¿Qué puede ocultar una fiebre persistente?

En ciertas ocasiones, la temperatura corporal se eleva por varias semanas sin un motivo evidente. Infecciones, cánceres e incluso trastornos genéticos son posibles causas, y con una buena evaluación pueden detectarse.

Con cada episodio de fiebre, nuestro cuerpo nos indica que algo no está bien. Pero con cierta frecuencia, identificar el problema no resulta una tarea sencilla. Estos casos particulares, llamados fiebres de origen desconocido (FOD), pueden deberse a infecciones, pero también a otras enfermedades no producidas por microorganismos.

Para decidir si un paciente tiene FOD, los médicos deben tener en cuenta tres criterios. Primero, la fiebre debe mantenerse durante al menos tres semanas. Así, descartan que se deba a ciertas enfermedades, como algunas infecciones por virus, que desaparecen por sí solas antes de que se cumpla dicho período de tiempo. En segundo lugar, la persona debe haber tenido una temperatura corporal superior a 38,3 °C en varias ocasiones. Finalmente, luego de haber realizado estudios de laboratorio y otras pruebas de detección durante un período de internación de una semana, las causas de la fiebre deben permanecer ocultas.

A pesar de lo difícil que puede resultar el diagnóstico, una buena evaluación médica permite aclarar la situación en el 90% de los casos.

Infecciones, el motivo más frecuente

Hasta cuatro de cada 10 episodios de FOD resultan de una enfermedad infecciosa. Entre ellas, se encuentran las endocarditis bacterianas, las infecciones urinarias, la tuberculosis, la brucelosis y el paludismo.

Cuando la fiebre afecta a una persona que tiene problemas en las válvulas del corazón, el médico sospechará que puede tratarse de una endocarditis causada por bacterias. Para confirmarlo, es muy útil la ecocardiografía, ya que permite ver las regiones donde anidan los agentes infecciosos. Si el diagnóstico se confirma, un infectólogo y un cardiólogo deberán evaluar al paciente, para determinar si basta con un tratamiento antibiótico o si se necesitará, además, una cirugía.

Al analizar las causas de FOD, se ve que suele deberse a enfermedades habituales que, por distintos motivos, se manifiestan de una forma poco frecuente o afectan a partes del cuerpo que no son las típicas. Un ejemplo es la tuberculosis, una infección respiratoria que en algunas personas no puede detectarse de manera clásica por radiografía de tórax y, en otros casos, se localiza fuera del pulmón, dificultando así su diagnóstico. 

Si la persona con FOD comió quesillo de cabra u otros productos no sometidos a una buena cocción, existe la posibilidad de que tenga brucelosis. Esta infección también debe sospecharse cuando el enfermo sea trabajador rural o de un frigorífico. Y si el paciente realizó un viaje en forma reciente, el médico debe evaluar si contrajo leptospirosis, salmonelosis o paludismo. En este último caso, es clave averiguar si visitó zonas con malaria.

Causas no infecciosas

Algunos tipos de cáncer, como la enfermedad de Hodgkin y otros linfomas, las leucemias, los mielomas o los tumores de hígado y riñón, pueden originar fiebre. Lo mismo sucede con el hipotiroidismo. Asimismo, el lupus, la artritis reumatoidea y otras enfermedades inflamatorias pueden producir FOD mucho antes que otros síntomas que facilitan su detección.

Los aumentos de la temperatura también suelen deberse al consumo regular de ciertos medicamentos. Por eso, durante la consulta médica, el paciente debe responder con sinceridad sobre los tratamientos que realiza. Entre los fármacos a considerar están los laxantes, los anticonceptivos, las drogas contra la hipertensión y los antibióticos. En cuanto a estos últimos, la fiebre desaparece luego de interrumpir el tratamiento por dos o tres días.

En hasta un 10% de los casos de FOD, la fiebre resulta ser ficticia o simulada por el paciente, que puede, por ejemplo, frotar el termómetro con los dedos o acercarlo a una lámpara. Ante la sospecha de tal situación, lo más eficaz es vigilar al enfermo mientras se toma la temperatura.

Cuando el origen está en los genes

Los episodios de altas temperaturas pueden ser también indicio de fiebre mediterránea familiar, una enfermedad genética que afecta en especial a judíos, armenios, árabes, turcos e italianos.

Casi siempre se manifiesta antes de los 20 años, con fiebre elevada de aparición brusca, que dura entre uno y tres días, y suele acompañarse de dolor abdominal. En otros casos, puede producir dolor de tórax, caderas, rodillas y tobillos. Los episodios desaparecen en forma espontánea y es posible que se repitan con frecuencia. En todos los casos, un equipo multidisciplinario de clínicos, infectólogos y genetistas podrá brindar la evaluación y el tratamiento adecuados.

Atención con el cansancio

Aunque no se trate de un episodio de fiebre de origen desconocido, cuando la temperatura corporal se eleva sin pasar los 37,8 °C puede ser indicio del síndrome de fatiga crónica. En los países desarrollados, afecta a una de cada mil personas, en general mujeres jóvenes de buen nivel sociocultural.

El síntoma más evidente es un cansancio profundo y los pacientes presentan exámenes físico y de laboratorio normales. Muchas veces, estos cuadros aparecen luego de un estado de nerviosismo o tensión, y resulta necesario realizar una evaluación psicológica o psiquiátrica para decidir si conviene usar medicamentos para manejarlos.

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