Hablar del suicidio es un tema complejo, que no debe soslayarse pero tampoco banalizarse o divulgarse de manera indiscriminada, especialmente en relación a la población adolescente. Es un tema para hablar en la intimidad, en el seno de la familia, en un consultorio médico o psicológico, o con una persona determinada de la cual se espera ayuda.
En ese contexto, la charla franca no provoca ideas suicidas sino que -de haberlas- les da un lugar, las aloja y permite pensarlas en compañía, en el marco de un vínculo confiable. La conversación de estos temas en familia puede también ayudar a un adolescente a no entrar en un “pacto de silencio” cuando es depositario de una intención suicida de parte de un amigo, sintiéndose “amordazado” por haber prometido guardar el secreto. También es un tema de salud pública y como tal amerita la implementación de políticas de prevención.
El suicidio es una de las principales causas de muerte de adolescentes en el mundo y la edad más vulnerable es entre los 15 y los 20 años. Con miras a la prevención, es importante conocer factores de riesgo, que hacen a este grupo más vulnerable a la ideación o acto suicida: los trastornos psicológicos previos -tales como la depresión, la anorexia, la ansiedad extrema-; la existencia de intentos anteriores; antecedentes familiares de episodios consumados; historias de abuso sexual o maltrato en la infancia.
Muchas veces son actos impulsivos, que se “planean” en muy poco tiempo, ante situaciones de frustración o dolor, desde reprobar un examen, una ruptura de pareja o una situación estresante, y se ven facilitados por situaciones desencadenantes, como consumo de sustancias (alcohol, drogas) que actúan como “desinhibidores” y aumentan la impulsividad.
Episodios recientes en su medio social pueden producir fenómenos de “contagio por identificación” en adolescentes vulnerables. Otras veces el acto suicida ha sido anunciado y cuidadosamente planificado; en ese caso hay que tomar en cuenta las amenazas o las ideas de muerte; no pensar que el “que avisa no se mata”.
En el intento de quitarse la vida, la persona no tiene conciencia de su propia desaparición, sino que actúa bajo la influencia de múltiples fantasías, concientes o inconscientes -pero siempre alejadas de la realidad: evitar una situación intolerable, efectuar un cambio en una relación, producir efecto en el ambiente, vengarse de alguien, reunirse con un pariente fallecido, y aún renacer de forma diferente.
Consejos para padres y otros adultos responsables:
• Prestar atención a la tristeza de un niño o un adolescente, no demorar la consulta si no hay motivos claros o perdura excesivamente
• No pensar que “el que avisa no se mata”, ni subestimar un intento hecho con medios inadecuados.
• Hablar del tema en familia, en forma seria y responsable.
• Que los medios lo hagan de la misma manera, sin publicar fotos ni dar detalles de cómo se produjo el hecho.
• Trabajar especialmente en grupos sociales o escolares donde se ha producido un suicidio.
• Tener en cuenta posibilidad de “suicidios encubiertos”, conductas autolesivas o autodestructivas, tendencia a los accidentes, etc.
La Dra. Claudia Bregazzi es Médica Psicoanalista especialista en niños y adolescentes. También es Miembro Titular Didacta de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA).