Conocida también como “tos ferina” o “coqueluche”, la tos convulsa, era para muchos una enfermedad del pasado, ligada a la infancia y los recuerdos de otras épocas. Sin embargo, las cifras desmienten esta idea: los casos han aumentando dramáticamente en las últimas dos décadas, inclusive en nuestro país. Según cálculos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2003 se registraron alrededor de 17,6 millones de afectados, el 90% de ellos en países en desarrollo y, aproximadamente, unas 279.000 personas murieron a causa de la enfermedad. Según estimaciones actuales, 60 millones de personas la padecen en el mundo cada año, lo que indica un notable incremento de la población afectada.
Se trata de una enfermedad respiratoria aguda producida por la toxina de una bacteria denominada Bordetella pertussis. Puede afectar a personas de cualquier edad, aunque predomina en niños.
Los casos aumentan especialmente en invierno y a comienzos de la primavera. La tos convulsa es muy contagiosa, sobre todo al inicio de los síntomas. La bacteria se transmite principalmente mediante las secreciones respiratorias que eliminan las personas infectadas al toser, estornudar o hablar. Más del 90% de los convivientes susceptibles de contraer la infección la adquieren a través del contacto estrecho con un miembro de la familia enfermo.
En los niños pequeños, se presenta con accesos de tos (predominantemente nocturnos) que pueden acompañarse de una respiración ruidosa y trabajosa, con o sin fiebre. En este grupo, y en especial entre los menores de seis meses, la enfermedad es más grave debido a que son más frecuentes las complicaciones, como la neumonía.
Los adolescentes y adultos que han perdido la inmunidad otorgada por la vacuna, o por haber padecido tos convulsa durante su infancia, están desprotegidos ante esta enfermedad, y pueden padecerla. En esta población los síntomas pueden pasar inadvertidos o confundirse con los de otras enfermedades respiratorias, lo que dificulta su diagnóstico y tratamiento tempranos y favorece la propagación de la pertussis.
Ante la presencia de un cuadro de tos prolongada, que persiste por más de dos semanas, hay que sospecharla y consultar lo antes posible al médico. Su tratamiento se maneja con antibióticos, que son bien tolerados y poco tóxicos, y se complementa con medidas de sostén para aliviar los síntomas.
Estos grupos (adultos y adolescentes) constituyen una fuente importante de infección para los recién nacidos y niños que no hayan sido vacunados, lo hayan hecho en forma incompleta o hayan perdido la inmunidad a lo largo del tiempo.
En Japón y algunos países de Europa donde se discontinuó la utilización de la vacuna contra Pertussis, la cobertura disminuyó drásticamente lo cual determinó la presentación de epidemias con alta incidencia y letalidad.
La vacuna está incluida en el Calendario Oficial de Vacunación y se administra en forma combinada como vacuna Cuádruple (antitetánica, antidiftérica, Pertussis, Hib) o Triple Bacteriana (antitetánica, antidiftérica, Pertussis), según la edad. También el componente Pertussis está incluido en las vacunas combinadas Quíntuple y Séxtuple.
En la actualidad se dispone de una vacuna contra Pertussis acelular que puede ser administrada a los adolescentes y adultos para prevenir la enfermedad y evitar su transmisión a la población susceptible, como los recién nacidos.
En Argentina, el Calendario Nacional de Vacunación contempla desde este año la incorporación de un refuerzo obligatorio contra tos convulsa a los 11 años, momento en el que se estima que el niño perdió la inmunidad recibida con las primeras dosis de vacunas.