Embarazo adolescente, un riesgo para dos

Por Celina Abud.- Especialistas coinciden en que las gestaciones tempranas son un factor de riesgo para la mortalidad infantil. Las causas abarcan desde la no planificación hasta el crecimiento uterino insuficiente.

Elegir un proyecto de vida como estudiar una carrera, formar una familia o trabajar es un derecho individual que no debería escapar a ninguna mujer. Ser una madre niña o adolescente y más si el embarazo llega sin ser planeado atenta no sólo contra esta posibilidad de escoger sino en algunos casos también contra la propia salud del bebé.           

Si bien no existen en la Argentina cifras que prueben una relación concreta entre el embarazo adolescente y la mortalidad infantil, ya sea al momento del parto o en los años posteriores, reconocidos expertos afirman que la gestación a edades tempranas es un factor de riesgo por distintos motivos. Entre las razones argumentadas están que el embarazo no haya sido deseado, que se haya concretado como producto de un abuso, que el cuerpo de la niña no se encuentre del todo desarrollado para el crecimiento uterino, que las jóvenes no estén acompañadas de una pareja o que no cuenten con la aprobación y el apoyo familiar, que presenten hábitos tóxicos como el consumo de tabaco o alcohol, que lleven una alimentación deficiente, que no cuenten con un ambiente propicio para la crianza segura de un niño y que por el hecho de haber tenido chicos, deban abandonar sus estudios.

De acuerdo con las últimas cifras del Ministerio de Salud de la Nación, el 15,6 % de los nacimientos que se producen en la Argentina corresponden a menores de 20 años.  Traducido a cifras absolutas, los nacidos vivos de madres en esta franja etaria fueron 118.913. De ese total 3.146 ocurrieron en menores de 15 años y 115.856 entre los 15 y los 19 años.  Otro estudio del Fondo de las Naciones Unidas para la Población (UNPFA-Argentina) indica que el 69% de los embarazos adolescentes en el país son no deseados, por lo que alrededor de 82 mil de estos chicos serían más vulnerables a nacer con una patología o un riesgo adicional en su salud por no tener los controles previos que se hacen las mujeres al momento de la planificación familiar.

Según explic&oaoacute; la doctora Analía Messina, especialista en Ginecología y Obstetricia, los niños nacidos de embarazos no deseados son más vulnerables a las complicaciones en salud porque “planificar la gestación es también planificar un cuidado adecuado y si la futura madre no lo hizo, puede no estar en un estado óptimo”.

De acuerdo con la experta, se requiere atención especial “no sólo en el embarazo y el parto, sino también antes, para descartar enfermedades asociadas a malos resultados perinatales, como la diabetes o la hipertensión, además chequear que tenga las vacunas apropiadas como la de la hepatitis y también la del virus del papiloma humano (VPH), que ahora es gratuita y obligatoria para niñas de 11 años”, así como también  “descartar enfermedades de transmisión sexual” ya que de confirmarse su presencia, se le debe administrar a la mujer un tratamiento adecuado para evitar la transmisión de madre a hijo.

Pero,  ¿cómo incentivar a las jóvenes a hacerse controles en servicios que no siempre están preparados? Según la doctora Mabel Bianco, Presidenta de la Fundación para el Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM) el problema de los servicios de Salud radica en que éstos “recién reconocen los derechos reproductivos y sexuales de las adolescentes desde que se embarazan y por eso no las ayudan a evitar gestaciones no planificadas”.

Según explicó Bianco, los embarazos no planeados en esta etapa “generan diversas condiciones de alto riesgo para las jóvenes y también para sus hijos y  se sabe que la mortalidad infantil es mayor por diversos factores, entre ellos nacer con menor peso, poseer peor alimentación y peores condiciones psicosociales en las que los niños crecen, ya que los ambientes no suelen ser los más adecuados y las madres suelen salir a trabajar con múltiples presiones para sostener a sus chicos”.

Por su parte, la doctora Messina especificó que muchos servicios médicos “no están preparados para las necesidades específicas de las adolescentes, que conforman un grupo poblacional que necesita de un lenguaje apropiado, ni muy rígido ni tampoco de igual a igual y también requieren contención”. Y agregó que el profesional de la salud “debe indagar acerca de la  situación de las jóvenes, ya que a veces no están acompañadas por sus parejas o no cuentan con el apoyo de sus familias porque no están de acuerdo con la decisión tomada por sus hijas”.

