Pensar dentro y fuera de los límites

Aunque tanto las personas como las organizaciones necesitamos buscar soluciones nuevas para lidiar con los desafíos de la realidad, tendemos a buscar las respuestas en lo que ya conocemos. Las redes neuronales y su rol en la innovación. 

Cuando el neurocientífico escocés Donald Hebb (1904-1985) explicó el proceso de aprendizaje como la inauguración  de una nueva red neuronal dentro de nuestro cerebro, no tenía forma de demostrarlo. Hoy en día, los escaneos cerebrales no sólo muestran que Hebb tenía razón, sino que indican, en tiempo real, qué partes de este órgano se encienden según las actividades que realicemos.

La capacidad del cerebro para reconfigurarse según los aprendizajes se llama neuroplasticidad y es una destreza que no perdemos hasta que morimos. Sin embargo,  para que un nuevo conocimiento o habilidad sea incorporada y se convierta en aprendizaje a largo plazo, el nuevo circuito neuronal debe ser utilizado muchas veces. Esto explica, por ejemplo, por qué para aprender a nadar, conducir un auto o andar en bicicleta, necesitamos practicar mucho cada uno de los movimientos hasta que los procesos, que inicialmente requieren de gran atención y concentración, se vuelven automáticos. Una vez que lo hacen, dichos aprendizajes se consolidan y permanecen. A lo largo de nuestra vida, asimilamos infinidad de experiencias y saberes a partir de la asociación que establecemos entre algo que conocemos y aquello que necesitamos aprender.

El doctor Eric Kandel, Premio Nobel de Medicina 2000, propone un nuevo modelo que llama “memoria inteligente” en el que borra la diferencia excluyente entre los hemisferios izquierdo y derecho. Para él, sólo existe el aprendizaje y el recuerdo que trabajan en diferentes combinaciones en todo el cerebro, es decir, cuando existe una experiencia pasada similar a la que se necesita aprender, dicho proceso se verá facilitado. Así, cada persona irá incorporando destrezas, conocimientos y actitudes que irán configurando su propio modo de comprender y mirar el mundo. Esto constituye “la caja” o los límites dentro de los cuales cada persona apreciará la realidad. Todo lo que esté dentro de ella le resultará familiar, rutinario, cómodo y predecible y, por lo tanto, tenderá a pensar sólo dentro de ella basándose en sus patrones dominantes de pensamiento, es decir desde sus experiencias, certezas y creencias culturales.

El problema es que si sólo podemos pensar “dentro de nuestra caja”, se verá muy limitada la capacidad para innovar o desarrollar nuevas ideas. Así surge el desafío creativo: ante lo novedoso o la necesidad de cambiar, nuestro cerebro debe desplegar nuevas conexiones entre redes neuronales existentes, y ello implica un esfuerzo y un gasto de energía importante. Tengamos en cuenta que el cerebro es un sistema homeostático. Si bien su peso representa el 2% de la masa corporal, en condiciones normales gasta el 25% de la energía que se ingiere, sobre todo de glucosa y oxígeno. Por lo tanto, ante lo nuevo hay un consumo energético extra, más aún si se trata de pensar cosas novedosas.

Conservar e innovar, esa es la cuestión

Las organizaciones encuentran que la realidad que las circunda es cada vez más dinámica y que plantea desafíos de adaptabilidad cada vez más extremos, por eso, sólo podrán sobrevivir si los equipos de trabajo están entrenados para traspasar sus respectivas limitaciones. En ese sentido, llamamos “salir de la caja” a  la capacidad para saltar por encima de lo que se hace habitualmente, cuestionar los procesos y pensar unos nuevos que respondan mejor a las realidades actuales. Sin embargo, esto es más fácil de decir que de hacer, porque todo comienza con un cambio en un circuito neuronal, de hecho, quien diseña una nueva estrategia o propone una manera original de abordar un problema, inaugura dentro de sí una nueva red neuronal.

Por otro lado, es natural que se genere tensión en el ámbito laboral si se propone una novedad a un grupo que tiende a quedarse en su zona de confort. Para facilitar el proceso de innovación dentro de las organizaciones, es necesario entrenar a los equipos para desarrollar pensamientos irradiantes: trabajar con hipótesis, variables y formas diferentes de plantear el mismo problema aceptando, inicialmente, incluso las más alocadas. Para promover la ruptura de los estereotipos invitamos a los equipos a preguntarse: ¿por qué esto es así o funciona de este modo?, ¿para qué?, ¿qué sucedería si…? y ¿por qué no? Encontramos un ejemplo de lo dicho en una experiencia que tuvimos con dos grupos inicialmente enfrentados: ante un mismo problema uno creía que había una solución viable mientras el otro consideraba que eso era impracticable. Aquello que el primer grupo veía como posible el segundo lo consideraba una utopía irrealizable y afirmaban: “No es así como resolvemos las cuestiones acá”. Luego del entrenamiento, este grupo fue capaz de desarrollar un camino intermedio, incluso más exitoso que la propuesta inicial.

Para  innovar, al principio es necesario poder soportar y  convivir con la ambigüedad, la disonancia y la inconsistencia, sólo así podemos considerar nuevas posibilidades. Para desarrollar la “inteligencia creativa” habrá que estimular la curiosidad, el asombro, la apertura mental, el coraje, la capacidad para preguntar desde distintos puntos de vista y, especialmente, ejercitar la paciencia. Ayudar a otros a pensar lo impensable, intentar hacer posible lo imposible es el tipo de conducción que estos tiempos piden. Por eso la gestión del cambio es más un arte que una ciencia.

Una condición esencial para que este proceso sea posible es que cada uno de los miembros del equipo conozca sus propios paradigmas y esto es crucial en el caso de quien conduce a un grupo, ya que sin este autoconocimiento, cada uno tenderá a responder sólo desde sus esquemas conocidos, sin la perspectiva adecuada para abordar los desafíos de la realidad. Por lo tanto, la aceptabilidad del cambio depende, en gran medida,  de la capacidad del líder para lograr que sus colaboradores enfoquen la atención con intensidad, frecuencia y duración en lo que se quiere cambiar. Así, en la actualidad pensar “fuera de la caja” no es tanto una opción como una condición para la supervivencia de las organizaciones.

Cristian Batista es Licenciado en Psicología. Director socio de Stengel-Batista, Desarrollo Humano. Más información  www.stengelbatistadh.com.ar

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