Los impactos ambientales que recibió el mundo en las últimas décadas tuvieron como respuesta biológica una mayor incidencia de ciertas enfermedades y un aumento de su dispersión geográfica, especialmente en regiones pobres, advirtió el médico infectólogo Jorge Gorodner, en un congreso médico.
El experto afirmó que una de las consecuencias más graves, de la que no estuvo exenta la Argentina, fue la reemergencia de enfermedades que se consideraban controladas, como la tuberculosis, el cólera, la peste, la fiebre amarilla, el dengue, la leptospirosis.
Pero además, dijo, “aparecieron nuevos gérmenes y síndromes, se revelaron como infecciosas enfermedades que no se sabía que lo eran, aumentó la resistencia a antibióticos, disminuyó la inmunidad a patógenos”.
“El calentamiento global, el más evidente de los cambios ambientales, incrementa la prevalencia de las enfermedades infecciosas”, afirmó el científico, que habló de «Cambio climático y salud humana», en el Congreso Internacional de Medicina Interna, organizado por el Hospital de Clínicas, dependiente de la Universidad de Buenos Aires (UBA), que se realiza en la Ciudad de Buenos Aires.
Citando a la Organización Mundial de la Salud, el expositor acotó que unas 500 millones de personas sufren enfermedades tropicales, “la mayoría vinculadas con el ambiente”.
El investigador aclaró que hay impactos ambientales por fenómenos naturales, como “El Niño”, que además es cíclico, y hay otros producidos por la acción humana, que es continua, y muchas veces movida por “intereses muy poderosos”.
“Los países que más contaminan son del hemisferio norte. Los que más sufren, del hemisferio sur. Sufren las consecuencias, no solo porque están en la ancha franja tropical y subtropical. Los países en desarrollo son los más vulnerables debido a la escasez de medidas preventivas y terapéuticas”, describió.
Gorodner, quien durante 35 años dirigió el Instituto de Medicina Regional de la Universidad Nacional del Nordeste, en Resistencia, donde también fue profesor titular de Infectología, recomendó una acción conjunta de todos los organismos estatales para enfrentar una situación que describió como «muy compleja» y favorecida por múltiples factores. Entre estos enumeró “las migraciones descontroladas, la pobreza, el hacinamiento, la desnutrición; el desarrollo económico con emisión de gases de efecto invernadero, con extensión de frontera agropecuaria, con tala indiscriminada de bosques; las grandes obras de ingeniería, como represas y caminos, las fábricas contaminantes”.
También incluyó “las urbanizaciones no planificadas, las viviendas precarias, la baja disponibilidad de agua potable, la incorrecta eliminación de excretas, la convivencia con animales domésticos, el hábitat compartido con animales silvestres por deforestación; la exposición a vectores hematófagos; la adaptación y cambios de microorganismos, el aumento de la resistencia, la disminución de la efectiva acción terapéutica de drogas”.
“Hay multifactorialidad causal. Por eso, afrontar esto no es responsabilidad de un sector del Estado, sino de todos los que integramos el Estado”, recomendó el expositor, quien también trabajó en el Instituto Malbrán y es profesor honorario de la UBA
En cuanto a políticas públicas específicas, propuso mejorar la vigilancia epidemiológica y el control de la población de mosquitos portadores de enfermedades, el mejoramiento de la capacidad instalada, especialmente con laboratorios de alta complejidad, y aumentar la calidad de la atención médica.