A pesar de que el desayuno es la comida más importante del día, sigue siendo la que más se omite, o se ingiere en forma incompleta. La falta de tiempo y el cansancio muchas veces atentan contra él, pero lo cierto es que el consumo regular de un desayuno completo se ha asociado a un mejor rendimiento escolar y a mayores habilidades sociales. Además de que puede influir positivamente en la prevención de la obesidad infantojuvenil. Por eso, podemos decir que hasta puede utilizarse como un muy buen indicador de un estilo de vida saludable.
En un estudio reciente entre escolares de cinco provincias argentinas que asisten a escuelas con comedor, se halló que no más de 15% de los niños que desayunan realizan un desayuno de calidad. En el mismo trabajo se comprobó que 4 de cada 10 escolares salen de sus hogares sin ingerir la primera comida del día y de quienes sí lo hacen, el 60% no consume ni leche ni yogur. Por otra parte, dos encuestas sobre hábitos de consumo de lácteos, cuya población fueron madres argentinas de niños de entre 2 y 14 años consumidores de leche, arrojaron como resultado que la principal forma de consumirla es con 2 cucharadas de cacao en polvo, a las que además le agregan 1 cucharada y media de azúcar. Esta forma no es la que recomendamos los profesionales, por la ingesta excesiva de azúcares que implica.
Volviendo a la importancia del desayuno, es importante resaltar que se trata de la comida que devuelve al cerebro a una condición metabólica que se perdió durante las horas de sueño. Mientras duermen, los niños tienen una mayor tasa de utilización de glucosa y flujo sanguíneo cerebral y de oxígeno que los adultos. Durante las horas de sueño también disminuyen las concentraciones de insulina y algunos neurotransmisores. Un ayuno prolongado, una vez que ya se inició el estado de alerta diurno y las necesidades de energía aumentan, encuentra al sistema nervioso no adaptado aún para utilizar sustratos energéticos alternativos, lo que puede afectar algunos procesos mentales y la realización de actividad física. Esto es más notorio aún en niños en edad escolar.
Según un informe del Centro de Estudios de Política y Economía Alimentaria (CEPEA), hay acuerdo científico en que el desayuno debe aportar entre 250 y 300 kcal (un 15% del requerimiento energético diario), y debe estar compuesto por al menos una porción de lácteos, una fruta y, como complemento, entre 100 y 120 kcal provenientes de alguna forma de cereal. En general, los estudios que evalúan los efectos del desayuno sobre el proceso cognitivo centran su comparación entre quienes desayunan y quienes no; sin embargo, últimamente se ha comenzado a estudiar la conformación y el contenido energético del desayuno. Aquellos menores al 10% del requerimiento energético diario (menos de aproximadamente 200 kcal) parecen inducir peores performances en pruebas de creatividad o en memoria de corto plazo, comparados con ingestas mayores.
El desayuno aporta nutrientes que se asocian con el proceso cognitivo; entre ellos, hierro, cuya deficiencia se relaciona con la disminución de la memoria y la atención visual. Pero también calcio, zinc y las vitaminas del complejo B (como B1 y B6), asociados al funcionamiento de los neurotransmisores. Todos ellos son nutrientes que los niños ingieren poco. Por vía indirecta, otros nutrientes que se pueden recibir al desayunar son las vitaminas A y C, que contribuyen a generar una mejor predisposición para el proceso de aprendizaje. La primera por su rol (protector) en infecciones a repetición, que son causa de ausentismo escolar, y la segunda como factor facilitador de la absorción de hierro.
Las vacaciones de invierno se presentan como una buena oportunidad para que la familia encuentre aquellos alimentos saludables para arrancar el día que mejor se adapten a las preferencias y gustos de los más chicos de la casa.
Un desayuno equilibrado para nos niños en edad escolar y los adolescentes:
• Garantiza una distribución armónica de los nutrientes a lo largo del día.
• Evita algunos hábitos poco saludables de la población infantil (bajo consumo de lácteos o de fruta).
• Contribuye a prevenir la obesidad infantil.
• Mejora las capacidades de aprendizaje.
Si el desayuno es escaso, los escolares tendrán más predisposición a:
• Consumir, durante la mañana, galletas simples o rellenas, alfajores, panchos, papas fritas, golosinas, y bebidas refrescantes azucaradas. Todos alimentos que suman grasas saturadas, azúcar y sal.
• Realizar una comida abundante (alimentos ricos en grasas y proteínas de origen animal), en lugar de alternativas más ligeras (ensalada, legumbres, un poco de carne o pescado, y fruta).
*Mónica Sandler es Licenciada en Nutrición (M.N. 5551)