Covid-19 y las enfermedades de la pobreza

Debido a la crisis socioeconómica que se da en el contexto de la pandemia Covid-19, se han exacerbado profundamente las desventajas, las inequidades y la vulnerabilidad propias de la pobreza, colocando a los menos protegidos en un gran riesgo sanitario presente y futuro.

La pandemia de Covid-19 ha causado hasta el momento alrededor de treinta y tres millones de contagios y más de un millón de muertes a nivel global, e impresiona estar lejos de su finalización.

La retracción en la economía mundial producida por las medidas de suspensión de las actividades productivas y comerciales que adoptaron los distintos gobiernos para contener a la pandemia de Covid-19, sin duda ya se ven (y se verán aún más) reflejadas en un importante incremento de la pobreza.

La Covid-19 no solo mata por sí misma, sino que también por su efecto sobre la pobreza.

Un concepto a tener en cuenta, es que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que la enfermedad más mortal del planeta, es la pobreza. La ONU define esta última como “la condición caracterizada por una privación severa de necesidades humanas básicas, incluyendo alimentos, agua potable, instalaciones sanitarias, salud, vivienda, educación e información”. Se calcula que son pobres más de 1.300 millones de personas en todo el mundo.

En Argentina, según los últimos datos del INDEC, que corresponden al primer semestre del corriente año, la pobreza alcanzó al 40,9 de la población, muy distante del 35,5% del segundo semestre del 2019. Si se tienen en cuenta que los datos actuales del organismo corresponden a un período en el cual casi la mitad de mismo no correspondió a la “cuarentena”, se puede suponer que la pobreza hoy en día podría ser aún mayor.

Según la OMS y la OPS, en los países de bajos ingresos las enfermedades que cobran más muertes de manera significativa, en relación con los países con mayor desarrollo, son:

-Infecciones de las vías respiratorias inferiores (neumonía, bronquiolitis, gripe, bronquitis aguda).

-Enfermedades diarreicas infecciosas.

-Tuberculosis.

-VIH/Sida.

-Enfermedad coronaria.

-Malnutrición y deterioro del crecimiento y desarrollo infantil.

-Enfermedades cerebrovasculares.

-Complicaciones del embarazo, prematuridad y bajo peso al nacer.

-Trastornos neonatales.

-Chagas.

-Dengue.

-Filariasis linfática

-Malaria.

-Diabetes.

-Cáncer

Muchos de las enfermedades mencionas se relacionan con la desnutrición, la falta de acceso a la atención médica y a los medicamentos, y a la deficiencia de condiciones ambientales básicas (acceso al agua potable y a servicios adecuados de saneamiento e higiene).

Los niños malnutridos o inmunodeprimidos son los que presentan mayor riesgo de enfermedades diarreicas potencialmente mortales. Dichas enfermedades junto a la neumonía son las dos principales causas de muerte entre los pequeños desprotegidos.

La vacunación es fundamental para evitar la producción de enfermedades infecciosas. La OMS refiere que actualmente a nivel mundial la vacunación previene de 2 a 3 millones de muertes por año, y que podría evitarse otro millón y medio de decesos si se mejorara la cobertura mundial de vacunas.

La prevención por medio de la realización de los controles médicos periódicos juega un papel de enorme importancia para la detección y tratamiento precoz de las enfermedades cardiovasculares, el cáncer y la diabetes, entre otras. Las acciones de prevención suelen estar ausentes en los sectores más pobres. La falta de acceso a la atención médica, y la vivienda en condiciones ambientales deficientes en una población, se acompañan de una mortalidad muy superior a la de otros sectores más asistidos.

Las enfermedades de la pobreza causan desempleo e incapacidad para generar ingresos, creándose un círculo vicioso.

 

Covid-19 y pobreza

El Banco Mundial comunicó los resultados del análisis macroeconómico que efectuó acerca del impacto que produjeron las medidas de suspensión de las actividades que se adoptaron para contener a la pandemia de Covid-19. El organismo concluyó que la drástica contracción que sufrió la economía mundial, llevará a una reducción de la misma en un 5,2% durante este año. La institución manifestó que la recesión producida es la peor desde la Segunda Guerra Mundial, y que es la primera vez desde 1870 en que tantas economías experimentarán una disminución del producto per cápita, calculado en -3,6 %, lo que empujará a millones de personas a la pobreza extrema.

Para Argentina, el FMI estimó una caída del PBI del 9,9% para este año, cifra que seguramente será superada teniendo en cuenta el reciente informe oficial de la caída que sufrió el PBI en el segundo trimestre de este año (ya en pandemia) que fue del 19,1% interanual, descenso máximo del producto en la historia de nuestro país.

