Según una reciente investigación, la tasa de incidencia de accidente cerebrovascular (ACV) creció un 20% en la población de entre 20 a 64 años, en especial en los países en desarrollo. Sin embargo la mortalidad general bajó un 37% en los últimos 20 años y hoy constituye la primera causa de discapacidad en todo el mundo. En Argentina se estima que ocurre un caso cada cuatro minutos y que más de 18.000 personas mueren por esta causa cada año.
Existen dos tipos de factores de riesgo: los prevenibles y no prevenibles, como la edad y el sexo. Sin embargo, es posible reducir las chances de padecer un stroke. “Una de las formas más interesantes de comprender el aumento de la incidencia de ACV en pacientes jóvenes es a través de los factores de riesgo vascular”, aseguró a Docsalud.com el doctor Fernando Cáceres, médico neurólogo, director del Instituto de Neurociencias de Buenos Aires (INEBA). De este grupo, la hipertensión arterial es el más importante seguido por la diabetes, el tabaquismo, el sedentarismo, el sobrepeso, el ingreso a la dieta de grasas trans y poliinsaturadas, el colesterol elevado, el estrés, un tipo de arritmia llamada fibrilación auricular, el consumo excesivo de alcohol y las drogas ilícitas, entre otros.
“Conocer los factores de riesgo es fundamental ya que, controlarlos de manera adecuada previene a la mayoría de los ACV. Por este motivo, los especialistas hemos decidido dejar de hablar de ´Accidente Cerebrovascular´ para hablar de Ataque Cerebral, ya que al ser posible tomar medidas para que no ocurra deja de ser un accidente”, señaló el doctor Gabriel Persi, Coordinador del Área de Neurología Vascular de INEBA.
Factores de Riesgo y estadísticas nacionales
“Siempre decimos que no tenemos estadísticas, pero en la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo 2009 aporta datos interesantes sobre la situación de los factores de riesgo más importantes que, lejos de modificarse, han empeorado en nuestro país”, señaló Cáceres. El trabajo, publicado en la Revista Argentina de Salud en marzo de 2011, reveló que el 53,4% de los argentinos tiene sobrepeso u obesidad; el 34,8 tiene presión arterial elevada; el 30% es tabaquista y el 40,4% está expuesto al humo de segunda mano; el 55% no realiza actividad física suficiente y solo el 5% de la población ingiere la cantidad recomendada de frutas y verduras. A excepción del consumo de tabaco que disminuyó, el resto de los factores de riesgo han empeorado respecto a la encuesta anterior que se realizó en 2005. “Si observamos estos datos y su evolución, podemos explicarnos el por qué del aumento en la incidencia”, detalló el especialista.
“Otro detalle a considerar es que en la Argentina una de cada tres personas padece hipertensión que, tal como se mencionó, es el principal factor de riesgo del ACV y, de ellas, el 50% no lo sabe. De quienes conocen su condición de hipertensos, el 22% no estaría tratado y de los tratados, alrededor de la mitad no logra tener controlada su presión arterial”, agregó Cáceres. Además, entre el 8,5 y el 11,9% de los argentinos son diabéticos y se sabe que además de favorecer la aparición del Ataque Cerebral, tener la glucemia (el azúcar en sangre) elevada en el momento del Ataque Cerebral, empeora la evolución.
Alimentación y sodio
La OMS estableció como recomendación para el consumo diario de sal en cinco gramos (1 gramo de sodio). Sin embargo, el consumo promedio en Argentina es de 12 gramos diarios, el equivalente a dos sobres de azúcar. Sobre este punto, el doctor Cáceres instó a preguntarse cuánto de esa sal corresponde a lo que cada persona agrega a sus comidas y cuánto viene oculta en cada alimento como los caldos, las sopas instantáneas o las conservas entre otros. Coincidentemente, el doctor Alberto Villamil, médico cardiólogo y miembro de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC), indicó que “del 15 al 20% del sodio viene naturalmente en los alimentos; al cocinar en casa, se puede agregar un 15 a 20% más, pero el 60% restante lo agregó la industria, por eso hacer una dieta hiposódica es tan difícil. Muchas veces el problema no es la sal sola, sino también las calorías y grasas con las que viene. Existe una unión casi indisoluble entre sodio y tendencia a la obesidad; el sobrepeso también es importante, porque produce mecanismos que retienen agua y sal”. “Bajar un gramo de consumo de sodio en la población ahorraría 16 mil eventos cardiovasculares y cerebrovasculares por año”, completó Cáceres.
Malos hábitos desde temprana edad
Hoy hay hipertensión arterial en niños de diez a 12 años y también obesidad infantil, que son dos temas que ya están instalados y vienen creciendo debido al elevado consumo de alimentos con niveles altos de sal, azúcar y grasa saturadas. “Los chicos están sobreexpuestos a mensajes publicitarios sobre consumo de productos de comida chatarra y, encima, la actividad física se encuentra cada vez más restringida debido al uso de los videojuegos y fenómenos como la inseguridad que incentivan estilos de vida puertas adentro”, explicó Cáceres.
