Violencia hacia mujeres, cuestión de Salud Mental comunitaria

Por la Lic. Alicia Beatriz Iacuzzi.- Para combatirla, la sociedad debe abandonar la indiferencia. La cruzada contra ella no debe ser exclusiva del Derecho Penal, sino involucrar a múlitples actores.

No es difícil imaginar cuál es el por-venir de una cultura “tomada” por las violencias. Las relaciones vinculares son llevadas cada vez más a los estrados judiciales en búsqueda de respuestas a una conflictividad creciente. Las tensiones en lo individual traen resonancia en lo colectivo, haciéndose necesaria la problematización del desarrollo de los excesos de estas expresiones.

Las violencias (físicas, psicológicas, económicas, sexuales) hacia las mujeres son un enorme problema en nuestra sociedad. La tensión entre los sexos y la diversidad de géneros viene en escalada. El atractivo del poder lleva a no poder sustraerse a la dominación de uno sobre otro a costa de agresión o muerte si es necesario, a los destructivos entrampes sometedor-sometido, amo-esclavo.

Se habla de las violencias feminicidas y sus excesos: los femicidios. Las modalidades brutales en la resolución de conflictos colapsa el sistema de ‘custodia’. Las violencias hacia las mujeres requiere básicamente atender los Derechos Humanos al portar ribetes letales.

Las violencias feminicidas abarcan un continuum en el que algunas consumaciones (activas o pasivas) son la antesala anunciada de las que prosiguen. Cobijan y encierran en sus intersticios un memorándum de opresión patriarcal. Actualmente tienen trascendencia jurídica por habérselas incorporado al Código Penal Argentino. El femicidio es el eslabón vinculado al momento en que el agresor comete el asesinato de la mujer. El Femicidio es la judicialización de la muerte con nombre de mujer.

Muchos cuerpos de las mujeres asesinadas, ya vienen ‘hablando’ a través de marcas producto de acciones violentas previas. Los denunciados son maridos, concubinos y ex parejas quienes se ensañan también con miembros de la familia, sobre todo hijos. Así es que se cometen lo que se ha dado en llamar “femicidios vinculados”.

Ahora bien, la sociedad toda no saldrá indemne si no abandona la indiferencia. La mera sanción de leyes es insuficiente. Visto está que no consigue reducir los índices. La salud pública debería encarar programas que ponderen la problemática de los agresores/violentos. Apremia trabajar con los maltratadores. Es hora de incluir en agenda el estudio y abordaje de los feminicidas y femicidas fehacientemente. La “cruzada” contra este mal no puede realizarse exclusivamente desde el Derecho Penal. El abordaje de los agresores es una cuestión de salud comunitaria. Una demanda social nos está convocando a prestar especial atención a la salud mental comunitaria.

Algo estamos haciendo mal como sociedad si no se puede parar esta marea. Para la Organización Mundial de la Salud las violencias hacia las mujeres ya son consideradas como “pandemia” al contextualizarlas alrededor de «enfermedad de todos”. Esta concepción envía un mensaje poderoso. Alude a la necesidad de comprometerse tod@s a eliminar la tolerancia de las agresiones a la mujer, y que es de todos también la responsabilidad de involucrarse para encontrar las soluciones, ya que se requieren respuestas integrales de implementación ‘efectiva’ que apunten al fondo de problemas estructurales y no solamente a situaciones precisas de emergencia de hechos de feminicidios y femicidios.

Postulando que hay ecuaciones psico-sociales que llevan a las violencias, estas violencias son conductas sintomáticas que se incuban en la sociedad. Psicosocialmente diría que irremediablemente se está atentando contra los Derechos Humanos pasando a ser una cuestión de Salud Pública comunitaria. A partir de la fraternidad humana y el instinto de conservación, elevo mi voz difundiendo que algún otro que-hacer es factible. Planteo la necesidad de revalorización de involucrarse en la acción pública con anclaje social, no secundarizando la conciencia comunitaria y ciudadana.

Los feminicidios y femicidios denuncian una patología social que acarrea consecuencias para el destino de las noveles progenies. Conducen a la descomposición social, siendo indicadores de la no suficientemente buena salud pública. La disyunción entre Salud Pública-Seguridad tornan los esfuerzos en estériles ensayos que no atemperan ni siquiera temporalmente el colapso. Nos ataña hacer la experiencia de trabajar con sujetos victimarios de fenómenos violentos con la mira puesta en la prevención de recidivas que terminan solo judicializándose. Que los feminicidas y femicidas no sean pensados y tratados dentro del ámbito de la Salud Pública como si ambas cuestiones fueran antinómica la tornan un latido sintomático.

Debemos investigar esta persistente realidad en sus diferentes vertientes, y “atenderla” (incluyendo por supuesto la prevención). No se trata solamente de menguar la “guerra” entre los sexos y géneros. Sino de innovar en las formas de organizar en convergencia la vida de mujeres y hombres (en todas sus diversidades). Equidad y paridad se ha convertido en un reclamo para normalizar la vida de las mujeres, para conseguir la igualdad de géneros y, sobre todo, para lograr que las féminas tengan los mismos derechos que los hombres. Para conducirnos hacia una sociedad más equitativa abogaría por la promoción de un “verdadero” ejercicio (que se vea reflejado en hechos más allá de lo discursivo) en la paridad de géneros.

*Fragmento del  escrito de Alicia Beatriz Iacuzzi. licenciada en Piscología y Psicoanalista. 

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