Los bebés de entre seis y nueve meses entienden más palabras de lo que creemos y son capaces de darse cuenta de cuáles tienen alguna relación, como jugo y leche, según un estudio publicado por la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
Esa es la principal conclusión de una investigación que analizó la comprensión de los bebés a través de los datos del seguimiento ocular de imágenes, realizado por la profesora de Psicología y Neurociencia de la Universidad de Duke, EEUU, Elika Bergelson y el director del Centro Rochester de Imagen Cerebral de la Universidad de Minesota, Richard N. Aslin.
«Aunque no hay muchas señales claras de conocimiento del lenguaje en bebés, el lenguaje definitivamente se está desarrollando con fuerza bajo la superficie», explicó Bergelson.
Tras demostrar en una investigación de 2012 que los bebés de seis meses tienen una comprensión básica de las palabras para los alimentos y las partes del cuerpo, Bergelson y su equipo utilizaron ahora un software de seguimiento ocular para ahondar en la comprensión del lenguaje a esa temprana edad.
De esta forma pudieron comprobar que los pequeños entienden cuándo hay una relación entre palabras, como coche y cochecito o jugo y leche, que tienen vínculos semánticos.
Además, el equipo descubrió que el conocimiento de las palabras por parte de los bebés está directamente relacionado con la cantidad de tiempo que oyen mencionarlas a las personas de su entorno. Eso podría ayudar a intervenir lo antes posible en casos de niños con riesgo de retrasos o deficiencias en el lenguaje, precisó la experta.
Para medir la comprensión de palabras, se mostró a los bebés que participaron en la investigación diversas imágenes en una pantalla de computadora. Tanto imágenes de objetos relacionados, como un pie y una mano, como otros sin relación, como un pie y un cartón de leche, y, mientras aparecían las imágenes, el cuidador que les acompañaba nombraba uno de cada par de objetos.
Los bebés se pasaban más tiempo mirando el objeto nombrado cuando no tenía ninguna relación con el que completaba el par.
Y miraban indistintamente a los dos objetos cuando estaban relacionados, es decir, sabían que la palabra mencionada correspondía a unos de esos dos objetos porque percibían que estaban relacionados, pero no podían identificar a cuál de ellos se referían.
«Puede que no sepan el significado completo de una palabra, pero parecen reconocer que hay alguna similitud en el significado de esas palabras», resaltó Bergelson.
Una prueba que se repitió, con resultados similares, en el hogar de cada bebé, donde se grabó en vídeo cómo interactuaban con sus cuidadores.
El resultado fue que la proporción del tiempo que los padres hablaron sobre algo delante del bebé estaba relacionado con la comprensión general de los pequeños.
Es «un primer paso emocionante para identificar cómo los niños pequeños aprenden palabras, cómo se organiza su léxico inicial y cómo el lenguaje que escuchan en el mundo que los rodea les da forma o les influye», pero es «demasiado pronto» para sacar conclusiones de cómo hay que hablar a los bebés, señala el estudio.
Lo que sí está claro, destacó Bergelson, es que cuanto más puedan hablar los padres a sus bebés, es mejor para su aprendizaje.