Más de dos millones de personas padecen algún grado de enfermedad renal en la Argentina, aunque una gran parte desconoce esa situación por tratarse de una afección asintomática en sus primeras fases, según señala un informe.
«Cuando comienza a dar señales ya es un trastorno grave que requiere de diálisis o de un trasplante renal«, indica el estudio realizado por la Asociación Regional de Diálisis y Trasplantes Renales de la Capital Federal y la Provincia de Buenos Aires (Arditra).
El trabajo, difundido en adhesión al Día Mundial del Riñon, advierte que la diabetes «es la principal causa de enfermedad renal terminal en el mundo».
«Del total de personas que se encuentran en diálisis por tener severamente afectada su función renal, entre el 20 y el 40 por ciento tuvo como diagnóstico primario la diabetes«, agrega.
El Ministerio de Salud bonaerense adhirió al Día Mundial del Riñón sumándose a la propuesta de las asociaciones de Nefrología que insta a la población a controlar su nivel de glucosa en sangre.
«En nuestra Provincia cerca del 7 por ciento de la población padece diabetes», una enfermedad que altera los vasos sanguíneos que alimentan a todos los órganos, entre ellos el riñón, explicó el ministro de Salud bonaerense, Alejandro Collia.
El trabajo explica que, luego de una década de convivir con la diabetes, los afectados presentan altos niveles de proteínas en su orina, lo que revela una nefropatía diabética, «que no es otra cosa que la enfermedad renal ya instalada y sin posibilidades de revertirla», señaló Mónica Calvo, jefa de Nefrología del Hospital Simplemente Evita del Partido bonaerense de La Matanza.
Según datos del Centro Único Coordinador de Ablación e Implante de la Provincia de Buenos Aires (Cucaiba) actualmente se encuentran en diálisis 10.340 pacientes con enfermedad renal.
El trasplante es el tratamiento con mayores ventajas sobre la calidad de vida de los afectados, por lo que el 20,6% de los pacientes en diálisis, unos 2.135, se encuentran en lista de espera para efectuarse la intervención, precisa.
Muchas enfermedades suelen ser el puntapié inicial para descubrir que, de fondo, existe enfermedad renal, especialmente la diabetes y la hipertensión arterial que, juntas, suelen derivar en males cardiovasculares.
La más frecuente es la tipo 2, cuyo origen, como en el resto de las diabetes, radica en la presencia de predisposición genética a la que se suman hábitos de vida sedentaria y exceso de peso.
«La presión arterial elevada, muchas veces subestimada por la población, puede ser el primer indicio de enfermedad renal debido a que se produce la acumulación de agua y sal y se altera la producción de una hormona, llamada renina, que regula la presión arterial», explicó Calvo.
Para evitar llegar a la fase terminal de la enfermedad renal crónica, Calvo recomendó efectuar controles periódicos de sangre y orina, sobre todo si se es diabético o hipertenso, tomarse la presión arterial regularmente, efectuar una dieta dirigida por un especialista y efectuar actividad física.
«Un simple análisis de orina y sangre permite detectar en forma temprana la insuficiencia y evitar que avance hasta destruir la función renal«, dijo.
La especialista recordó que «el riñón es capaz de mantener el equilibrio del organismo aún cuando la enfermedad ya ha avanzado, por lo cual una persona puede estar atravesando una afección renal severa sin darse cuenta», advirtió.
A partir de ahí puede ocurrir que la enfermedad se diagnostique a tiempo de modo que, mediante tratamientos adecuados se pueda frenar el avance de la insuficiencia, o bien que pase inadvertida y progrese en forma inexorable hacia la fase terminal.
«Esto significa que el riñón claudique en todas sus funciones», advirtió la especialista y agregó finalmente que en esos casos «sólo es posible sostener las funciones renales mediante diálisis o trasplante renal».