En tiempos de coronavirus recibo muchas consultas sobre las vicisitudes de las relaciones amorosas. Así como hay parejas que no han tolerado la convivencia permanente y se han separado, hay otras que se han reconciliado durante la cuarentena.
Cabría preguntarnos si la “era Covid” -con sus restricciones en relación al contacto- podría estar condicionando la búsqueda de vínculos más estables y seguros. Este podría ser el motivo por el que algunas parejas han decidido reconciliarse durante la pandemia.
Algo importante para reflexionar es en qué medida somos libres de elegir a quién amar y de qué forma. Lo cierto es que amamos como podemos, no como queremos. En todos los seres humanos existen, por un lado, condicionamientos inconscientes ligados a la historia familiar, a las formas de crianza, a cómo fueron las elecciones de pareja de nuestros ancestros, que nos llevan a elegir a determinadas personas y no a otras. Por otro lado, estamos también atravesados por mandatos culturales que hacen del “amor” una construcción epocal. Recordemos, por ejemplo, el amor platónico, el amor cortés, el amor romántico, los matrimonios concertados por conveniencia entre familias -no tan lejanos y aún vigentes en algunas culturas-, etc. Reitero: no somos del todo libres de elegir cómo amar. Porque estamos inmersos en una trama social que “nos construye” en función de lo que sucede en nuestro tiempo.
En su texto “Amor líquido”, del año 2003, el sociólogo Zygmunt Bauman había descripto un tipo de amor “de moda” caracterizado por el temor al encierro y al compromiso que se extinguía con la misma velocidad que el deseo por un objeto de consumo, una vez que se conseguía.
Hoy lo que se observa es que hay una “hiperrealidad” que nos invade. Son inquietantes las imágenes permanentes acerca de la enfermedad y la muerte, a lo que se suma la incertidumbre en relación al futuro y la inseguridad.
Gran parte de la libido de las personas está siendo derivada hacia preocupaciones que tienen que ver con el destino de la humanidad, con la supervivencia y con el cuidado de seres queridos y, sobre todo, de los hijos. En algunos casos de parejas separadas con hijos se ha decidido privilegiar los beneficios de que la pareja parental vuelva a compartir la vivienda para la crianza y la necesidad del trabajo “en equipo” frente a la adversidad.
El contexto actual, en algunos casos, parece funcionar como campo propicio para la intensificación de la ternura y la añoranza el hecho de extrañar. En medio de la emergencia y la sensación de vulnerabilidad, pareciera que el apego pasa a tener una importancia crucial. El sentirse cuidado y protegido es la sensación más anhelada en estos momentos.
Por supuesto, que en estos temas se abre el capítulo de lo que es “perdonable” o “imperdonable” para cada quién, respecto de lo ocurrido en el pasado.
Si se amaba y se deseaba al otro, ahora también se lo necesita. Y éstos no son afectos excluyentes.
Las circunstancias externas e internas reubican a las pasiones y hacen que se establezcan prioridades. Muchas veces se trata de “volver a elegirse” dentro de otro contexto. Y esto no le quita valor a la “re-elección”. Después de todo, el psicoanálisis nos ha enseñado que es necesario amar para no enfermar.