Las mujeres que caminan al menos tres horas por semana son menos propensas a sufrir un accidente cerebrovascular (ACV o ictus) que las que andan menos o no lo hacen en absoluto, según un estudio español que siguió a miles de personas.
Aunque el trabajo, publicado en la revista Stroke, no puede demostrar que el paseo habitual llevase a sufrir menos ictus, se suma a un pequeño número de indicios sobre una posible relación entre rutinas específicas y los riesgos de sufrir enfermedades concretas.
Estudios anteriores asociaron ejercicio a menos ACV, que pueden ser provocados por placa acumulada en las arterias o vasos sanguíneos rotos en el cerebro. “El mensaje para la población general sigue siendo similar: realizar de forma regular actividades recreativas moderadas es bueno para la salud”, indicó el director del estudio, José María Huerta, del Servicio de Epidemiología de la Consejería de Sanidad y Consumo de Murcia.
Las mujeres que caminaban enérgicamente durante 210 minutos o más por semana tenían un riesgo menor de sufrir un stroke que las inactivas, pero también que las que andaban en bicicleta y hacían otra clase de ejercicios de mayor intensidad durante menos tiempo.
En total, casi 33.000 hombres y mujeres respondieron a un cuestionario de actividad física a mediados de los 90 dentro de un proyecto europeo más amplio sobre el cáncer. Para su estudio, Huerta y su equipo dividió a los participantes por género, tipo de ejercicio y tiempo total de actividad física a al semana.
Los autores siguieron a los participantes de forma periódica para registrar cualquier ictus. Durante los 12 años siguientes se produjeron un total de 442 accidentes cerebrovasculares entre los participantes.
Los resultados para las mujeres que caminaban de forma habitual mostraban un riesgo un 43% menor en comparación con el grupo inactivo, señaló Huerta. En los hombres no se registró una reducción en función del tipo o la frecuencia del ejercicio.
“No tenemos una explicación clara para esto”, reconoció el autor y señaló que quizá los hombres en el estudio estaban en mejor condición física que las mujeres, pero que no hay pruebas para sostener esa hipótesis.
Huerta tampoco quiso comparar los niveles de riesgo de los participantes con los de la población general, ya que reconoció las características poco habituales de los sujetos. Por ejemplo, la mayoría de los hombres y mujeres del estudio eran donantes de sangre y estos voluntarios tienden a tener buena salud.