El recuerdo del sabor de una sustancia que sea dulce sin valor nutricional y el de otra que sí lo es activa circuitos neuronales diferentes y deja una huella en la memoria que se prolonga distinto tiempo según el caso, reveló un equipo internacional de científicos con participación argentina.
Para llegar a esa conclusión, los investigadores realizaron experimentos con la mosca de la fruta Drosophila melanogaster, un modelo muy común en el laboratorio.
«El salto a sistemas nerviosos más complejos, como el humano, es un gran desafío», afirmó a la Agencia CyTA-Leloir Martín Klappenbach, del Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFIByNE), que depende del Conicet y de la UBA.
«Pero la información obtenida allana caminos para lograr ese objetivo en el futuro», agregó el becario del Grupo de Fisiología Sensorial del IFIByNE, que lidera el doctor Fernando Locatelli.
En diferentes experimentos, los científicos activaron e inhibieron grupos muy pequeños de neuronas, mientras las moscas debían aprender a identificar un olor, que en principio era neutro, con la presencia de comida. Luego, para evaluar la memoria, se les daba a elegir entre ese olor y otro no asociado con la presencia de alimento. Si los insectos aprendían y recordaban, entonces preferirían al olor que habían recibido mientras comían.
Klappenbach y sus colegas observaron que las moscas que carecen de un neurotransmisor que participa de la memoria y el aprendizaje en esos insectos, octopamina, fallaban más en aprender a reconocer y discriminar ambos olores en el corto plazo, pero no después de un día.
En ensayos posteriores, confirmaron que hay un circuito de neuronas de octopamina y dopamina (otro neurotransmisor) que son las responsables del aprendizaje de lo dulce, pero no nutritivo, y que genera una memoria que dura poco tiempo. En cambio, probaron que existe otro grupo de neuronas de dopamina que «fija» el recuerdo a largo plazo cuando la mosca aprende a asociar el dulce con su valor nutritivo.
El trabajo, publicado en «Current Biology», fue liderado por el doctor Scott Waddell, del Centro de Circuitos Neuronales y del Comportamiento, de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido.