Los argentinos consumen un 26% menos de lácteos que hace 17 años, y dentro de esa gama de productos, la leche mostró un descenso del 38% en la ingesta en ese período, según un informe realizado por el Centro de Estudios Sobre Nutrición Infantil (CESNI) realizado en el marco del Día Mundial de la Leche a partir de los resultados del estudio “La mesa argentina en las últimas dos décadas: cambios en el patrón de consumo de alimentos y nutrientes (1996-2013)”.
Del nuevo relevamiento, llamado “Patrones de Consumo de Lácteos en la Población Argentina”, se desprende que el descenso más marcado se ve entre la infancia y la adolescencia. Precisamente, 9 de cada 10 adolescentes y adultos (87%) no alcanza la recomendación de tres porciones por día, al igual que el 45% de los niños de 2 a 4 años y el 72% de los chicos de entre 5 y 12 años. .
El consumo total de lácteos aumenta a medida que incrementan los ingresos del hogar, pero la disminución en la ingesta de lácteos atraviesa en diferente medida a todo el entramado social, según el estudio “La mesa argentina en las últimas dos décadas”.
“Hace 20 años, los argentinos consumían en promedio dos porciones al día, y en la actualidad apenas 1,8 porciones. Y aunque la ingesta crece acorde a los ingresos, en los hogares de mayores ingresos tampoco se cubren las recomendaciones”, destacó María Elisa Zapata, investigadora del CESNI y una de las autoras del estudio.
Las Guías Alimentarias para la Población Argentina (GAPA) recomiendan consumir tres porciones de lácteos al día (entre leche, yogur y quesos). Una porción equivale a 200 centímetros cúbicos de leche (1 vaso, 240 mg calcio), 200 gramos de yogur (1 pote, 224 mg calcio), 50 gramos de queso fresco/semiduro (274 mg calcio), 60 gramos de queso untable (57 mg calcio) ó 15 gramos de queso de rallar (150 mg calcio).
Leches, yogures y quesos son los alimentos más ricos en calcio y aquellos con mayor biodisponibilidad. Sin embargo, el consumo promedio de los argentinos aún es bajo y no alcanza para cubrir las necesidades de calcio establecidas para las distintas etapas de la vida.
“Existe amplia evidencia científica de los beneficios del consumo de lácteos durante la juventud y adultez, que por ser ricos en calcio, contribuyen en la prevención de la fragilidad ósea”, indicó Alicia Rovirosa, investigadora del CESNI, quien estuvo a cargo del relevamiento.
“El calcio es el único nutriente cuya deficiencia principal se manifiesta en la pérdida de la reserva, que está en los huesos. Esa particularidad hace que el objetivo sea acumular la mayor cantidad de reserva ósea. El momento de mayor incorporación de calcio en el organismo empieza en la adolescencia y se mantiene en la vida adulta; paradójicamente, coincide con el período en el cual se evidencia un descenso abrupto en la ingesta de lácteos”, agregó.
Por su parte el doctor Esteban Carmuega, médico pediatra y Director del CESNI, explicó que “una alimentación saludable es una cuestión fuertemente vinculada a los hábitos, es fundamental promover salud a través de la nutrición desde las primeras etapas de la vida, cuando es más contundente la fijación de nuevos patrones de conducta alimentaria”.
En ese sentido, el director del CESNI recomienda que la leche y sus derivados se consuman en el desayuno, la merienda y estén siempre presentes en la colación y dentro de la vianda escolar, a fin de cubrir las tres porciones diarias.