Un estudio científico confirmó que la proteína MeCP2 es fundamental en el desarrollo de las neuronas y el modo en que se conectan. El avance traza caminos para comprender mejor los factores biológicos involucrados en el autismo y otros desórdenes neuropsiquiátricos.
Trabajos previos indicaban que la proteína MeCP2 activa genes que son clave para el desarrollo y funcionamiento del sistema nervioso. “Nuestros experimentos no sólo validan ese conocimiento, sino que además sugieren que esa proteína sería clave para la respuesta neuronal a estímulos externos”, indicó la autora principal del estudio, la doctora Alicia Degano, investigadora del Centro de Investigaciones en Química Biológica de Córdoba, que depende de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y del CONICET.
En sus estudios, los investigadores analizaron la red de neuronas del sistema olfatorio, la cual “permite estudiar la neurobiología de diferentes enfermedades en las que se evidencias alteraciones en el cerebro”, explicó la especialista de la UNC.
En modelos con ratones, Degano y su equipo examinaron el efecto de anular una proteína, MeCP2, lo que recrea algunas características del síndrome de Rett (un desorden asociado al autismo).
“Los resultados mostraron que si el gen que produce esa proteína está bloqueado, las neuronas del sistema olfatorio crecen y se conectan en forma deficiente. Paralelamente, observamos que no respondían normalmente frente a diferentes olores”, destacó.
Los autores del trabajo, publicado en Molecular and Cellular Neurosciences, también demostraron que el tratamiento desde la primera semana de vida con cierta molécula que activa la transmisión neuronal, ampakina, normalizó la respuesta frente a estímulos olfatorios en ratones que carecen de MeCP2.
Comprender las bases moleculares del funcionamiento del sistema nervioso puede conducir al desarrollo futuro de tratamientos, afirmó Degano. “Pero queda, todavía, un largo camino por recorrer”, admitió.
El trabajo fue realizado en colaboración con el laboratorio de la doctora Gabriele V. Ronnett, del departamento de Neurociencia de la Escuela de Medicina Johns Hopkins, en Estados Unidos.
Fuente: Agencia CyTA-Instituto Leloir