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Trastorno disfórico menstrual: ¿qué es y cómo reconocerlo?

Es muy común empezar a sentir una mayor irritabilidad, depresión o incluso ansiedad una o dos semanas antes de la menstruación.

Consejos para aliviar el dolor menstrual (Foto: Pixabay)
Consejos para aliviar el dolor menstrual (Foto: Pixabay)

Hay ocasiones en las que el dolor menstrual puede ser muy grave, hasta incapacitar la vida diaria. Esta situación se llama trastorno disfórico premenstrual (TDPM).

Todavía no son claras las posibles causas del trastorno disfórico premenstrual pero se estima que tendría algo que ver con factores genéticos, hereditarios, o factores hormonales. La psicóloga Marián del Álamo sostiene que el TDPM es más frecuente entre las mujeres de 20 a 35 años, o en aquellas con ciclos más irregulares.

«Tener ciertos síntomas premenstruales es normal. De hecho, es importante conocerlos e identificarlos para ir familiarizandonos con el ciclo. Ya sea como predicción, o como autoconocimiento, es importante conocerlo para poner acción en el autocuidado durante el ciclo», explica.

Los síntomas del trastorno disfórico premenstrual son «extremadamente incómodos y severos» y los padecen entre el 5-8% de las personas que menstrúan. «El TDPM provoca alteraciones emocionales más severas que los de la menstruación. Esto lleva a la persona a una dificultad para sobrellevar sus actividades cotidianas. Por eso es tan importante detectarlo y ponernos manos a la obra para poder mejorar, sobre todo, la calidad de vida».

Diferencias con el síndrome premenstrual

Lo que diferencia el TDPM del síndrome premenstrual es que «es muy exacerbada la sintomatología», es algo que puede llegar a incapacitar la vida diaria. «Cuando llega el ciclo, una está indispuesta o incapacitada porque nos sentimos tristes, irritables, tensas en exceso, enojadas o cansadas. Todo nos afecta y somos incapaces de concentrarnos. Es posible sufrir de ataques de pánico o comer de forma compulsiva” agrega la especialista.

Los síntomas del síndrome premenstrual generan malestar y nos avisan que nuestra menstruación se aproxima. El trastorno de disforia premenstrual es muy distinto porque “avisan de que hay algo más”. Los síntomas son muy molestos e incapacitantes porque hace énfasis en el aspecto emocional y somático.

Los síntomas del trastorno disfórico premenstrual incluyen la sensación de tristeza, desesperanza, tensión, ansiedad o impaciencia. A todo esto se añade el llanto frecuente, la irritabilidad o enojo persistentes y esto lleva al aumento de los conflictos interpersonales. Además, puede generar la pérdida de interés por las actividades habituales o cotidianas, a lo que puede asociarse un cierto distanciamiento en las relaciones sociales.

Otros síntomas son la dificultad para concentrarse, la sensación de fatiga, letargia o falta de energía, cambios acusados del apetito (que a veces pueden acompañarse de atracones o de antojos por una determinada comida), hipersomnia o insomnio. También hay síntomas físicos como hipersensibilidad o crecimiento mamario, dolores de cabeza o sensación de hinchazón que dificulta ajustar la ropa, el calzado o los anillos.

Es cierto que en nuestra sociedad se ha normalizado gran parte de la sintomatología y esto puede hacer sentir a la paciente aún más frustrada y resignada, porque cree que no tiene, ni tendrá el control de sus síntomas nunca, potenciando así el malestar emocional y la frustración frente al problema. “Es por eso que es tan necesario empoderar a las mujeres» sostiene Del Álamo.

Si bien no hay unas pruebas clínicas para realizar el diagnóstico, la especialista señala que se puede lograr el diagnóstico gracias a una «buena historia clínica de la paciente», donde se analiza su ciclo menstrual, si ha tomado anticonceptivos, los hábitos de vida de la persona, y una evaluación psicológica de la paciente.

¿Cómo manejar el TDPM?

La psicóloga considera muy necesario un abordaje integral a la hora de hacer manejar este trastorno. Es necesario hacer cambios en el estilo de vida, con una psicoeducación, porque tenemos que atravesar una fase de aceptación del problema y aprender a identificar emociones y a gestionarlas. Se debe aprender a gestionar el estrés, y puede hacerse con diferentes técnicas como mindfulness, atención plena, aceptación, autocuidado, y otras técnicas de relajación. «Cada persona es un mundo y cada una puede precisar de unas herramientas diferentes», subraya la especialista.

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