Nuestra salud mental y física depende de que nuestro trabajo sea confortable y nuestra vida privada placentera. ¿Pero qué pasa cuando la pareja comparte el ámbito laboral? ¿Es posible separar la relación amorosa y sexual del empleo y viceversa? ¿O distanciar la rutina de la vida privada en pareja? Lo primero que hay que saber es que trabajar en pareja no es lo mismo que con la pareja.
Trabajar en pareja implica armar un equipo de trabajo. En la vida debemos armar duplas todo el tiempo y desarmarlas para hacer cosas nuevas con otros. Por eso esta opción implica crear redes de intercambio, de convivencia y de colaboración.
En cambio, trabajar con la pareja remite a compartir más de un espacio social: el privado y el laboral. Esto supone compartir pero a la vez separar lo erótico de lo amistoso y elaborar, si se puede, las rivalidades de género, las competencias propias de la horizontalidad o la verticalidad del trabajo en cuestión. Si lo familiar que supone la pareja no se diferencia de las relaciones laborales, aparecen emociones, prohibiciones y reclamos infantiles dirigidos al otro justamente porque es el partenaire más cercano.
Los roles etiquetados para varones y mujeres atentan contra una convivencia confortable de las parejas en lo laboral. La cultura fálica, o conocida como machista pero que también pueden ejercerla las mujeres con esas características, ayuda a que haya reclamos a las féminas por no poder ocuparse de la casa, y a los hombres por no ser exitosos. Estos reproches subsisten en las parejas actuales en las cuales suponemos que estos prejuicios están superados.
A la cultura fálica se le suman los restos de cultura románica que aún subsisten en las mujeres jóvenes. Un ejemplo es “si mi marido comparte mi espacio laboral y no me trae flores el día de mi cumpleaños, ¿lo veo como un desaire de la pareja o del compañero de trabajo?”
Ante este escenario, uno de los problemas es erotizar y deserotizar de forma adecuada. Si la relación laboral se erotiza por el vínculo privado, a la larga genera dificultades. Si se deserotiza demasiado, también.
Es que todas las relaciones amorosas y laborales tienen la complicación de aunar amores y odios. Si a lo laboral se suma el remanente de ambivalencia de lo privado, entonces el trabajo termina siendo imposible.
Además, los objetivos de la pareja no siempre concuerdan con los objetivos de la empresa. Por ejemplo, las vacaciones pueden ser un tema de conflicto tanto para un matrimonio como para una compañía. Lo mismo ocurre con el dinero. Por ejemplo ambos son jefes o dueños pero uno gana más que el otro, o trabaja más horas que el otro. Si ella gana más que él: ¿él se sentirá desvalorizado? Si él gana más que ella, ¿ella se sentirá amenazada?
También se debe tener en cuenta que los lugares de trabajo favorecen el conocer personas afines como amigos y parejas permanentes o transitorias, legales o clandestinas. La sexualidad genera situaciones de tensión con los demás compañeros, de ocultamiento, de pudor y de vergüenza.
Ante las dificultades más frecuentes, algunas recomendaciones:
•Es importante poder encontrar espacios individuales dentro del trabajo, y espacios propios fuera del ámbito laboral. La idea es que cada uno se “ventile” y retornar con deseos de estar con el otro.
• Si uno o ambos insiste en llevar el trabajo a casa y la casa al trabajo, que el otro pueda hacer un corte o consultar a un profesional.
• La idea de trabajo, de pareja o familia y de tiempo libre están condicionadas culturalmente. Dice la Biblia: trabajarás con el sudor de tu frente. Descansarás el sábado o el domingo.
*La Dra. Mirta Goldstein es vicepresidenta de la Asociación Psiconalítica Argentina (APA).