De las ocho horas promedio que se dormía hace más de medio siglo, la población redujo dos horas diarias de descanso y hoy la tendencia es reposar entre seis y cinco horas, sobre todo en los centros urbanos, lo que representa un esfuerzo para el organismo con consecuencias negativas para la calidad de vida y la salud, aseguraron médicos especialistas en el marco de celebrarse el 13 de marzo el Día Mundial del Sueño.
Daniel Pérez Chada, jefe del Servicio de Neumonología y director de la Clínica del Sueño del Hospital Universitario Austral, describió a la agencia Télam que «esto tiene que ver con el cambio en el ritmo de vida, los turnos rotativos de trabajo, la exigencia de mayor productividad, el consumo de televisión y nuevas tecnologías hasta altas horas de la madrugada, y esta disminución en el descanso representa un esfuerzo enorme para el organismo que tiene que adaptarse a un nuevo ritmo».
En este sentido, el especialista señaló que el mal descanso es un problema que está afectando a toda la sociedad, a todas las edades y a todas las clases sociales. “Un niño que duerme en la calle no tiene un buen descanso por las condiciones que lo rodean, pero quizás un niño de su misma edad de clase media se queda jugando a la Playstation hasta las cuatro de la mañana y tampoco duerme bien», ilustró.
Pero más allá de estas condiciones que afectan a toda la población existen personas que sufren trastornos de sueño y que haciendo una consulta y tratamiento adecuado pueden revertir su situación.
«Clasificamos los trastornos de sueño en tres grandes grupos: los que duermen poco, los que duermen mucho y los que tienen conductas o movimientos extraños durante el sueño. Todas estas personas tienen consecuencias durante la vigilia, que, a grandes rasgos podríamos mencionar como cansancio, fatiga, mal humor, falta de concentración, entre otras», detalló por su parte Stella Maris Valiensi, médica de la Sección de Trastornos del Sueño, del Servicio de Neurología del Hospital Italiano.
La médica clínica y neuróloga describió que «si bien hablamos de ocho horas promedio, el sueño puede ir de seis a 10 horas y dependerá de lo que el individuo necesite para levantarse sintiéndose bien; por otra parte si una persona duerme mal una noche necesitará siete noches de buen descanso para estabilizarse».
Y añadió que «si bien todos pudimos haber tenido un episodio, por ejemplo, de insomnio es importante hacer una consulta cuando esta situación se cronifica, es decir, se extiende por meses».
Entre los más de 100 trastornos de sueño reconocidos, el insomnio es el más común y consiste en el retraso en la conciliación del sueño o su interrupción. Según expresó el psiquiatra Roberto Ré, una de sus principales causas “es el estrés, del cual la persona no puede liberarse al momento de descansar”. A su vez, “la falta o perturbación del sueño es un factor agravante del distrés o causante del mismo», agregó.
«Otra causal del insomnio, que se ve muy a menudo en el consultorio, es el retraso de fases, la alteración de los ritmos cronobiológicos, en particular el síndrome conocido como fase retardada del dormir, es decir que la persona no duerme de acuerdo a su reloj biológico», puntualizó Ré.
«Tradicionalmente el tratamiento de pacientes con insomnio se hacía con fármacos, pero actualmente esto se ha modificado y se proponen más tratamientos con enfoque cognitivo y conductual», indicó Pérez Chada.
El segundo trastorno en orden de frecuencia es la apnea, que consiste en la interrupción de la respiración por al menos 10 segundos y que “provoca consecuencias inmediatas como el agotamiento, la falta de concentración y demás características comunes a los trastornos de sueño, pero además puede generar complicaciones a largo plazo del tipo cardiovasculares como accidentes cerebrovasculares, infartos o arritmias, diabetes tipo 2 o síndrome metabólico», detalló el neumonólogo del Hospital Universitario Austral.
Y añadió que «incluso tienen siete veces más predisposición de tener accidentes automovilísticos porque disminuye drásticamente la atención».