“Las personas con VIH usamos marihuana desde hace 30 años, porque no sólo nos da beneficios desde los físico sino también nos mejora el estado de ánimo”, dijo Estela Carrizo, presidente de la Red de Personas viviendo con VIH de Mar del Plata durante la Mesa redonda Plenaria “Cannabis Medicinal, recreativo y espiritual”, que formó parte del XIV Simposio Científico de la Fundación Huésped, que finaliza este viernes en la Ciudad de Buenos Aires. Así, gracias a que se comienza a abrir este debate, se blanquea una situación que ocurre desde hace tiempo y que necesita salir a la luz, porque el uso de la sustancia aún acarrea un señalamiento social por más que haya ayudado como coterapia en el manejo del VIH. Esto es así antes de la llegada de los antirretrovirales para buscar el bienestar emocional de los pacientes y luego de tomar los medicamentos por muchos años, por sus efectos adversos.
“Las personas que tuvimos los primeros diagnósticos de VIH sufrimos envejecimiento prematuro en nuestro organismo. Primero porque no accedimos a estos medicamentos y después por tomarlos de forma ininterrumpida por más de 15 años”, relató Carrizo y así remarcó que envejecer con VIH es hoy el nuevo desafío, que también será el tema principal de un simposio que se realizará en Buenos Aires entre el 2 y el 3 de noviembre y cuyos datos se pueden consultar en la web www.aginghiv.com.
Carrizo indicó que el uso del cannabis fue fundamental para combatir el impacto del diagnóstico en los primeros tiempos, antes de todos los avances para terminar con el estigma y la discriminación. Pero también hoy también es útil desde los beneficios físicos para disminuir los efectos secundarios a largo plazo de los medicamentos que mantienen a raya el virus, hoy menos tóxicos, pero no exentos de producir síntomas adversos.
“La primera generación de los que recibimos un diagnóstico de VIH en el país, vivimos una época en que los médicos no querían seguir atendiéndonos si fumábamos marihuana. Y si bien hoy nos escuchan más, incluso hay quienes juzgan si con la pensión por enfermedad se compra algo de cannabis”, lamentó Carrizo.
Agregó que “se tiene que tomar la marihuana como lo que es, una terapia complementaria de los antirretrovirales que nos alivia los problemas digestivos, nos ayuda a tener hambre, a comer, y a tolerar lo que comemos y también nos mejora el estado de ánimo”.
Y lamentó que frente a los efectos colaterales de un fármaco se busque la respuesta en otro fármaco. “Para las molestias estomacales, nos dan ranitina; para dormir, clonazepam; cuando en realidad el cannabis, con menos toxicidad nos ayuda con las dos casas, y es una planta ancestral”, concluyó Carrizo.
Este debate se da en un contexto en el que preocupa la falta de la reglamentación de la Ley 27.350 de Cannabis Medicinal, aprobada por unanimidad el 29 de marzo pasado. Al no poder aplicarse, se pueden dar situaciones como la detención del cordobés Carlos Laje, el fundador de la primera Clínica de Cannabis Medicinal en el país, ocurrida el miércoles pasado, en la que la policía antinarcótica secuestró aceite de cannabis, cremas y flores. Además, cabe aclarar que para la aprobación de la ley, se dejó afuera al autocultivo, hecho que lamentaron muchas madres de pacientes con hijos con epilepsia refractaria, cáncer y otras patologías que sólo podían ser aliviadas con el aceite de cannabis, agrupadas en la ONG Mamá Cultiva.
De la misma mesa, moderada por la periodista Nora Bär, participó el doctor Thomas Kerr, de la University of British Columbia, Canadá, quien destacó que en su país existen hace 15 años leyes sobre el cannabis medicinal. A su vez, relató que a lo largo del tiempo estas normas sufrieron reformas para mejorar el acceso para los pacientes, los mismos que lucharon por el derecho al autocultivo, “ya que si a los productos de marihuana los produce la industria, se corre el riesgo de que sean adulterados con funguicidas, metales pesados y pesticidas, nocivos para pacientes”.
Kerr, además de decir que su propio jefe Julio Montaner (eminencia argentina residente en Canadá quien fue clave en la incorporación de los antirretrovirales) receta cannabis medicinal, reveló que en su país se está reglamentando el uso de las sustancias con fines recreativos, en un contexto interesante en el que hubo legislación previa para casos especiales y en los que la ciencia está demostrando que esta sustancia no es tan nociva como otras.
En la misma línea, la trabajadora social Graciela Touzé, de la asociación civil Intercambios sostuvo que “no hay muertes por sobredosis de cannabis”. Reconoció que el uso de cualquier sustancia (incluso los medicamentos convencionales) acarrea riesgos, por lo que hay que “educar para un consumo responsable del cannabis”. El problema es que “al existir una prohibición de tenencia de marihuana en la Ley Penal de estupefacientes no se puede avanzar en esta educación”.
Touzé lamentó que la ley de cannabis medicinal, aprobada en marzo, no haya sido reglamentada y que las organizaciones de la sociedad civil no hubieran estado presentes en el proceso de la reglamentación, cuando en realidad los avances en esta materia se lograron “gracias a la lucha de los grupos organizados”.
Una de las voces que más se hizo escuchar en tiempos en los que la ley se debatía fue la de Valeria Salech, titular de Mamá Cultiva, quien buscó que con la ley “se blanquee también la situación de muchas madres que con sus plantas ayudaban a sus hijos”. En su caso, su hijo Emiliano sufre epilepsia y vio como gracias al aceite de cannabis pasó a tener visibles mejoras.
“Es muy duro escuchar de los médicos que tu hijo no iba a poder jugar ni comunicarse. Sin embargo después de darle el aceite, te mira, te sonríe se puede conectar”, indicó Salech. Por ende, con la falta de reglamentación “se está negando el acceso a una terapia que mejora la calidad de vida de los chicos que ya están delicados”. Y como reflexión final dijo: “O nos preguntamos por los efectos secundarios de todas las drogas o por los efectos secundarios de las plantas”.