¿Por qué las personas pelirrojas sienten diferente el dolor?

El misterio de por qué los pelirrojos sienten el dolor de manera diferente (Foto: Pixabay)
El misterio de por qué los pelirrojos sienten el dolor de manera diferente (Foto: Pixabay)

El dolor nos afecta a nuestro estado de ánimo, puede dificultar nuestro día a día y hasta la capacidad de pensar. Debemos desterrar la idea de que debemos intentar vivir sin dolor. El dolor es una sensación necesaria. Es un ‘avisador’ de que algo funciona mal. De hecho, tenemos la información al revés porque pensamos que el dolor es síntoma de algo grave, cuando por ejemplo hay enfermedades muy graves en las que no se padece este sufrimiento. “El dolor hay que comprenderlo para poder gestionarlo», advierte la profesora de Fisiología de la Universidad de Sevilla, Susana P. Gaytán.

Pero, ¿cómo se produce el dolor en nosotros? Según explica, el ser humano cuenta con unos receptores especiales, llamados ‘nociceptores’, que traducen la sensación dolorosa hacia las vías nerviosas, por caminos que pueden ser más menos directos, y que involucran a los circuitos neuronales que gestionan las emociones.

Cuando se afecta una variable fisiológica, por ejemplo tras un aumento de la presión en un golpe o por el incremento de la temperatura (como una quemadura), y esa variación escapa del rango de seguridad, se desencadena la respuesta defensiva y ahí empieza el dolor», subraya esta experta, quien precisamente acaba de publicar ‘¿Por qué me duele?’ (Next Door Publishers), un libro con el que pretende acercar un poco más a la población al mundo del dolor.

En concreto, señala que la percepción del dolor varía entre las personas y existen factores étnicos, sociales y culturales que influyen en la experiencia y en la expresión del dolor. «El dolor es un fenómeno complejo y que no solo puede variar ampliamente en intensidad, calidad y duración, sino manifestarse en muy diversos mecanismos y procesos fisiológicos», remarca la profesora universitaria.

A grandes rasgos dice que podemos clasificar el dolor en dos tipologías: el dolor agudo (me quemo y retiro la mano); y por otro lado el dolor crónico, por el que el dolor se convierte en un problema persistente y que se trata en muchas ocasiones de diferente manera, yendo a la transmisión del estímulo nervioso mediante analgésicos o bien intervenciones quirúrgicas que impidan esa transmisión de dolor.

Además, Gaytán afirma que a la hora de percibir el dolor con mayor o menor intensidad también juega un papel claro la experiencia previa de cada persona, recordando el miedo a las agujas que transmiten muchas personas: «La gente que dice que tiene miedo a las agujas porque le van a doler, a estas personas les duele más porque están en tensión y contraen el músculo. Les duele más que quien está relajado y por eso muchas veces las enfermeras intentan distraernos durante el pinchazo«

A su vez, destaca que hay condiciones genéticas diferentes y, por ejemplo, los pelirrojos, «sienten diferente», toleran el dolor mejor que el resto, debido a una mutación genética en el gen MC1R que caracteriza su tono de piel y de pelo, y que también afecta a la percepción dolorosa.

También hay que tener en cuenta, según prosigue, que las hormonas tienen su ‘función’ en este sentido, de forma que hombres y mujeres sentimos el dolor de forma diferente. Apunta igualmente a las influencias culturales de, por ejemplo, México o la India, para quienes la comida picante no pica porque desde pequeños así lo están ingiriendo y están acostumbrados. «Desde pequeños comen muchas cosas que tienen pepinillos picantes y este no es un sabor, sino una activación de los sistemas de recepción para el dolor», agrega Susana P.Gaytán.

La peridural “natural” de algunas mujeres

Otra de las curiosidades que la autora desgrana en ‘¿Por qué me duele?’ es la reciente descripción de un gen muy raro que aparece afectado en las madres sin dolor, el KCNG4. Este ayuda a crear una serie de proteínas generadoras de una ‘esclusa’ que controla la señal eléctrica que fluye a lo largo de las células nerviosas y hacia el cerebro.

«Se descubrió en una británica primero. Su modificación podría explicar por qué estas mujeres no necesitan un alivio para el dolor del parto, por ejemplo. En estos casos, el gen actuaría como una suerte de anestesia peridural natural. Estas mujeres producen cannabinoides endógenos en exceso, de forma que gozan de una especie de anestesia general. Además, esta peculiaridad les confiere a estas mujeres un umbral del dolor mayor, no solo para el parto», comenta la fisióloga.

Aproximadamente solo una de cada 100 mujeres tiene esta ‘capacidad’ o mutación genética que reduce la capacidad de las células nerviosas de enviar señales de dolor al cerebro.

El peor dolor que existe

Otra de las ideas que la experta resalta es que el peor dolor que existe es «cualquiera de las variedades del dolor crónico». En gestión dolorosa sostiene que el dolor oncológico es uno de los peores, así como aquellos asociados al miembro fantasma «porque te duele algo que no existe»

A su vez apunta al dolor de las neuralgias del trigémino, con constante sensación de dolor, así como a la fibromialgia y a todos los procesos asociados con ella: «Son solo algunos ejemplos que, en cualquier caso, y dadas las diversas formas que adquiere la sensación dolorosa (que no en vano es una experiencia extremadamente personal) nos debe conducir a remarcar la importancia de la existencia Unidades integrales para el manejo del dolor»

Añade en última instancia la importancia de la inversión en ciencia básica, sin la que no serían posibles todos los avances médicos relacionados con el dolor. «Hay muchos problemas que necesitan resolverse y también en la gestión del dolor. Cada persona tiene derecho a la mejor de las terapias posibles para gestionar su dolor y para conseguir estas terapias se necesita investigación básica», sentencia Gaytán.

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