Cansancio, nerviosismo, ansiedad, insomnio, cambios de peso, estreñimiento o diarrea, y hasta abortos, partos prematuros o dificultad para lograr un embarazo pueden ser indicios de trastornos de la glándula tiroides. Pero como pueden confundirse con síntomas de otros problemas psiquiátricos o de fertilidad, e incluso con el desgaste de la vida cotidiana, las enfermedades tiroideas todavía permanecen silenciosas en una gran parte de la población argentina.
“Cuando se realiza una palpación del cuello, es factible encontrar un nódulo en un 5 o 7% de los pacientes. Pero al realizar estudios por otras causas, como una ecografía Doppler de vasos de cuello, inesperadamente se puede encontrar un nódulo hasta en un 60% de la población”, destaca a DocSalud.com el doctor Mario Abalovich, presidente la Sociedad Latinoamericana de Tiroides. De todas maneras, aclara que hoy se nota un incremento en los casos de la enfermedad, en parte porque se la busca más. En este sentido, confirma que la notoriedad que cobró la tiroides a raíz del caso de la presidente Cristina de Kirchner despertó una preocupación o mayor conciencia en la comunidad sobre sus trastornos: “Por un lado, hubo pacientes que ya tenían un diagnóstico de alguna alteración y volvieron a la consulta, incluso después de mucho tiempo, para actualizar sus estudios y ver qué les estaba sucediendo. Otros se acercaron para ver si necesitaban hacerse los estudios de detección de estas enfermedades”.
La glándula tiroides es un órgano con forma de mariposa que está alojado en la base del cuello, a uno y otro lado de la tráquea. Su función es la de fabricar, almacenar y liberar hormonas al torrente sanguíneo. Los trastornos de tiroides afectan principalmente a las mujeres y pueden ser estructurales, funcionales o presentar ambas características en simultáneo. Las alteraciones estructurales involucran cambios en la anatomía, como un agrandamiento global –llamado también bocio difuso– o la aparición de nódulos (bocio nodular), mientras que los trastornos funcionales resultan de modificaciones en la producción de hormonas, la cual puede verse disminuida (hipotiroidismo) o incrementada (hipertiroidismo).
En general, los nódulos no dan síntomas ni afectan el funcionamiento de la glándula. Pero en una pequeña proporción de casos, pueden ser malignos. Si bien el cáncer de tiroides es el más común de los cánceres endocrinológicos, es poco frecuente cuando se lo compara con los originados en otros órganos. En la mayoría de los casos es curable y rara vez causa problemas que pongan en peligro la vida.
Los riesgos de las alteraciones hormonales
Como señala Abalovich, que también se desempeña como jefe de la sección Tiroides de la División Endocrinología del Hospital Durand, cuando el grado de afectación es severo, el hipo y el hipertiroidismo pueden ser clínicamente evidentes. Pero muchas veces, no producen síntomas o los mismos son muy aislados. Aunque entonces podría parecer necesario incluir los estudios de tiroides como parte de los chequeos de rutina, el especialista aclara que no está aceptado hacer exámenes de detección universales, excepto en el caso de los grupos de riesgo, como embarazadas, mujeres con infertilidad o que perdieron embarazos, e individuos con sobrepeso.
“En una investigación que hicimos en nuestro hospital hace cerca de cinco años, observamos que hasta un 13% de las mujeres que consultaban por infertilidad podían tener un grado mínimo de hipotiroidismo, que es muy leve o solapado”, advierte Abalovich. Y remarca: “Cuando no hay otra causa para su problema, el tratamiento con hormona tiroidea puede permitir que los embarazos lleguen a término. De allí que es tan importante detectar estos trastornos”.
El hipo o hipertiroidismo no diagnosticado o no tratado de manera adecuada pueden originar aborto o parto prematuro en un elevado porcentaje de mujeres, aun cuando se trate de cuadros leves. En el caso de mujeres que llevan más de un año buscando un embarazo o en aquellas lo han perdido en repetidas oportunidades, un hipotiroidismo no detectado puede justificar la dificultad para tener un hijo.
Este trastorno puede también explicar la dificultad para adelgazar en algunos casos de sobrepeso. Abalovich aclara que no sería un factor responsable de que la persona haya alcanzado esa condición, sino que limitaría sus posibilidades potenciales de bajar de peso. De todas maneras, recalca que el paciente no debe fantasear con normalizarlo sólo con el control de la alteración tiroidea. Esta medicación debe ir acompañada de una dieta y de actividad física.
El hipotiroidismo también puede producir intolerancia al frío, cansancio y sueño, aumento de peso, caída de cabello, estreñimiento, pérdida de embarazo en el primer trimestre y alteraciones menstruales. Por su parte, el hipertiroidismo se manifiesta a través de intolerancia al calor, insomnio, pérdida de peso, cabello fino y quebradizo, nerviosismo, taquicardia, dolores intestinales, náuseas, diarrea, insomnio y ansiedad.
Origen de los problemas de tiroides
Los trastornos de la tiroides son en su mayoría adquiridos luego del nacimiento. En el caso del hipo e hipertiroidismo, la causa más frecuente es autoinmune, es decir, el sistema inmunitario reacciona contra el propio organismo y lo daña. Para que esto ocurra, la persona debe tener una predisposición genética y experimentar en su vida algún factor desencadenante de esta autoagresión, como un episodio de estrés, una infección o una sobrecarga de yodo, elemento químico necesario para la producción de las hormonas tiroideas.
Sin embargo, es posible que el hipotiroidismo sea congénito y es por ello que a las 72 horas de vida se determinan las concentraciones de la hormona TSH en la sangre de todos los recién nacidos. Abalovich explica que esto se hace en forma rutinaria porque si los valores no resultan normales y pasan inadvertidos, las consecuencias sobre el funcionamiento del sistema nervioso pueden ser muy severas. El diagnóstico temprano permite medicar al bebé para que pueda tener una vida absolutamente normal.
Detección y tratamiento
Para detectar el mal funcionamiento de la tiroides, el especialista endocrinólogo solicita un análisis de sangre en el que evalúa los valores o dosajes hormonales del paciente. A su vez, realiza una palpación de la zona donde se encuentra la glándula tiroides, para detectar la presencia de nódulos. En caso de observar alguna irregularidad, el diagnóstico puede complementarse con una ecografía de cuello.
El tratamiento dependerá de la causa y de la gravedad de los síntomas. Las personas con hipotiroidismo deben seguir un tratamiento con hormona tiroidea (levotiroxina). El hipertiroidismo se puede tratar con drogas antitiroideas –en el país existe el metimazol– y, si estos medicamentos no dan resultados favorables, existen tratamientos más drásticos, como el uso de yodo radioactivo para destruir la tiroides y detener la producción excesiva de hormonas, o una cirugía para extirpar la tiroides en casos de necesidad. En estos casos, es muy probable que el paciente luego pase a estar hipotiroideo y necesite una terapia hormonal. “Estos tratamientos son prolongados, pero no necesariamente de por vida”, aclara Abalovich y concluye que si se cumplen las indicaciones médicas y se mantienen los controles periódicos, el paciente en general tendrá una muy buena calidad de vida y podrá realizar sus actividades con normalidad.