¿Qué espera el paciente cuando concurre al odontólogo? ¿Cuáles son sus expectativas? ¡Que no le duela! Esto significa que la odontología tiene la fama de ser invasiva y traumática. Pero, afortunadamente, es cada vez más conservadora y preventiva.
La boca, compuesta por mucosas, dientes, lengua, amígdalas y encías es habitada por más de 500 especies de bacterias. Existe una flora benéfica que coloniza la mayoría de estos sitios en grandes cantidades, y otra flora no tan benéfica y mucho menos numerosa. La salud es justamente este delicado equilibrio en el que las proporciones son respetadas. Por el contrario, cuando la flora en menor proporción crece a valores casi iguales a la benéfica estamos en presencia de enfermedad.
En Infectología se dice que existe una infección cuando aumenta la cantidad de microorganismos en un sitio localizado, y que se produce una enfermedad infecciosa cuando hay “daño” de los tejidos. Lo interesante de la biología es entender que las bacterias crecen y enferman donde pueden primero “adherirse” y luego “alimentarse” y multiplicarse.
La llamada placa bacteriana, hoy conocida como biopelícula o biofilm, se produce cuando los microorganismos se adhieren al diente formando colonias. Su aspecto es blanquecino, pegajoso y sólo puede ser eliminado con el cepillado, con o sin pasta. Es vital instruir al paciente en cómo elegir un buen cepillo y elementos interdentales (hilo dental, palillos o cepillitos), que debe apoyar y dirigir correctamente sobre la superficie de los dientes. Es habitual ver cepillos mal usados, duros y grandes, que lastiman los tejidos, retraen las encías y desgastan el cuello de los dientes.
El azúcar de nuestra dieta es el alimento perfecto para las bacterias adheridas, que aumentan en cantidad, fabrican ácidos y producen caries. Por este motivo, la terapia no sólo apunta a curar la caries sino, además, a bajar el nivel de los microorganismos mediante el cepillado, la disminución en el consumo de dulces y el aumento en la resistencia del diente, que se logra con el uso de flúor en sus diversas formas: buches, geles y pastas.
En la enfermedad de las encías o gíngivas, conocida como gingivitis o periodontitis, el nutriente se encuentra en los tejidos. Por eso las bacterias buscan penetrar en ellos y superpueblan nuestro espacio biológico, la hendidura que hay entre el diente y la encía saludables, como ocurre con la pequeña separación entre la uña y el dedo. Esto produce ácidos, enzimas y toxinas que contribuyen a la destrucción de los tejidos. Cuando se inflama únicamente la encía, hablamos de gingivitis. Si este cuadro se profundiza y afecta el hueso, es periodontitis. La hendidura deja de ser un surco para convertirse en una bolsa gingival o periodontal. La inflamación se ve rápidamente por el sangrado, la retracción gingival, la secreción purulenta, la movilidad dentaria y el mal aliento.
En este caso, el tratamiento indicado será: cepillado para desinfectar por afuera (realizado por el paciente) raspado de la superficie del diente por debajo de la encía e indicación de un antibiótico que dependerá de la gravedad del caso (realizados por el especialista).
Importantes autores han determinado que la superficie de las encías afectadas por las bacterias y las sustancias que fabrican sería igual a de la palma de la mano. Hay que entender que la piel de las encías queda expuesta, y crea una puerta de entrada de esas bacterias hacia todo nuestro organismo.
Lamentablemente, debajo de la gíngiva o encía enferma habitan más de 300 especies diferentes, de las cuales se conocen aproximadamente 30. Incluso se observa allí la presencia de virus. Las bacterias son las responsables de disparar, mantener y perpetuar la respuesta inmunoinflamatoria. La bolsa periodontal (definida por el surco gingival profundizado debido a una infección) alberga bacterias, toxinas microbianas y moléculas producidas por nuestro cuerpo que ya no pueden neutralizarse. La piel quebrada no cumple su acción como barrera, y todo pasa al torrente sanguíneo.
Allí comienza la interrelación más estrecha entre la boca y el cuerpo. La bibliografía es contundente: mayor formación de placas ateromatosas (lesiones de las arterias), altos niveles de diabetes y colesterol, bebés que nacen con bajo peso, o partos prematuros. ¡Es asombrosa la conexión entre la boca y el cuerpo!
Hace 20 años, esos dientes se sacrificaban y eran extraídos; hoy son salvados y mantenidos, a veces, de por vida. Ya no buscamos solamente rescatar la pieza dentaria: pensamos en evitar la pérdida del hueso, por si en algún momento debemos recurrir a un implante de titanio. Si no existe suficiente hueso, utilizamos técnicas complejas e intentamos regenerar lo perdido. Corregimos la alineación cuando los dientes se han movido o están apiñados, mediante la Ortodoncia. Evitamos hacerles pernos y coronas o fundas a las caries profundas. Y al diente oscuro, simplemente, lo aclaramos.
La Odontología se orienta cada vez más hacia la conservación de las estructuras, es decir, a preservar al máximo el diente, no desgastarlo, ser lo menos invasivos posible. Y ya trabaja con lupas y microscopios para ver a máximo aumento. Muchos tratamientos complejos se pueden evitar si realizamos simplemente un buen mantenimiento, con un cepillado cotidiano y controlado por el odontólogo. Es importante la visita semestral, el uso de antisépticos indicados por el profesional, y el control de la infección por esas bacterias que todos los días, a cada hora sigilosa e invisible, habitan, colonizan y crecen inevitablemente sobre “nuestros amados dientes.