Si alguien sospechara hoy que en un tiempo perderá su trabajo, podría anticiparse, volverse más ahorrativo y aprender a vivir con lo justo para estar preparado para los momentos difíciles. Pero si el pronóstico resultara equivocado, adaptarse a vivir con poco llevaría a privaciones innecesarias que podrían, a largo plazo, condicionar su estilo y calidad de vida.
La contradicción que plantea este ejemplo simple es útil para entender la teoría de programación metabólica y su relación con el desarrollo de enfermedades crónicas de la adultez, como obesidad, diabetes, hipertensión o síndrome metabólico.
De acuerdo a este precepto, cuando una madre no se alimenta bien durante el embarazo, el bebé recibe señales que le indican que nacerá en un ambiente donde escasea el alimento y lo llevará a adaptar su metabolismo a esa situación desfavorable, previendo que la misma continuará durante toda su vida. Pero si la predicción falla y la disponibilidad de nutrientes en el ambiente resulta distinta a la esperada, esta teoría propone que el recién nacido se volverá más susceptible a desarrollar, con el tiempo, enfermedades que afectan el metabolismo.
“Existen periodos críticos en el desarrollo de una persona durante los cuales un estímulo o injuria determina patrones metabólicos que le permiten adaptarse y sobrevivir a esa situación”, sintetiza la Dra. Miriam Tonietti, pediatra especialista en Nutrición y médica de planta del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez. Además de la gestación, el periodo postnatal inmediato y los primeros meses de vida constituyen momentos especialmente sensibles a la alimentación, porque el desarrollo de varios órganos y de los procesos metabólicos que se llevan adelante en ellos continua durante las etapas que siguen al parto.
La alimentación escasa no es la única condición ambiental que puede producir un cambio adaptativo en el metabolismo. Las madres diabéticas u obesas y las nuevas costumbres de alimentación de los bebés durante los primeros meses de vida (reemplazo de la leche materna por fórmulas proteicas e introducción temprana de papillas ricas en carbohidratos) serían ejemplos de ambientes excesivamente nutritivos que también podrían influir en el desarrollo de enfermedades.
Si bien las investigaciones siguen avanzando en la comprensión de estos procesos, existe suficiente evidencia que avala la importancia de mantener una nutrición balanceada durante las etapas críticas para la programación metabólica.
“Se debe cuidar la salud materna durante la gestación y lactancia, y tratar de que sea óptima”, destaca Tonietti y agrega que a la hora de alimentar al recién nacido se debe priorizar dar el pecho porque, además de proveer nutrientes de calidad en cantidades adecuadas para asegurar el crecimiento del lactante, promueve la regulación de los circuitos del hambre y la saciedad.
“La alimentación artificial responde más en cantidad y densidad a las preparaciones ofrecidas por la madre o el cuidador que a la autorregulación calórica del niño”, explica Tonietti y advierte que es frecuente la introducción precoz de grandes volúmenes de papillas altamente energéticas, que favorecen la ganancia excesiva de peso en el niño. “Mantener una alimentación complementaria adecuada para evitar el incremento masivo y temprano del tejido graso es también fundamental para prevenir la obesidad en las etapas tempranas de la vida”, concluye la especialista.