Psicoanálisis telefónico: una opción para los que viajan con frecuencia

Entrevista de Celina Abud.- La Lic. Liliana Patricia Manguel explicó que en este método el profesional y el paciente deben hacer mayores esfuerzos, ya que sólo tienen el lenguaje para hacerse entender. Pero es beneficioso para quienes quieren mantener su analista a la distancia.

Lic. Liliana Patricia Manguel

La distancia puede ser un problema para los que llevan una terapia psiconalítica. Sin embargo, hoy se trabajan opciones para no perder sesiones y realizarlas con la ayuda de la tecnología.

El análisis telefónico o vía Skype, al igual que la práctica tradicional, debe hacerse “respetando la regla fundamental de la asociación libre del paciente y la atención flotante del profesional”, indicó la Licenciada Liliana Patricia Manguel, miembro titular de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA).

En este abordaje, que carece del contacto cara a cara, “no se habla de ausencia fáctica, sino de una presencia diferente”, aclaró la experta, quien también pertenece a la International Psychoanalytical Association (IPA). Sin embargo, por tener que comunicarse a través de un soporte, “tanto el paciente como el analista deben realizar un mayor esfuerzo, ya que todo está concentrado en el leguaje”.

En díálogo con DocSalud.com, Manguel compartíó las particularidades de este novedoso método, que comenzó a usarse en Argentina a partir de 2000 y que, desde entonces, reporta resultados exitosos. 

Periodista: ¿Cuáles son las similitudes del psicoanálisis telefónico con la práctica tradicional?

Lic. Liliana Patricia Manguel: En este abordaje tiene que haber dos personas, el paciente y el analista. Al igual que en el consultorio, el contrato y el encuadre con entre ambos debe hacerse respetando la regla fundamental de la asociación libre del paciente, que implica que no seleccione previamente qué es lo que va a decir, y la atención del profesional. Sin embargo, es conveniente realizar varias entrevistas de prueba para constatar si esta terapia va a ser factible, ya que este no es un método para todos. Las primeras sesiones también sirven para que el analista pueda observar si existe algún tipo de transferencia preformada en el uso de la tecnología empleada, ya que no es lo mismo “hablar por teléfono” que “psicoanalizarse por teléfono”.

P.: ¿Cuánto duran las sesiones?

L. P. M.: En mi caso, yo establezco que sean de 50 minutos, al igual que en el análisis presencial, y una frecuencia de una, dos, tres o cuatro sesiones semanales en función de la necesidad de cada persona. Como parte del encuadre, aclaro que yo trabajaré en mi consultorio y le pido al paciente que también lo haga siempre desde el mismo lugar. Si por viajes esto no puede ser posible, deberá aclararlo con anterioridad.

P.: ¿Cuáles son las particularidades de esta técnica?

L. P. M.: La falta de contacto corporal, visual y olfativo lleva a que se agudicen otros sentidos como el auditivo. Por eso, tanto el paciente como el analista deben realizar un mayor esfuerzo, ya que sólo cuentan con el lenguaje para hacerse entender. A su vez, es importante que ambos utilicen un aparato de calidad para que puedan comunicarse. Si se trata a alguien que vive en otro país, también es clave tener en cuenta las diferencias horarias, climáticas y culturales y, por estos mismos motivos, se exige un mayor compromiso en el cumplimiento de los horarios y el pago de los honorarios. Otro tema a diferenciar es el de los silencios, ya que a la distancia son más difíciles de tolerar. Es importante reconocer si estas pausas son resistenciales, un espacio para reflexionar o comunicar algo o si simplemente se cortó la comunicación.

P.: ¿Desde cuándo se emplea el análisis telefónico en Argentina y en el mundo?

L. P. M.: Comienza a usarse en Argentina en 2000 y uno de sus pioneros es el doctor Jaime Lutenberg, junto con sus colegas Ricardo Carlino y Asbed Aryan. En cuanto a su empleo en el resto del mundo, no hay una fecha exacta. Lo cierto es que en 2003, a través de una publicación en la revista Insight, perteneciente a la IPA, comienza a difundirse. En mi caso particular, yo empecé a trabajar en forma más asidua a partir del 2006. Fue debido a la migración de algunos pacientes que atendía en el consultorio y que quisieron seguir su tratamiento desde sus nuevos lugares de residencia. Un año más tarde, en el 2007, comencé a hacer psicoanálisis por teléfono en inglés, algo que requiere mayor concentración y esfuerzo.

P.: ¿A quién se le recomienda?

L. P. M.: Es difícil hacer una generalización, ya que depende de las singularidades de cada paciente. Sin embargo, resulta beneficioso para personas que, debido a su trabajo, deben viajar asiduamente; aquellas que han cambiado de país y necesitan, para sentirse mejor, un analista que comparta su lengua originaria y pacientes agorafóbicos, con temor a los espacios abiertos.

 P.: ¿Pueden trasladarse al teléfono otras corrientes de la psicología?

 L. P. M.: Así como las sesiones por teléfono o vía Skype no son para todos los pacientes ni para todos los analistas, tampoco son aplicables a todas las corrientes. En cuanto a los profesionales, si bien para mi él psicoanálisis está en la mente de cada profesional, algunos no lo aceptan más allá de las fronteras de sus consultorios. En el caso de las terapias vinculares, también es posible realizar el tratamiento de esta forma. De hecho, ya hay quienes emplean teleconferencias para llevarlas a cabo, pero todo esto es muy novedoso.

 

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