Existen encuestas, realizadas en 80 escuelas porteñas en grupos de niños de 10 a 12 años, que señalan que aproximadamente el 30% padece sobrepeso u obesidad. Sobre el sedentarismo, según la En la Encuesta Nacional de Salud Escolar 2007, el 81,4% de los adolescentes de 13 a 15 años no realiza un mínimo de actividad física de una hora diaria por 5 días. “La obesidad infantil incrementa el riesgo de padecer hipertensión, diabetes y trastornos en el colesterol. Si nos preguntábamos por qué está disminuyendo la edad de quienes padecen ACV, aquí encontraríamos gran parte de la respuesta”, reflexionó el director de INEBA.
A este escenario hay que agregar el componente del estrés debido a que los trastornos conductuales o emocionales constituyen por sí mismos, un factor de riesgo para el ataque cerebral. “Las características sociales que estamos viviendo y el mal manejo de los factores de riesgo hacen que tengamos cada vez más ataques cerebrovsculares en gente más joven”, resumió el doctor Cáceres.
Los ataques cerebrales y la edad
A diferencia del adulto mayor, en los jóvenes la incidencia de ACV isquémico (falta de sangre por vaso tapado) y de ACV hemorrágico es casi igual, mientras que en los primeros la incidencia es aproximadamente del 85% para los isquémicos. Esta proporción equilibrada entre ambas expresiones de la patología en menores de 65 se debe a que, en este grupo, es muy común la rotura de malformaciones arteriovenosas o los aneurismas, que suelen verse en gente joven y provocar hemorragias.
Los llamados del ACV
En el caso de los accidentes isquémicos, pueden presentarse en forma de aviso determinado tipo de manifestaciones leves que se consideran como accidente isquémico transitorio (AIT). “Se trata de un déficit neurológico pasajero, de pocos minutos de duración que revierte espontáneamente. Por ejemplo, una persona que al afeitarse por la mañana siente que se le duerme la mano y se le cae la afeitadora. Luego de hacer ejercicio, recupera la sensibilidad y continúa rasurándose. Ese es un aviso importantísimo, porque está dando evidencia de un territorio vascular amenazado que por alguna razón de suerte se destapó y pudo seguir funcionando. Esta persona, que está ante una emergencia médica, es la que debe concurrir a un centro especializado a realizarse los estudios porque todavía no se produjo ningún déficit”, explicó el director de INEBA.
“Afortunadamente, hay una mayor conciencia y cada vez es gente más joven la que se acerca a realizarse los controles de salud correspondientes. También mejoró el acceso a los servicios médicos para la detección de las patologías aunque todavía tenemos una deuda respecto al control de los factores de riesgo si tenemos en cuenta el costo de los alimentos saludables respecto a los procesados y de los establecimientos para realizar actividad física como un gimnasio”, agregó. Para el especialista, es importante destacar que la mejor prevención no se da solo a través de la indicación de determinados fármacos sino que se logra a través de los cambios de hábitos de vida. “Si conseguimos que una persona deje de fumar, que haga actividad física y que baje el consumo de sal estaríamos descendiendo en más de la mitad el riesgo de padecer eventos cerebrovasculares”.
Prevención antes y después
Los especialistas sostienen que son igual de importantes tanto la prevención primaria, para evitar padecer un ataque cerebral, como la secundaria que, luego de un evento, está orientada a minimizar el riesgo de padecer uno nuevo en el futuro. “Si una persona no modifica sus factores de riesgo luego de haber padecido un stroke, las posibilidades de repetir la experiencia se incrementan en más del triple”, explicó Cáceres. “La prevención secundaria es clave. Además de concurrir a un centro especializado para realizar la rehabilitación, recuperarse de la parálisis y aprovechar la plasticidad cerebral, debe considerar aquellos cambios de hábitos que lo protegerán a futuro”, agregó.
Ventana terapéutica
Reconocer los síntomas rápidamente es fundamental para intervenir a tiempo, ya que los tratamientos más efectivos sólo pueden aplicarse dentro de las primeras horas de producido un ataque cerebral. El cerebro es el órgano más plástico en nuestro cuerpo. Luego de producido el infarto, habiendo quedado un déficit neurológico, es posible que las regiones sanas pueden cubrir funcionalmente a las partes dañadas del órgano. “se trata del gran descubrimiento de los últimos 20 años – sostuvo el Dr. Fernando Cáceres- pero, para poder aprovechar esa plasticidad, tenemos que actuar rápidamente en lo que se denomina ventana terapéutica. Si nos pasamos de ese período de tiempo, no tiene sentido realizar la rehabilitación”.
La neuro-rehabilitación debe iniciarse lo más precozmente posible, incluso desde que se instala el ACV. “La neuroplasticidad sumamente útil y es inversamente proporcional al tiempo de transcurrido el ataque cerebral y a la edad del paciente. Esto quiere decir que mientras más rápido se inicie la estimulación y mientras más joven sea la persona, mejores serán los resultados”, concluyó.