A su turno, la doctora Zulma Ortíz, experta en Salud Pública de Unicef Argentina (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), indicó que se les debe preguntar a las adolescentes cómo ocurrió el embarazo, especialmente durante la etapa de la adolescencia precoz entre los 10 y los 15 años, “en donde es necesario iniciar una investigación penal para descartar que la gestación no haya sido producto de un abuso sexual y esas preguntas deben aparecer ya desde el mismo control prenatal”.

En la misma línea, un estudio de investigación del Departamento de Reducción de los Riesgos del Embarazo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), liderado por el consultor James Rosen afirma que “las adolescentes menores de 16 años corren un riesgo de defunción materna cuatro veces más alto que las mujeres de 20 a 30 años y la tasa de mortalidad de sus neonatos es aproximadamente un 50% superior”.

Si bien el documento reconoce que las circunstancias de los embarazos adolescentes varían en gran medida, los cuerpos más jóvenes no están plenamente desarrollados para pasar por el proceso del embarazo sin consecuencias adversas, entre ellas un riesgo más alto de parto obstruido, que sin una atención obstétrica adecuada puede llevar a la ruptura del útero, con un alto riesgo de muerte para la madre y el bebé. A su vez, según el texto,  un trabajo prolongado de parto puede causar una fístula obstétrica, que es un desgarro entre la vagina y la vejiga o el recto.

Mientras que en la adolescencia precoz se suelen prestar atención a los riesgos físicos que conlleva el embarazo, en la tardía, que se da entre los 15 y los 19 años, es el proyecto de vida que una mujer concreta el tema en que se centra la discusión de los analistas. De acuerdo con las últimas cifras de UNPFA, 7,3 millones de adolescentes y niñas menores de 18 años dan a luz cada año.

“Si bien muchos de estos embarazos se consideran no deseados, hoy una persona de entre 16 y 17 años puede considerarse una adulta joven por la evolución que ha tenido la sociedad, con el acceso a la información y el ejercicio de derechos, pero se ve cuáles son sus proyectos para el desarrollo”. Indicó Ortíz.

En una línea similar, un informe de la FEIM sobre Datos y contexto para instalar en agenda los temas urgentes de las mujeres, augura que “muchas que han decidido ser madres muy jóvenes deben enfrentarse con la familia, la escuela y la sociedad toda, que a veces las rechaza, las juzga y maltrata por su condición de madres jóvenes”.

Si se toma en cuenta que según otro documento de la FEIM, que indica que en Argentina la mayoría de las madres jóvenes provienen de hogares de bajos recursos en una proporción de 17 a 1, se visualiza que muchas de ellas deben salir a trabajar para mantener a su familia y dejar a un lado sus estudios. En coincidencia, estadísticas de UNFPA Argentina muestran que el 80% de las adolescentes sin hijos asiste a la escuela, mientras que sólo el 25% de las que ya son madres lo hace.

“Que la adolescente abandone la escuela para cuidar a su hijo no va a tener un efecto inmediato, pero sí en un futuro, ya que tendrá menos o peores condiciones de trabajo, menor salario y el niño se desarrollará en una familia pobre”, indicó Bianco a la par que sugirió que para igualar las oportunidades de que sus hijos tengan una buena salud y un óptimo desarrollo deberían existir “lugares que brinden apoyo asistencial como guarderías y centros de cuidado infantil, que no se limiten a ser lugares en donde el niño está y se alimenta, sino también actuar como ámbitos de estimulación temprana y educación”.

Por su parte, para la doctora Ortíz, “la educación incompleta es una de las principales barreras para que las jóvenes no accedan a los controles”, así como también “que no siempre se puedan atender en lugares adecuados y amigables, con turnos de fácil acceso y donde no se derive a la paciente de un hospital a otro”.

Al respecto, Unicef sintetiza que las condiciones del lugar donde el niño nace, la calidad del servicio que la adolescente recibe y el acompañamiento familiar puede determinar la sobrevida del recién nacido y de la madre, en cualquier momento de su embarazo, parto o puerperio.

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