, el cobre y el selenio son necesarios para el funcionamiento de ciertas proteínas; y el iodo es un componente fundamental de la hormona tiroidea. Estos micronutrientes se obtienen de una variedad de fuentes. Entre las más importantes se encuentran los alimentos que provienen de los suelos y el agua también.
Por su rol crítico para las funciones biológicas, la ingesta inadecuada de estos elementos puede ocasionar enfermedades. Por ejemplo, la deficiencia de iodo es capaz de causar diferentes desórdenes, como bocio, el aumento de tamaño de la glándula tiroidea, e hipotiroidismo. En muchas partes del mundo, el riesgo de padecer falta de iodo es muy alto, y se debe a una baja concentración de este elemento en las rocas basales y, por ende, en el agua. Para combatir este problema, Argentina posee desde 1967 una Ley Nacional que obliga a suplementar con este mineral la sal de mesa.
Por otra parte, la ingesta excesiva de micronutrientes también puede ser nociva. Esto sucede con el flúor, que causa fluorosis dental (manchas en el esmalte) y esquelética.
Las bondades de los minerales
Pero como reconoce el Dr. Robert Finkelman, actual co-director de la IMGA, aunque la mayor parte de las investigaciones en Geología Médica se han enfocado más en las complicaciones, las rocas, los minerales y los procesos geológicos también aportan beneficios para la salud.
Así, en una revisión que publicó en la revista International Journal of Environmental Research and Public Health describe el uso en productos farmacéuticos y cosméticos, y el desarrollo de ciertas aplicaciones médicas sofisticadas –como algunos implantes–, que utilizan metales y micronutrientes. Además, menciona varios trabajos hechos en Japón que identificaron una variedad de afecciones, como dolores musculares y de articulaciones, hemorroides y quemaduras, o gota que podrían tratarse en fuentes termales.