Un estudio publicado por The Lancet como parte de una serie sobre el sida entre la población que abusa de sustancias destaca el importante aunque en gran parte desconocido papel que desempeña el alcohol en la propagación de la epidemia.
Aunque se han conseguido importantes avances en la lucha contra el sida entre la población en general, los grupos socialmente marginados como los drogadictos siguen estigmatizados y sin suficiente acceso a tratamientos que podrían salvar sus vidas e impedir que se conviertan a su vez en transmisores, dice la revista científica.
Actualmente hay 16 millones de drogodependientes que se inyectan en el mundo, de los cuales tres millones son seropositivos. A su vez hay que añadir un número incontable de personas que consumen drogas por otras vías y que también padecen el sida.
The Lancet califica al alcohol como una «droga olvidada» y los autores del International Center for Research on Women, de Washington, señalan que los estudios realizados en África muestran la estrecha asociación de la bebida con la infección por VIH, así como con comportamientos que la propician como el sexo no protegido, la promiscuidad y la prostitución.
Según los expertos, las mujeres que venden y sirven alcohol en los bares, hoteles y otros establecimientos «corren un riesgo elevado de beber ellas mismas alcohol, mantener relaciones sexuales no protegidas con sus clientes e infectarse».
Otro trabajo de la Columbia University School of Social Work, de Nueva York, se refiere a las mujeres que se drogan ellas mismas y que en muchos casos no tienen el poder que haría falta para exigir del hombre sexo seguro.
Las adictas muchas veces dependen de sus parejas para conseguir las drogas que comparten y, dado que en diversas ocasiones son los hombres quienes las inyectan (es decir, que son «las segundas en recibir la aguja»), corren el doble riesgo de infectarse del virus del sida o por otros patógenos.
Un tercer trabajo presentado por The Lancet, de la Universidad de California, San Diego, califica de insuficiente la actual provisión de programas de substitución de opioides, de agujas y jeringas y de las terapias antirretrovirales, a lo que se suman leyes que prohíben los primeros, todo lo cual contribuye a incrementar la epidemia entre los drogadictos.
Según otra investigación del National Drug and Alcohol Research Centre, de Sydney (Australia), en todo el mundo, menos de uno de cada diez drogadictos que se inyectan se benefician de programas eficaces de prevención del VIH.
De cada cien usuarios, sólo ocho reciben terapia de sustitución; cuatro, terapia anttirretroviral, y tan sólo un 5% de quienes se inyectan utilizan jeringas higiénicas proporcionadas por las autoridades sanitarias.
Los autores de ese trabajo afirman que un índice alto de cobertura por esos tres tipos de terapias combinadas es fundamental para reducir las infecciones por el virus del sida en más de un 50% entre los drogadictos que se pinchan.
Los investigadores del Open Society Institute, de Nueva York, explican en un informe que en países como China, Vietnam, Rusia, Ucrania y Malasia, donde hay un elevado número de drogadictos que se inyectan, el acceso a tratamiento antirretroviral es bajísimo cuando sería especialmente necesario.
Esos expertos señalan el peligro de estigmatizar a los abusadores de sustancias como ocurre incluso en los centros médicos de algunos países, hasta el punto de ponerles trabas o incluso negarles el tratamiento.
Otro equipo de la Yale University, New Haven, Connecticut (EEUU), ha estudiado el impacto del sida entre quienes se inyectan en el índice de morbilidad y mortandad de ese grupo frente a quienes no consumen drogas y ha detectado una mayor incidencia de hepatitis vírica, tuberculosis, infecciones de origen bacteriano y enfermedades mentales.
Según los autores, cuando el tratamiento antirretroviral esté universalmente disponible para los drogadictos infectados, podrá prestarse mayor atención a las otras enfermedades que padecen y cuyo diagnóstico se volverá también más fácil.
Un estudio del Departamento de Salud Pública de San Francisco EE.UU. constata el incremento del riesgo de VIH asociado al uso de anfetaminas y recomienda que se permita el rápido acceso de las personas que las consumen al test del virus y otras intervenciones destinadas a prevenir la enfermedad.
Expertos de Milles-Isles (Québec, Canadá) denuncian la prevalencia de los abusos de derechos humanos entre los drogadictos, lo que aumenta el riesgo de infección por el sida, mientras que un equipo la John Hoppkins Bloomberg School of Public Health (Baltimore, EEUU), hace un llamamiento a favor de «descriminalizar» a los que abusan de sustancias.
«Sólo aproximadamente un 10% de los drogadictos en todo el mundo se benefician de las terapias actuales y demasiados están en la cárcel por delitos menores o sin juicio alguno», denuncian.
Según «The Lancet», no hay soluciones que valgan para todos, sino que cada país tiene que buscar una respuesta adecuada a su propia epidemia, pero combinando distintas intervenciones y terapias podría llegar a contenerla en los próximos cinco años porque «sus efectos son sinérgicos».