En los últimos años la dieta libre de gluten -antes destinada, inclusive con cierto pesar, a las personas con enfermedad celíaca o intolerantes al gluten- fue creciendo cada vez más en popularidad hasta convertirse en una moda.
Silvia Juárez, nutricionista del Hospital Austral, explicó que este tipo de alimentación si bien es beneficiosa para quienes son celíacos o intolerantes al gluten, no lo es para quienes la siguen solamente porque es una tendencia.
Como ocurre habitualmente con las modas, el objetivo puede desvirtuarse y lo que empieza como una alternativa para alimentarse de manera más saludable, muchas veces termina siendo una mera excusa para perder peso rápidamente.
Juárez explicó que «las dietas libres de gluten no ayudan a bajar de peso, sino que sirven para disminuir los síntomas asociados a la intolerancia completa y permanente a una proteína conocida como gliadina, que se encuentra en el gluten, que a su vez es la estructura ‘gomosa’ de proteínas que se forma cuando se hidrata y amasa la harina de trigo. También se encuentra en el centeno, la cebada y la avena».
«Entre estos síntomas de los que hablamos se destacan la diarrea, los vómitos, la falta o retraso en el crecimiento, las molestias abdominales, la pérdida de peso y los cuadros más o menos severos de desnutrición. También puede presentarse sólo uno de estos u otros que no tienen tanta relación con lo gastrointestinal», indicó la nutricionista.
Por eso, cuando una persona es celíaca, al ingerir los cereales antes mencionados (trigo, avena, centeno y cebada -TACC-) o alguno de sus derivados (cerveza, malta, harinas y cualquier alimento industrializado que lo contenga), puede padecer una atrofia de las vellosidades intestinales, y por lo tanto una mala o insuficiente absorción de los alimentos.
La especialista remarcó entonces que «el único tratamiento posible es la alimentación adecuada y para toda la vida sin TACC» y añadió que ahí surge quizás la confusión porque, al eliminar las harinas de la dieta, indirectamente se modifican los hábitos alimentarios y comienzan a aparecer elecciones más saludables como verduras, frutas, cereales y legumbres.
«Al eliminar las harinas sacamos de la alimentación las galletitas, los panificados y sus derivados, tan presentes en las colaciones diarias. Además pensemos que esas harinas van acompañadas, en la mayoría de los casos, por grasas; con lo cual al cambiarlas por frutas frescas o secas, o bien por vegetales, el ser humano modifica el aporte calórico de la dieta obteniendo mayores beneficios. Por eso las personas que eliminan las harinas se sienten mejor», detalló Juárez.
Sin embargo, agregó la especialista, «lo que hay que lograr es controlar la ingesta, planificar las comidas y no dejarlas al azar para, justamente, evitar el ‘caer’ en una harina».
Y aseguró que en esto «es muy importante el asesoramiento de un profesional para evitar el déficit de nutrientes esenciales por el sólo hecho de seguir una dieta libre de gluten por moda».
Otra de las condiciones en las que se suele indicar una dieta libre de gluten es la intolerancia al gluten, una patología cada vez más visible y detectada en todo el mundo, denominada «sensibilidad al gluten».
«La sensibilidad al gluten es una forma de intolerancia sintomática frente al gluten. Lo que ocurre es que las personas afectadas por esta dolencia no soportan el gluten y desarrollan síntomas que pueden ser similares a los de la enfermedad celíaca. Entre las señales y signos típicos los pacientes refieren dolor abdominal, migrañas, diarreas, flatulencias, acidez de estómago, náuseas, glositis y ruidos intestinales», añadió Juárez.