“Gracias por ayudarnos a cumplir nuestro sueño.” La frase se repite una y otra vez en los álbumes de fotos que decoran la sala de espera del consultorio de la doctora Adriana Sarto. Allí, sobre una mesa ratona, están las imágenes de Antonella, Lara, Valentino y muchos otros bebés que llegaron al mundo luego de una intensa búsqueda y, en algunos casos, de varios y angustiantes intentos frustrados.
“Después de perder embarazos o de no poder lograrlos por fertilización asistida, las pacientes llegan al consultorio con mucho dolor, pero también con la esperanza de que los estudios digan que tienen trombofilia –cuenta Sarto, especialista en Hematología Aplicada a la Reproducción, y asegura–. Tanto ellas como los médicos esperamos que así sea, porque sabemos que es un desorden que tiene tratamiento y excelente pronóstico, y que le permite a la pareja entender qué sucedió en los primeros intentos.”
Sarto es pionera en la investigación de este desequilibrio, que tiende a aumentar la coagulación de la sangre, con el consecuente riesgo de formación de coágulos y de obstrucción de venas y arterias (trombosis). Según indica la experta, que es jefa del Departamento de Hematología de la Reproducción de Halitus Instituto Médico, se estima que la trombofilia afecta a cerca del 10 o 15% de la población argentina –tanto hombres como mujeres–, y puede ser hereditaria o adquirirse durante el trascurso de la vida. Como la mayoría de los afectados no presenta síntomas ni manifestaciones de este desorden, el mismo suele pasar inadvertido. En las mujeres, puede afectar la posibilidad de concretar un embarazo y es así como muchas de ellas se enteran que la padecen. Pero cabe destacar que no todas las afectadas por trombofilia tienen dificultad para ser madres.
Cuándo sospechar del desorden
“El consenso internacional dice que se debe estudiar a las mujeres que tienen una serie de antecedentes de complicaciones de embarazos”, aclara Sarto. Estos son: dos o más abortos ocurridos antes de las 10 semanas de gestación, una o más pérdidas del embarazo por muerte fetal luego de la semana 10 y el antecedente de complicaciones vasculares placentarias tardías, que incluyen las alteraciones por mala irrigación de la placenta, como el parto prematuro, los síndromes hipertensivos del embarazo (preeclampsia, eclampsia y síndrome Hellp), el desprendimiento prematuro de la placenta y la restricción del crecimiento fetal en el útero.
Si bien existen numerosas causas médicas que pueden dar lugar a estas complicaciones del embarazo, la hematóloga advierte que “cuando se considera a la población de riesgo que las presenta, en un 60 o 70% de los casos se detecta una trombofilia”.
Fertilización asistida y desequilibrios de coagulación
“Desde el año ‘96, también relacionamos a estos desórdenes con fallas de implantación de embriones”, señala Sarto y destaca: “Encontramos trombofilia en un 40% de los casos”.
La experta, que fue una de las primeras en estudiar esta asociación, explica que hoy se habla de fallas de implantación cuando, luego de transferir cuatro embriones de buena calidad, no se logra un embarazo. Sin embargo, remarca que con las estrategias terapéuticas disponibles, mejora mucho la probabilidad de dar a luz.
Tratamiento
Durante el embarazo, se utiliza un tratamiento anticoagulante con heparina de bajo peso molecular, que consiste en una o dos inyecciones diarias por debajo de la piel, dependiendo de las características particulares de la persona, como su peso. “Cuando la paciente hace un tratamiento de fertilidad o tuvo abortos muy tempranos (antes de la sexta semana), con mi grupo ideamos, además, un esquema de tratamiento preconcepcional”, agrega Sarto y explica que en todos los casos, para evitar la trombosis luego del parto, la administración de heparina se extiende por un período variable, que puede ser de una semana a 45 días, según el tipo de trombofilia y otros factores de riesgo asociados.
“Sin tratamiento, una persona que presenta antecedentes de complicaciones obstétricas por trombofilia tiene un 20% de posibilidades de dar a luz. Si se le indica aspirina, las chances crecen al 40% y con heparina aumentan, en promedio, al 85%. Así, se equiparan con las de las mujeres que no tienen complicaciones por este desorden”, destaca la médica.
Las mujeres con trombofilia que sólo tuvieron complicaciones durante el embarazo pueden requerir el tratamiento únicamente durante ese período y el posparto. A la administración de heparina deben sumarse los controles médicos adecuados de la madre y del hijo.
Para Nancy (42), mamá de Esteban (7) y Juan (4), hay un antes y un después del diagnóstico y el tratamiento: “Lo que viví no fue menor, fueron muchos años de mi vida buscando un hijo y con angustia y depresión por no poder lograrlo. Recuerdo que no quería escuchar las historias de otros, pero después vi que me resultaban útiles, porque me decía ‘si alguien me cuenta lo que vivió y tiene un hijo, entonces a mí también me puede pasar’”. Hoy, mientras muestra la foto de Esteban en uno de los álbumes de Sarto, agradece una vez más que así haya sido.