A comienzos de 1943, hace casi exactamente 70 años, la publicación en Estados Unidos de un pequeño libro de 46 páginas, 11 láminas y un precio de US$ 5 cambió la historia del cáncer de cuello uterino. La obra, Diagnosis of Uterine Cancer by the Vaginal Smear, sirvió para difundir masivamente el test de detección de lesiones precancerosas uterinas desarrollado por el doctor George Papanicolaou, entonces de 60 años. A poco más de medio siglo de su muerte, en febrero de 1962, el método de Papanicolaou, “citología vaginal” o simplemente Pap, sigue salvando vidas en la Argentina y en el mundo.
El Pap “puede detectar lesiones en el cuello de útero que se pueden tratar antes de que se conviertan en cáncer”, señaló Laura Thouyaret, integrante del Área de Prevención de Cáncer Cervicouterino del Instituto Nacional del Cáncer (INC).
De acuerdo a la especialista, el Papanicolaou debe realizarse durante dos años seguidos a partir de los 25 años y si el resultado es negativo, luego puede espaciarse cada tres años. Según cifras del informó el INC, dependiente del Ministerio de Salud de la Nación, en Argentina se detectan 4.000 casos nuevos de cáncer del cuello uterino por año y 1.800 mujeres pierden la vida.
El cáncer cervicouterino es causado por algunos tipos de Virus del Papiloma Humano o HPV, los llamados de alto riesgo oncogénico. “Se ha comprobado una asociación del 99 % entre esos virus y el cáncer cervicouterino”, puntualizó Thouyaret, quien también integra el Programa Nacional de Cáncer Cervicouterino de la Subsecretaria de Salud Comunitaria del Ministerio de Salud de la Nación.
Además del Papanicolaou, también se han desarrollado vacunas y nuevas tecnologías para la detección precoz, como el test del Virus del Papiloma Humano (que rastrea el ADN del patógeno en muestras de células del cuello uterino). Sin embargo, por una cuestión de costo y practicidad, el Pap sigue siendo una herramienta vital en la prevención de la enfermedad.
Fuente: Agencia CyTA – Instituto Leloir