Este año, en el Día Mundial del Cerebro, que se conmemora el 22 de julio, no podemos más que señalar cual es el impacto del Covid-19 en este órgano tan noble y rector de nuestras vidas.
Recordemos que nuestro sistema nervioso se divide en sistema nervioso central, que es todo aquel tejido que se encuentra dentro de una cavidad circunvalada por hueso, esto es la medula espinal y el cerebro, tronco cerebral y cerebelo. Luego, todos los nervios que salen de estas cavidades óseas conforman el sistema nervioso periférico, constituyendo esos “cables” que permiten llevar y traer información a la “computadora central” donde se procesará la información recibida y se elaborarán respuestas desde muy sencillas hasta muy complejas, incluido nuestro comportamiento.
Esta pandemia que atravesamos todos, sin duda ha tenido, tiene y tendrá sus efectos sobre nuestro sistema nervioso. La información científica brota a borbotones y debemos poder reunirla, sintetizarla y resumirla de manera adecuada para no caer en minimizaciones ni exageraciones, que solo nos llevarían a un resultado no deseado sobre nuestra salud física y mental.
Lo que sabemos hasta hoy es que si bien el coronavirus tiene especial atracción con el sistema respiratorio, también le apetecen otras partes de nuestro cuerpo.
Nuestro cerebro puede enfermar por infecciones, inflamaciones, degeneración de las neuronas con muerte de ellas antes de lo previsto (apoptosis), infartos por falta de llegada de sangre con oxígeno (ACV), hemorragias, tumores, malformaciones en su estructura, alteraciones en la manera que se comunican químicamente las neuronas, accidentes, intoxicaciones, como las más importantes que pueden afectarlo.
¿Ahora bien, cómo sabemos hasta ahora cuánto y de qué manera impacta el Covid-19 sobre el sistema nervioso?
Una de las formas más indolentes que denota su invasión al sistema nervioso es la que provoca alteraciones del olfato. Puede ser por disminución del mismo (hiposmia), pérdida total (anosmia) o por la distorsión de lo percibido (parosmia). Aquí tenemos un claro ejemplo de cómo el virus se une al receptor del olfato y puede generar cambios en el funcionamiento del sistema, observando, en algunos casos, alteraciones en las imágenes de resonancia magnética en el bulbo olfatorio.
Entre el 50 y 80% de las personas infectadas tienen este síntoma, aun en ausencia de congestión nasal y además no suele ser el único.
La duración de este síntoma puede ser de hasta un par de meses con recuperaciones variables de la función. Quizá la pandemia haya puesto atención en la disminución del olfato, pero debemos recordar que este sentido que nos protege de los peligros ambientales (poder oler el gas, las comidas en mal estado, cualquier sustancia en descomposición), nos conecta también con sensaciones placenteras. El sentido del olfato se ve mermado con el correr de los años en personas normales y mucho más en enfermedades como el Alzheimer y el Parkinson.
Otra enfermedad cerebral que cobró relevancia en la pandemia fue el accidente cerebrovascular. Algunos factores se relacionaron con el diagnóstico tardío por miedo de las personas a consultar a los centros de salud o por la disminución de la capacidad de atención de estos, pero también por otros factores que le son propios al virus.
En un artículo de la revista Lancet, se obtuvieron muestras de tejido cerebral de autopsias de personas que fallecieron con Covid-19, donde pudieron hallar partículas genéticas del virus en él, lo que indicaría, que había podido llegar hasta la estructura misma del cerebro. Otros estudios no pudieron hallarlo, sin embargo. Afortunadamente, no hubo una correlación entre el hallazgo de esas partículas y la evidencia clínica de daño neurológico.
El impacto del Covid-19 sobre la esfera neurológica puede deberse a varios mecanismos: el primero de ellos, es la falta de oxígeno secundaria a la enfermedad respiratoria que suele ser la que domina el cuadro. Por otro lado, la reacción inflamatoria, en algunos casos desmedida o inadecuada, puede ser la causante de esa inflamación que puede producir desde dolores de cabeza hasta compromiso del estado de conciencia.
Pero no solo se producen síntomas mientras se cursa la enfermedad, sino que ha descripto un cuadro clínico conocido como “síndrome post Covid”, “Covid prolongado” y otras denominaciones que responden a la misma entidad.
Es aquí donde la fatiga, el dolor muscular, el cansancio inexplicable, el dolor de cabeza y un cuadro conocido como “neblina mental” pueden tener un tiempo variable de duración. Serán de mayor duración e intensidad en las personas que han cursado una enfermedad más grave.
Otro impacto serio es sobre la esfera afectiva, donde las personas que debieron permanecer en terapia intensiva o por tiempos prolongados en internación pueden desarrollar ansiedad, depresión, angustia y trastorno por estrés postraumático.
Todo este impacto que genera el virus pandémico merece especial atención, cuidado y seguimiento para morigerar las secuelas en la esfera psíquica y física.
La atención de salud en los centros médicos debe ser preservada para los casos que necesariamente requieran del uso de instalaciones hospitalarias. En esta segunda etapa de recuperación del COVID-19, la atención en el domicilio del paciente se constituye como un pilar fundamental de la convalecencia, que, en algunos casos, ya sabemos que puede ser prolongada, no solo por las secuelas neurológicas sino también respiratorias y del estado de ánimo.
La concurrencia de médicos, enfermeras, kinesiólogos, terapistas ocupacionales, profesionales de la Salud Mental, entre otros, así como también la provisión de oxígeno, silla de ruedas, camas ortopédicas, andadores, son el arsenal terapéutico que puede ofrecer la internación domiciliaria.
La internación domiciliaria es reconocida como una herramienta muy útil para la atención y el seguimiento de algunas patologías agudas que pueden completar el tratamiento en el domicilio, así como también para organizar y hacer efectivo un tratamiento de rehabilitación o bien el cuidado y sostén de patologías crónicas para evitar las complicaciones. Todo ello, en la propia casa del paciente, rodeado de sus objetos, sus afectos y sus rutinas, que impacta positivamente sobre el estado de ánimo que, sin duda, redundará en una mejor evolución.
Aún no sabemos con exactitud cuál será el resultado a largo plazo sobre el desarrollo de demencias y/o trastornos del movimiento que podrían desarrollarse luego de tanto componente inflamatorio cerebral. Pero sí que contamos con la internación domiciliaria como clave para la salud individual y el sistema asistencial en general.
*La doctora Gabriela Ferretti (MN 81.108) es Médica Neuróloga, Clínica y Legista. Divulgadora Científica de Grupo Medihome.