Hemorroides: ¿cómo se relacionan con las anemias?

Puede ocurrir cuando hay sangrado y dar lugar a un cuadro agudo por la ruptura de una várice o bien ocurrir un cuadro crónico, lento y solapado. Consultar con un clínico es fundamental.

Las hemorroides son en esencia venas dilatadas de la región del recto y del ano. Popularmente conocidas como almorranas, se dividen en externas (recubiertas de piel) e internas (recubierta de mucosa  rectal).

Es una dolencia muy extendida que puede obedecer a un conjunto de causas que van desde ciertas actividades o profesiones que obligan a adoptar ciertas posturas (como quienes andan a caballo o conductores de camiones que pasan muchas horas sentados), hasta sedentarismo, partos repetidos, y estreñimiento crónico. Además pueden ser secundarias a otras enfermedades como la cirrosis hepática.

Los síntomas van desde picor, inflamación local, dolor al defecar, y también sangrado. Este último puede dar lugar a una anemia aguda por sangrado de ruptura de una várice, o una pérdida crónica, lenta y solapada, que puede llevar con el tiempo al paciente a consultar por anemia de largo proceso de causa no aclarada.

Por lo tanto en toda consulta médica por anemia debe descartarse la presencia de hemorroides y en verdad es de buena práctica hacer un estudio endoscópico o radiológico del tubo digestivo a los fines de descartar lesiones, pólipos o tumores sangrantes ubicados en otros sitios.

Para concluir, otras complicaciones en las hemorroides externas son la trombosis hemorroidal que requiere atención por guardia, y en el caso de las internas el prolapso hemorroidal con peligro de ulceración, que también necesita de la atención del cirujano especializado.

Como todos sabemos, en el tratamiento a largo plazo se incluyen medidas como combatir el estreñimiento con una dieta a base de frutas y verduras, y poca carne y harinas. Están prohibidos el alcohol, las salsas, y alimentos con picantes.

También incluye baños de asiento con agua templada, supositorios y pomadas analgésicas, antinflamatorias y astringentes. Y lo último, una correcta higiene de la zona anal con agua y jabón blanco. Los laxantes y supositorios de glicerina pueden ser de utilidad.

El ejercicio moderado es bueno y el cambio de hábito como acostumbrarse a una evacuación diaria para evitar la retención de materia fecal, todo el conjunto de medidas citadas es de utilidad brindando alivio y confort al paciente.

*El doctor Natalio Daitch es médico clínico.

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