Según lo declarado por Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA el 23 de abril pasado (a tan solo un mes de la implementación del ASPO), el impacto económico de la paralización de actividades por la pandemia de coronavirus incide en todos los sectores, pero perjudica fundamentalmente a los sectores medios y bajos. UNICEF proyecta para fin de año un 62,9% de pobreza en los niños y niñas de nuestro país, pasando de 7 a 8,3 millones de chicos y chicas pobres, considerando datos interanuales.

Un análisis realizado por la ONU acerca del impacto socioeconómico y ambiental de la Covid-19 en Argentina, concluyó que en el país se produjo una caída en la producción, acompañada por el crecimiento de la pobreza y de la cantidad de personas en estado de emergencia sanitaria, alimentaria y económica. A la vez el informe destaca el temor de la sociedad argentina de que el aumento de la pobreza no sea temporal, sino que pase a ser estructural, cosa muy factible si tenemos en cuenta el permanente deterioro de nuestra economía.

La crisis produjo un aumento exponencial de la demanda de alimentos en los comedores comunitarios, llegando a crecer hasta un 200% en algunos de ellos. Muchas familias de clase media y media baja se vieron obligadas a acudir a los comedores, para cubrir su necesidad alimentaria diaria. En los estratos pobres aumentó marcadamente la inseguridad alimentaria.

Uno de los impactos de la crisis por Covid-19 es el aumento del desempleo, lo que implica que cientos de miles de personas pierdan su cobertura por obra social o prepaga, lo que significa un desfinanciamiento de las mismas y la sobrecarga del sector público de la salud. La disminución en los ingresos lleva a la imposibilidad de compra de medicamentos con consecuencias nefastas a corto y mediano plazo.

La demora o falta de vacunación desprotege a las personas, sobre todo a los niños, embarazadas y ancianos. La mal nutrición aumenta la vulnerabilidad a distintas enfermedades que pueden resultar fatales.

La falta de controles de salud impide el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades y aumenta la mortalidad.

En una encuesta de la UCA acerca de la situación de las infancias en tiempos de cuarentena por Covid-19 en el AMBA, se observó que en el 22% de 500 hogares encuestados, se había demorado la vacunación de al menos uno de sus hijos/as como efecto de la cuarentena. Con respecto a los controles preventivos de la salud del niño/a, la postergación de la visita médica de al menos uno de los niños/as del hogar fue del 44%.

Durante la pandemia la dificultad para la realización de los controles de salud de los individuos de los sectores más pobres se ven incrementadas fundamentalmente por: *la falta de medios económicos para concurrir a los centros de salud, *la cancelación de las consultas, estudios, prácticas y cirugías programadas en muchos hospitales públicos con el fin de priorizar la asistencia de Covid-19, urgencias y emergencias, y *temor a contagiarse al concurrir a los centros de salud.

Las consecuencias de la falta de atención de la salud y de la profundización y crecimiento de la pobreza, implicará en un futuro muy cercano:

  • Un incremento de la incidencia de las enfermedades de la pobreza, que determinarán una mayor demanda en los hospitales públicos, con posibilidad de desborde de los mismos.
  • Un significativo aumento de la mortalidad en las enfermedades con mayor prevalencia en las poblaciones más pobres.

El aumento en el requerimiento de atención de la salud en el sector público, implicará la necesidad de un otorgamiento de mayores presupuestos para el mismo, a lo que se sumará la necesidad de incorporar un importante número  de personal especializado, no siempre dispuesto a trabajar por magros salarios.

Por otra parte, la falta de diagnóstico y tratamiento oportuno de las enfermedades de la pobreza, llevarán con el tiempo al desarrollo de complicaciones de las mismas, con posibilidad de desenlace fatal en muchas de ellas.

 

Desafío pospandemia

Como consecuencia de lo descripto, el Gobierno deberá fortalecer el sector de la salud pública, desarrollando una mejora en la capacidad de asistencia sanitaria de las personas, por medio de:

*El incremento del número de centros de salud (atención primaria y hospitales) y de la calidad de los mismos, junto a la incorporación y formación de recurso humano para las diferentes especialidades. Se torna imprescindible la contención del equipo de salud existente, que a esta altura ya está extenuado por la titánica tarea que está realizando, y además valorizar a sus integrantes pagándoles sueldos acordes al trabajo profesional que desempeñan y al riesgo permanente con el que se enfrentan.

*El desarrollo de programas de prevención, asistencia y rehabilitación.

*El adecuado acceso a los medicamentos.

Las políticas sanitarias deberán ir acompañadas con políticas para asegurar una alimentación suficiente y los servicios básicos (agua potable, cloacas, electricidad y gas).

Ardua tarea les espera a las autoridades, ya que deberán actuar en un contexto en el que la pandemia Covid-19 ha profundizado una crisis económica ya instalada y una pobreza estructural muy importante.

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