A toda persona que consulte con un médico, éste, sin importar cual sea su especialidad, seguramente le preguntará si fuma. Cuando la respuesta es afirmativa, el paciente suele acompañarla de algún comentario.“Fumo poco.” “Sé que hace mal, pero no puedo dejarlo.” “Lo hago para no engordar.” “Es lo único que me relaja.” “No puedo dejar el cigarrillo.” “Fumo muy poco y eso no es malo.” “Si no fumo, no puedo defecar.” “Apenas me embarace, lo dejo.” “Hace 20 años que fumo y jamás me enfermo.” ¿Son verdades ó justificaciones cada una de éstas respuestas? Son, ni más ni menos, realidades de las personas, que en sus relatos construyen una explicación para mantener un hábito nocivo para ellas mismas y para terceros.
Como primera medida para entender la dificultad del propósito, debemos comprender que batallamos con una adicción a la nicotina. Adicción muy poderosa, pero a la cual se puede vencer. Para ello, el paciente debe saber que una vez que se deja el cigarrillo, son las primeras cuatro semanas las más críticas para la abstinencia. Y para ayudar a pasarlas, existen métodos y medicamentos.
¿Alguna vez intentó dejar de fumar? ¿Más de una vez? ¿Fracasó siempre? Mejor. Cuantos más intentos haga, mayores chances de éxito tendrá con un método apoyado por un médico. Puede lograrlo y mejorar su vida, no se prive de esa posibilidad. Las recaídas son parte de la deshabituación, no son fracasos.
Muchos se preguntan por qué deberían dejar de fumar. Es simple, por su salud y la de quienes los rodean, que también padecen la adicción. Las personas que conviven con un tabaquista tienen más riesgo de contraer enfermedades respiratorias y pueden, además, enfermarse de cáncer.
Quienes dejan de fumar mejoran su gusto y olfato, tienen menos arrugas y líneas de expresión –sobre todo alrededor de la boca, donde producen una apariencia avejentada–, ahorran dinero, mejoran su calidad de vida, sienten menos cansancio, tienen menor riesgo de desarrollar cáncer o sufrir infartos, y recuperan su libertad, al no depender de un hábito.
Por eso, dejar de fumar vale la pena, y es posible. Es necesario pensar primero en ello –una etapa llamada de contemplación–, para luego pasar a la fase de acción, en la cual, con el asesoramiento médico adecuado, los pacientes pueden comprender la naturaleza de ésta adicción y así derrotarla.
Aquellos que consumen hasta un máximo de 10 cigarrillos diarios, pueden dejarlos sin usar medicación, pero sostenidos por el apoyo de un profesional que les explique los pasos a seguir y como irá su deshabituación. Las personas que tienen un mayor consumo, necesitarán medicamentos que reduzcan la sensación de abstinencia y la ansiedad, para aumentar así las posibilidades de éxito.
Hasta el momento, no existen evidencias científicas que avalen la efectividad de ciertas estrategias, como los tratamientos homeopáticos, las técnicas de relajación, el ayurveda, las sanaciones o el láser. Cuando parecen funcionar, es en realidad porque triunfa la motivación personal.
Los aumentos de peso, la presencia de tos y las sensaciones desagradables de la abstinencia pueden controlarse ampliamente con la ayuda de un médico y la motivación personal para no dejarse ganar y vencer ésta adicción. ¿Se anima entonces usted a contemplar la idea de no fumar, a ser más libre y más sano, a lograr que sus hijos no prueben eso que a usted lo atrapó? Hágalo. Usted puede mejorar su calidad de vida y sentirse mejor. Consulte con su médico de cabecera.