Un niño hipocondríaco está constantemente en alarma y en un estado de ansiedad y de hiperactividad orientado a detectar enfermedades que pongan en riesgo su salud y por ende su vida, o la de las personas que lo rodean. Por ello, vive con un miedo intenso y recurrente a padecer o que algún miembro de su familia padezca alguna enfermedad. En realidad, esta es una de las formas en que se manifiesta la ansiedad, que en este caso se centra en que el peligro o la amenaza provienen del propio cuerpo, que se percibe como frágil o enfermizo. Sin duda, es un problema que también se da en niños, no en la primera infancia, sino más bien a partir de los ocho o nueve años de edad. “El niño hipocondríaco genera una actitud de hipervigilancia centrada en las sensaciones físicas, que pueden ir variando constantemente. Hoy es un picor aquí, mañana una tos rara, pasado un dolor impreciso, pero que el niño realmente siente”, explica Tristana Suárez, psicóloga y terapeuta Gestalt.
¿El niño hipocondríaco nace o se hace?
Los niños que perciben su cuerpo como frágil, delicado y propenso a enfermedades, continuamente y con facilidad suelen tener familiares directos que también presentan conductas ansiosas o preocupación excesiva en torno a la salud que el niño observa, recibe y puede reproducir. Lo habitual, es que se trate de una conducta aprendida, pero también hay personas que tienen desde el nacimiento una hiperreactividad o tendencia a la excitabilidad nerviosa que los hace más propensos a generar problemas de ansiedad como la hipocondría. “La forma de ayudar a un niño hipocondríaco que nos plantea un miedo e inquietud debido a que percibe una amenaza para su salud es acompañarlo y calmarlo. Es importante escuchar y creer que lo que cuenta lo vive como algo real y no empezar minimizándolo, sino tomarlo con calma y neutralidad”, comenta Suárez.
Los padres de un niño hipocondríaco pueden ayudarlo, buscando el equilibrio entre la alarma excesiva y el desinterés frente a la preocupación de su hijo por enfermar. “El niño hipocondríaco necesita ser atendido cuando plantea determinada preocupación por su salud, tomado en serio y calmado después. Requiere una gran paciencia y comprensión, puesto que el tema del riesgo a enfermar se suele convertir en algo recurrente y obsesivo. Muchas veces, aunque no haya una dolencia real, el niño acaba en la consulta médica, donde los padres y ellos mismos se tranquilizan, aunque esto no suele durar demasiado y al poco tiempo, se vuelve a construir otra enfermedad, puesto que al niño le cuesta confiar en que su salud es buena y estable. Con la pandemia, han aumentado nuestros miedos a enfermar y también muchos niños viven preocupados, está vez con razón más realista, sobre su salud y la de los familiares. Pero, también es cierto que al contar con protocolos de seguridad y protección, los entornos se han vuelto más controlados y esto ayuda a los niños hipocondríacos a calmarse”, añade la psicóloga Tristana Suárez.
Cómo ayudar a un niño hipocondríaco con esta obsesión
Los padres pueden ayudar a sus hijos a gestionar sus comportamientos hipocondríacos para rebajar su obsesión por la enfermedad con algunas pautas como las que menciona Abel Domínguez, psicólogo y director de Domínguez Psicólogos.
– Sentarse con nuestros hijos a informarlos sobre el funcionamiento del cuerpo humano para que descubran todos los recursos inmunológicos con los que contamos, con contenidos adaptados a su edad. Si se comprueba que este tipo de información tranquiliza al niño es recomendable brindarsela, pero no en caso contrario.
– Hacer dibujos con ellos para ayudarlos a manejar la incertidumbre para hacerles ganar confianza en que no tiene que ocurrirle nada malo a nuestro cuerpo porque todo puede salir bien.
– Fomentar la autoestima del niño, porque si identifica y descubre sus recursos internos, también se refleja en la confianza con respecto a que su cuerpo es fuerte y capaz de combatir bacterias o virus que puedan amenazar su salud.
– Evitar ser modelo para nuestros hijos sobre la obsesión por enfermar, sobre todo en tiempos de pandemia, en que hay que mantener precauciones específicas para evitar contagios. Transmitir a nuestros hijos que hay ciertas cuestiones que están en nuestra mano, como mantener una higiene adecuada y que el resto no se puede controlar.