Cuando una persona sufre un accidente cerebrovascular (ACV) o stroke se busca, muchas veces, cuál fue la situación o circunstancia que lo pudo haber «disparado»: stress o esfuerzo físico, una relación sexual, sonarse la nariz.
Sin embargo, la pregunta es si éstas pueden ser válidas estas razones, ya que sobre estas coyunturas hay muchos mitos y pocas investigaciones, es por ello que la experiencia médica es fundamental.
«Se consideran disparadores del ACV a ciertas situaciones que inducen a un aumento repentino y corto de la presión de la sangre, que puede ser una causa posible en la ruptura de un aneurisma», aclaró Pedro Lylyk, Director General de Neurocirugía de la Unidad de Rescate Cerebral de la Clínica La Sagrada Familia.
Estrés o esfuerzo físico extremos
Existen evidencias que demuestran la relación entre stress y ataque cerebral. En distintos estudios, las personas que se sentían estresadas tenían un riesgo mayor de ACV en comparación con aquellos que decían no estarlo.
Un factor a tomar en cuenta es la hipertensión; cuando un individuo responde con alta presión a una situación de estrés, aumenta su riesgo de sufrir un ACV.
Un equipo de investigadores realizó un estudio para examinar la asociación entre la práctica de ejercicio y el riesgo de sufrir un ictus cerebral. Desde el punto de vista fisiológico, la actividad física regular puede disminuir el riesgo de desarrollar este accidente; sin embargo, los estudios epidemiológicos realizados han dado resultados divergentes.
En este estudio prospectivo publicado en la revista Stroke (abarcó 21.823 hombres de 40 a 84 años a los que se siguió durante un promedio de 11 años) se informó la frecuencia de práctica de ejercicio vigoroso así como de su estado general de salud y antecedentes y concluyeron que los hombres que practicaban ejercicios de manera vigorosa sufrieron menos ACV que los que no lo hacían.
La doctora Andrea Franco, por su parte, señaló que «es necesario ver qué tipo de ejercicio se realiza, ya que el levantamiento de pesas es una actividad que puede inducir a un ictus en pacientes con malformaciones cerebrovasculares por el brusco incremento de la presión que genera».
Por su parte, Rosana Ceratto, médica neuróloga de la Unidad de Rescate Cerebral de La Sagrada Familia, destacó que «hay una baja probabilidad que una relación sexual aumente el riesgo de sufrir un ACV«. «Hemos tenido algún caso, pero es necesario saber es que el ACV puede ocurrir en cualquier momento: en la ducha, haciendo gimnasia o tomando una clase de música«, señaló Ceratto.
Muchas veces, cuando suceden este tipo de hechos, se investiga al paciente y se encuentran factores de riesgo que le eran desconocidos o, directamente, la causa, como una malformación cerebrovascular o una arritmia severa.
«Pero es importante destacar que en la relación sexual existe un aumento la presión y la frecuencia cardíaca que es tanto mayor cuanto mayor es el esfuerzo durante la misma», agregó Carlos Ingino, Jefe de Cardiología del Grupo ENERI-Sagrada Familia.
Según un informe publicado en la revista Stroke, sonarse la nariz puede ser también el disparador de un ACV en aquellas personas que tienen un aneurisma cerebral y no lo saben.
Una de cada 15 personas puede tener un aneurisma durante su vida, y todos los aneurismas tienen el potencial de romperse y sangrar, no obstante, pocos lo hacen. «Pero es conveniente, si la persona conoce que familiares directos han sufrido un ACV, se realice un estudio para descartar la presencia de malformaciones cerebrovasculares», detalló Andrea Franco, neuróloga del Hospital Ramos Mejía.
Una revisión de investigaciones publicada en la revista Stroke, reveló que las personas que bebían 40-60 gramos de alcohol (tres o cuatro bebidas habituales en Estados Unidos) tenían casi el triple de riesgo de sufrir un ACV en las siguientes 24 horas. «Esta situación tiene que ver más con el hábito que con el bebedor ocasional. Generalmente la ingesta de alcohol crónica está relacionada con la prevalencia de stroke hemorrágico», dijo Franco.
La especialista destacó que «ciertos mitos, tal como que un ACV se dispare debido a sonarse la nariz, en una relación sexual o en un esfuerzo físico extremo tienen origen en que todo esfuerzo que aumente en forma brusca la presión arterial se ve traducido en un aumento de presión intracraneana». Asimismo, aclaró que «esta situación podría promover el ACV, específicamente, en pacientes que tienen ciertas malformaciones vasculares».
Un accidente cerebro vascular, infarto cerebral o ataque cerebro vascular (ACV) se produce cuando se tapa u obstruye una arteria o cuando se rompe un vaso. Ante esta situación, la parte del cerebro afectada no recibe el oxígeno necesario y comienzan a morirse neuronas.
Reconocer los síntomas del ACV es fundamental, ya que cada minuto sin tratamiento implica la muerte de 1.900.000 neuronas y las conexiones entre ellas, lo que ocasiona más secuelas para la persona que lo sufre.
Los síntomas más sugestivos son aquellos que aparecen de manera repentina y sin causa aparente. Entre ellos, la pérdida de la fuerza o la disminución de sensibilidad de un lado del cuerpo -que caiga un vaso que sostenía con la mano, por ejemplo. Otra señal de alerta es la alteración de la articulación de las palabras o la aparición de trastornos del lenguaje o problemas con la vista, ya sea un recorte del campo visual o «ver doble». También son llamadas de atención la alteración del equilibrio, la cefalea intensa y/o pérdida de conocimiento.
Cuando aparecen, es importante no demorar la consulta médica, y dirigirse a una «Unidad de Stroke o ACV» especializada, que permita un diagnóstico precoz y la atención rápida por un equipo especialmente entrenado, un tratamiento de «rescate vascular» de acuerdo a la patología, que debe y puede realizarse a la brevedad y en forma mínimamente invasiva.
Leonardo Coscia – NA